Imagen Pintura de Jackson
Pollock
ESCALERA
DEL DESEO
Hojas
caídas de un zodíaco genital sin sucios temores,
como
dos rodillas juntas, …
CARLOS
ILLESCAS
Una vez fuimos fervientes
al agua de las campanas.
Subieron las esferas a la
espesura,
los los ojos sobre la
carne,
el gozo en el sonido;
fuimos ventana
del lenguaje, encima
demla gema,
adelgazamos el grito del
pecho,
quitamos las fauces de la
calle,
alucinamos sin temor,
ensordecidos por el
fragor del trino.
Vimos partir los
escapularios de nuestras pupilas;
sin cansancio, arreciamos
el fuego,
los fuegos de la yesca,
los fuegos cóncavos,
los fuegos de la piel,
nos inclinamos al aire
para probar el equilibrio
y era firme y era roca,
la centella
el amor íntimo,
hasta que el tiempo se
robó el fuego
y supimos los límites de
la espina,
y supimos temblar en la
noche,
y supimos del escarabajo
inquilino,
supimos
del líquen
enredado
en la desnudez.
La felicidad es tan
efímera como un vilano en el aire,
como todo lo que
descansan en la noche.
El tiempo es un cadáver
en el petate de las sombras,
muerde la luna consagrada
en el pecho,
los pezones de yedra de
las acequias,
el interior del espejo,
trenzados chupamieles en
los puertos.
¿Hacia dónde nos lleva
este deseo,
aguas aplacando el polvo,
el soplo cuando crujen
los ijares?
¿Hacia dónde el arco y la
flecha,
el fogón de jarros y
manteles,
el balcón del jadeo que
vuelve melaza la llovizna?
¿Qué destino de puentes
hay que cruzar
para que no pese el
aliento,
ni la lengua deje de ser
siempreviva,
réplica de un telar?
—Desde siempre quiero un escalera
para subir y verbalizar
el follaje,
cielo arriba hasta tocar
cielo,
que no se vuelva
desechable el perfume,
ni aúlle cercano el
olvido.
Una escalera con la forma
del amor,
conmovido por el
descurimiento
del cuerpo y su dulzura,
conmovido por los
linderos del cuerpo.
Hoy quiero ser ajeno al
olvido:
quiero guardar todo el
sonido
y recordarlo en el
colibrí,
recordarlo, doméstico
de caricias,
recordarlo
y que perdure
en un lienzo
de madreselva.
Como la vida me ha dado
lecciones de peregrino:
siempre voy,
cautivo por el viento;
voy, zarpo, no siempre
hay peces
en la otra orilla,
luz que termina siendo
marea en el candil de la
carencia.
Subo a la escalera del
deseo,
pese a los adioses;
a menudo es sordo este
encierro,
aquello que mis ojos
no olvidan,
roja lengua en fuga.
Alucino en el seno
endurecido,
alucino en ella,
fastasma ebrio
en el espejo.
Del libro: «Dictado de
sombras», Barataria, 2011
©André Cruchaga
Imagen Pintura de Jackson
Pollock
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