JARDINES SUSTITUIDOS
Me
acuerdo de una música fresca, desnuda y madura
Me
acuerdo de un reloj de lata y un trencito de chocolate…
RAÚL
GONZÁLEZ TUÑÓN
Desde
oscuros jardines la calle abre sus calles vacías somos
«amantes
muertos, incesantes estanques cegados
por
las piedras.» En el cielo se ahorcan las gargantas: un trino
de
huesos cava en mis ojos, un invierno de relojes oxidados
arruga
los rituales de la risa. Todo es profuso
en
los candelabros de la noche y en las esquirlas del sexo
que
nos dejan los trenes. Arde de rodillas el pecho
en
los engañosos juegos del poder. Un canto de vinagre
se
ensimisma en los cascos del galope: siempre hablamos
a
los muros del país y a la noche que nos amarra el cuello
y
a los dientes que desnudan nuestro drama.
A
los ciegos siempre nos toca tropezarnos con los ataúdes,
pese
a los clavos que sustituyen a los jardines.
A
la oscuridad de la tormenta, pájaros disecados dormitan
desnudos
sobra una piedra; ahí las flores disecadas, la desnudez
expandida
bajo la losa, eleva locomotoras de humo
y
ríen los pájaros colgados de una rama de ceniza.
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