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CONFÍN DE SOLEDADES
El alba se nos anticipa a la niebla,
quizás el lecho lacerado por lo insólito de la escoria en el fuego. Todas las
confidencias de la memoria nos dejan un sabor acre como el país que tenemos con
sus cataratas de olvido, como la invalidez de un alhelí de piedra alrededor del
pozo de la boca. Enviudamos infancia y sueños tal un mudo altar de huesos.
Jamás pudimos llenar la mesa en una tierra cansada de infamias, en un
territorio con visiones oscuras. En medio de ese hierro que exhala tizne, hiel
y máscaras, un confín de soledades.
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Del libro: “Lejanías rotas”, 2020
©André Cruchaga
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