domingo, 30 de marzo de 2008

Este andar fugaz_Poema de André Cruchaga

Ilustración: Marc Chagall.







Este andar fugaz





Para María Eugenia Lizeaga,
País Vasco
Porque el tiempo hace milagros.




A menudo las baldosas me parecen livianas
Sobre ellas transita el parpadeo de mis ojos
El alma clandestina incendia los cuerpos
Ahora soñé desde dentro descubriéndome
Puedo vivir en la hamaca de los sueños:
Las gacelas del viento son inevitables
Viaja el tapiz de la alfombra mágica
Libre trepo y me elevo en las hojas
Me sostengo apenas en el filo del firmamento
Otros seguramente buscan el agua
En precipicios donde cae el olvido
Gota a gota las raíces del suspiro se quiebran
La lluvia oscila entre los huecos de la espera
El eco de los recuerdos se convierte es diáspora
Y la risa en vaivén de oleajes
Entre lo fugaz de nuestra callada esperanza
Dan ganas de convertirse en Américo Vespucio
Inventar bulas ungir al silencio
Y hacer de los manantiales un triunfal olvido
Asidos de alas pero con aroma de carne en la mano
Volamos hacia ingenuas utopías
Para fundir la sal de Ulises en Ítaca
Así como la hierba cierra sus ojos verdes
Alma y cuerpo trenzan viajes inauditos
Hasta vaciarse en una anónima aldaba
Así como la ropa del paraíso es la fragancia:
Ráfaga de luz deshecha
En los siete albures de la fantasía
El andar tiene lo de la luz del espejismo
La duración del respiro en el rocío
La rapsodia matutina de cada mañana
Este andar de las almas es extraño:
Las horas de espera consumen la existencia
Nos despertamos a menudo con los sueños desvanecidos
Caminamos al borde del precipicio donde caen los vientos
Donde se delata una forma que no es la nuestra
Donde los ciegos van sobre hilos de hormigas
Y juegan a entretenerse con las sombras
A menudo recostado en la almohada del espejo
El destino instalado en el sigilo
Inhala vapores propios de una alegoría
A menudo el andar tiene la sombra del día
Lo que puede ser milagro transparente
Se torna de pronto en un desván de agonías
Lo que puede ser contemplación eterna se resiste
Para respirar sólo en la armonía de un instante:
El follaje y las pacíficas praderas de la vida
Lo convertimos de pronto en laberinto
La otra cara de Caín y Abel
De pronto es el mismo sentido que implora la noche
De pronto es la misma fragancia de las catacumbas
De pronto es la “sabiduría de aprendiz” que nos consume
De pronto sólo el afán vertiginoso nos gobierna…
De pronto ya no existe la vida junto a los ríos
De pronto los rostros se van perdiendo entre el humo
Y la inocencia se hace añicos…
Barataria, 08.01.2004.
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