martes, 4 de noviembre de 2025

ROMPECABEZAS Y ACERTIJOS

Pintura de Ray Many


ROMPECABEZAS Y ACERTIJOS

 

 

Este País requiere otro traje no el de malhechor y sus trampas:

llevamos más de doscientos años diciendo lo mismo.

No veo en los supermercados el caldo en bolsitas plastificadas

para aderezar las sábanas del nuevo hombre.

Estas piedras del Lempa o del Acelhuate inundan la vida

con ultrajes. No son materia de acertijos.

Mejor déjame vivir: «tirame a1 burro,

quiero ser un soldado saliendo de una casa vacia,

lejos de los poetas,

o de las putas con alas de mariposa» …

No hay otros canales para que el agua no salga en harapos.

—Un día será posible un espantapájaros con caracoles.

O una valium para no sentir la carcoma en los poros.

A veces hay que hacer trizas la boca de las estrellas,

el papel con ciertos ideogramas funestos,

ignorar las ventanas tras la oscuridad de los dedos,

tras las horas cuadradas de las polimetrías de granito.

Al mineral de los ojos caen indelebles los vestidos:

sólo que se derriten a la hora del hambre de los mediodías.

Para armar cántaros de arcilla, nos sirve la escoria

de los tragantes, del snobismo de los muebles,

o del aserrín de conacaste de aserraderos rurales.

Hacen falta mis hermanos

en los pedazos de pupilas que me quedan.

 

Unos aquí, con graneros grises, borobollones donde ardemos

diariamente; otros hablan inglés a oscuras en la turbulencia

de la filatelia de rompecabezas con lloviznas lisiadas.

A veces la nostalgia me pone como un perro tímido.

Lamo así la hojarasca del lenguaje y la estación de las azoteas.

Nunca ha sido fácil lavar la decrepitud con pedazos de lluvia.

Aunque el vinagre de las arrugas tienda a estirarse.

Un día menos pensado ascenderé al solsticio de lo imposible.

—A esa luz que devora las raíces del calendario,

a esa dentadura que muerde la arena de la penuria para combatirla.

De a poco los pedazos de silencio hacen techos y vitrales.

Un día menos pensado será posible navegar de nuevo

en los hilos espesos de la madera, en las formas finales

de los cuentos.

Pero no sé quién dirá el final feliz, ni gritará al unísono

en las piñatas, con un incendio de luz en el aliento.

Alguien recogerá los truenos de los espejos, las hortensias,

los números arábigos y los abrigos que nunca devastan

los recuerdos, y la lengua hastiada de las palabras.

 

Al final sólo me queda lo verosímil de las formas: las sillas

somnolientas de las sílabas y este haz de pequeños infiernos

de estar vivo esperando un puzle de tulipanes.

Al final, debo decir que me anticipé a la fragilidad de las colillas,

al sepia frío de las fotografías y a los años con manos indecisas.

 

Del libro: «Traspatio», 2009

©André Cruchaga

Imagen pintura de Man Ray

Barataria, 2009


 

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