viernes, 21 de noviembre de 2025

HUELLAS EN TU RESPIRACIÓN

 

Imagen pintura de Man Ray


HUELLAS EN TU RESPIRACIÓN

 

 

En medio de la noche y de la soledad,
Danza como una antorcha su fantasma en el aire.

CHARLES BAUDELAIRE

 

 

Cada calendario tiene diferente ropa de perro doméstico,

ahí van quedando las huelas como un largo cuello de cisne.

Hay pesadillas en la sombra de los colmillos,

que atardecen en jaulas con pájaros de desencanto,

y en ese abrevadero sin piedad de las entrañas que nos atan.

La sábana de la intemperie rompe los labios.

La bestia ciega de la noche hace jirones las alas nuestras.

—¿Dónde estuve antes, obcecada, (una litera de gotas)

de las falsas alegorías, de los pies rompiendo las nubes?

Nadie lava el alfabeto en medio de abismos.

Sobre gradas agolpadas en los poros descendemos

en el tacto que reclama al viento ciertos

acertijos para acariciar el vitral monocolor de la hojarasca.

El cielo devora los últimos tragaluces del insomnio.

Los brebajes son una retranca para el olvido.

Imposible tejer la roca inerme con la saliva de los pájaros.

 

Imposible abrir la puerta del infinito solo con el pecho.

Los días soleados organizan minuciosamente la caligrafía.

Dafne sobrepasa cualquier señal de pañuelos o sábanas.

La acechanza va más allá a cualquier cubito de hielo

en las sienes; hay huellas de sangre en la terraza del despojo.

Ante las ausencias cualquier color es bueno. Esta ausencia

marcada por la memoria, empeño de los ojos en una ciudad

inmensa, donde todo es sustituido por vigilias de sangre.

Ahí un zoológico de cuchillos insistentes

evidencian las huellas que nos deja el polvo del dolor,

el deseo secular en los prostíbulos bautismales de la progenie,

y esta lápida de comejenes en el pecho, Daphne.

Por eso en el rojo de la medianoche, en el rojo de los pezones,

bebo hostias nutrientes, también la incertidumbre de un pétalo.

 

(Dime que no simulas cuando entras a la zona del delirio,

dime que el reino nuestro está en este mundo,

dime que entrada la noche no seremos cazadores furtivos,

dime que no guardaremos el follaje en armarios en desuso,

dime que el musgo no crecerá en las ventanas).

 

El escombro diario que deja el estiércol deteriora mis zapatos.

Corroe el ángelus, el Padre Nuestro y torna en óxido la hora

primera no la postrera de nuestra «vía purgativa.»

Siempre los espejos son un largo camino en el deseo.

A menudo inmolamos los hangares de las retinas.

En los jardines del búho únicamente hay sombras.

De vez en cuando en los peldaños de la piel se juegan

exorcismos y otras sustancias que nacen de tus entrañas.

De vez en cuando la luz nos muestra los cántaros rotos

de la fantasía, la sal constelada del sollozo,

la lluvia temprana de las cartas y las fotografías.

¿Hasta dónde la zarza del vértigo toca la niebla,

o se torna arma secreta en los senderos,

en las baldosas de la bruma?

 

—Uno siempre va ascendiendo a los jeroglíficos del despojo,

como una burbuja en medio del mercado.

Alguien transita a través de los pedazos de historia.

Alguien se vuelve indecible en la noche, Junto a la apoplejía

de los discursos que de pronto devienen en congoja.

Ser uno es quitarse las dubitaciones, los muros en derredor

de los escombros, la macilencia de las patrañas:

—amanecer corriendo contra la tristeza y las deflagraciones,

vaciar los zumbidos de los guijarros,

y morder algún pájaro en el territorio de la lejanía.

 

Del libro: «Traspatio», 2009

©André Cruchaga

Imagen pintura de Man Ray

Barataria, 2009


martes, 4 de noviembre de 2025

ROMPECABEZAS Y ACERTIJOS

Pintura de Ray Many


ROMPECABEZAS Y ACERTIJOS

 

 

Este País requiere otro traje no el de malhechor y sus trampas:

llevamos más de doscientos años diciendo lo mismo.

No veo en los supermercados el caldo en bolsitas plastificadas

para aderezar las sábanas del nuevo hombre.

Estas piedras del Lempa o del Acelhuate inundan la vida

con ultrajes. No son materia de acertijos.

Mejor déjame vivir: «tirame a1 burro,

quiero ser un soldado saliendo de una casa vacia,

lejos de los poetas,

o de las putas con alas de mariposa» …

No hay otros canales para que el agua no salga en harapos.

—Un día será posible un espantapájaros con caracoles.

O una valium para no sentir la carcoma en los poros.

A veces hay que hacer trizas la boca de las estrellas,

el papel con ciertos ideogramas funestos,

ignorar las ventanas tras la oscuridad de los dedos,

tras las horas cuadradas de las polimetrías de granito.

Al mineral de los ojos caen indelebles los vestidos:

sólo que se derriten a la hora del hambre de los mediodías.

Para armar cántaros de arcilla, nos sirve la escoria

de los tragantes, del snobismo de los muebles,

o del aserrín de conacaste de aserraderos rurales.

Hacen falta mis hermanos

en los pedazos de pupilas que me quedan.

 

Unos aquí, con graneros grises, borobollones donde ardemos

diariamente; otros hablan inglés a oscuras en la turbulencia

de la filatelia de rompecabezas con lloviznas lisiadas.

A veces la nostalgia me pone como un perro tímido.

Lamo así la hojarasca del lenguaje y la estación de las azoteas.

Nunca ha sido fácil lavar la decrepitud con pedazos de lluvia.

Aunque el vinagre de las arrugas tienda a estirarse.

Un día menos pensado ascenderé al solsticio de lo imposible.

—A esa luz que devora las raíces del calendario,

a esa dentadura que muerde la arena de la penuria para combatirla.

De a poco los pedazos de silencio hacen techos y vitrales.

Un día menos pensado será posible navegar de nuevo

en los hilos espesos de la madera, en las formas finales

de los cuentos.

Pero no sé quién dirá el final feliz, ni gritará al unísono

en las piñatas, con un incendio de luz en el aliento.

Alguien recogerá los truenos de los espejos, las hortensias,

los números arábigos y los abrigos que nunca devastan

los recuerdos, y la lengua hastiada de las palabras.

 

Al final sólo me queda lo verosímil de las formas: las sillas

somnolientas de las sílabas y este haz de pequeños infiernos

de estar vivo esperando un puzle de tulipanes.

Al final, debo decir que me anticipé a la fragilidad de las colillas,

al sepia frío de las fotografías y a los años con manos indecisas.

 

Del libro: «Traspatio», 2009

©André Cruchaga

Imagen pintura de Man Ray

Barataria, 2009