ROMPECABEZAS
Y ACERTIJOS
Este País requiere otro
traje no el de malhechor y sus trampas:
llevamos más de
doscientos años diciendo lo mismo.
No veo en los
supermercados el caldo en bolsitas plastificadas
para aderezar las sábanas
del nuevo hombre.
Estas piedras del Lempa o
del Acelhuate inundan la vida
con ultrajes. No son
materia de acertijos.
Mejor déjame vivir:
«tirame a1 burro,
quiero ser un soldado
saliendo de una casa vacia,
lejos de los poetas,
o de las putas con alas
de mariposa» …
No hay otros canales para
que el agua no salga en harapos.
—Un día será posible un
espantapájaros con caracoles.
O una valium para no
sentir la carcoma en los poros.
A veces hay que hacer
trizas la boca de las estrellas,
el papel con ciertos
ideogramas funestos,
ignorar las ventanas tras
la oscuridad de los dedos,
tras las horas cuadradas
de las polimetrías de granito.
Al mineral de los ojos
caen indelebles los vestidos:
sólo que se derriten a la
hora del hambre de los mediodías.
Para armar cántaros de
arcilla, nos sirve la escoria
de los tragantes, del
snobismo de los muebles,
o del aserrín de
conacaste de aserraderos rurales.
Hacen falta mis hermanos
en los pedazos de pupilas
que me quedan.
Unos aquí, con graneros
grises, borobollones donde ardemos
diariamente; otros hablan
inglés a oscuras en la turbulencia
de la filatelia de
rompecabezas con lloviznas lisiadas.
A veces la nostalgia me
pone como un perro tímido.
Lamo así la hojarasca del
lenguaje y la estación de las azoteas.
Nunca ha sido fácil lavar
la decrepitud con pedazos de lluvia.
Aunque el vinagre de las
arrugas tienda a estirarse.
Un día menos pensado
ascenderé al solsticio de lo imposible.
—A esa luz que devora las
raíces del calendario,
a esa dentadura que
muerde la arena de la penuria para combatirla.
De a poco los pedazos de
silencio hacen techos y vitrales.
Un día menos pensado será
posible navegar de nuevo
en los hilos espesos de
la madera, en las formas finales
de los cuentos.
Pero no sé quién dirá el
final feliz, ni gritará al unísono
en las piñatas, con un
incendio de luz en el aliento.
Alguien recogerá los
truenos de los espejos, las hortensias,
los números arábigos y
los abrigos que nunca devastan
los recuerdos, y la
lengua hastiada de las palabras.
Al final sólo me queda lo
verosímil de las formas: las sillas
somnolientas de las
sílabas y este haz de pequeños infiernos
de estar vivo esperando
un puzle de tulipanes.
Al final, debo decir que
me anticipé a la fragilidad de las colillas,
al sepia frío de las
fotografías y a los años con manos indecisas.
Del libro: «Traspatio»,
2009
©André Cruchaga
Imagen pintura de Man Ray
Barataria, 2009

No hay comentarios:
Publicar un comentario