Blues III
Y es un sueño de mar como nunca fue soñado…
Saint-John Perse
Destino de vértigo infinito. Madera de viento.
El metal del cielo suena a medianoche;
Profundos fósforos delatan las sombras,
El tiempo se detiene en los dientes
La agonía del tabaco ata lo cósmico.
Hay un suplicio en cada cuerda del cielo
Y en los dedos un presagio de sed.
El galope de la noche vierte sal en los bolsillos:
En este manantial de agria ternura,
El otoño se hace miserable,
Idéntico al azogue en los ojos
Y a esa muerte de hostiles vestimentas.
En cada pétalo de música hay alfombras
De agonía: almas como en una gruta insondable;
Campanas transparentes sobre las piedras
Sumergen la luz como un susurro de flechas.
Siempre fueron el aullido en la vestidura:
El lado roto del canto, la semilla oscura del amor,
El retrato oscuro de los calabozos,
Y el carbón de los ferrocarriles
A través de adversas plantaciones.
Con el color se hizo duro el camino:
Absurda la vida, el vestido de escarcha sonámbula,
Los relojes de sudor, el oído de temblorosas ilusiones.
Siempre fue obligatorio el desvelo,
Sumir los cabellos en las alcantarillas
Y copular sobre el zarcillo de las moscas.
En la grieta de los grifos,
Todavía chorrean los espejos
Armarios de oxidada madera,
Frías ventanas de acantilados,
Hierbas y ratones como feroces centinelas.
En algún lugar de Georgia o Alabama,
De Charleston o Savannah, hay
Lenguajes apilados en el entrecejo:
Encajes de horizonte, ceniza en la vasija del pecho:
Un bosque sobresaltado de grises.
Nada duele tanto como esta brasa del blues,
La pesada historia del suspiro.
En este solitario crujido, las canciones
Levantan, como anticorrosivo, la herrumbre
De las entrañas, el polvo del grito
Y el humo de apagadas chimeneas.
Nada es tan fuerte como este fuego del blues,
Fundiéndose en sendero y navío…
Barataria, 17.11.2007.
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