EDAD INCIERTA
Y me quedo mirando el mundo sin ojos, algún día el aire
roto, sobre la piedra circundante la madera. El pecho quemado entre multitudes
extrañas. Sin fotografías las arterias rotas, lo que fuimos en el frescor de
las certezas. y este morir desenfundado de la piel. Años junto a la fumarola de
su risa, adolescente desnudez de las mordidas bajo un corazón de flauta. Una
herida de cansancios sangra en las calles con sabor a vinagre y despojo. Una medianoche
nos enreda para no mirarnos, un incendio de cántaros arde en los costados. Detrás
del muro de esta fosa, los ecos de la infancia asfixian y cavan en lo hondo de
la espera: ahora, todo es surco de silencios en la boca. Una calle de sombras alarga
su lengua de miedos hasta hacer de la noche áspero asfalto.