© Edgar Degas - Woman Drying Herself
MONÓLOGO
Y
mis ojos lloran frente a las úlceras del dolor y al metal del cielo.
Mi
memoria siempre juega al encanto de los desencuentros.
En
el diente postizo de la felicidad, los espejos jamás envejecen,
ni
siquiera en aquel monólogo de máscaras masticando jengibre,
o
haciendo a dos bocas el submarino.
Luego
cabalgo en la ingle aguda de los aguijones,
en
el éter entero del día o en opioide de
mi infancia actual.
Raras
veces salgo ileso de mi conciencia,
de
los habituales funerales del horror que nunca acaban,
del
polen trizado en el pez del silabario.
Claro
que en la oscuridad descansa el cielo entre escupitajos,
agrios
de peñascos y vapores.
Desconozco
si es Mateo, Juan, Pedro, Lucas, el personaje extraño
en
mi alma, el que centellea en la distancia,
de
este trópico atravesado por la locura.
A
mi me parece hostil el harapo, el abandono y la domesticación.
Es
terrible cuando los zapatos carecen de la furia suficiente,
y
no está cerca el olvido, ni la imagen tuya sobre mi piel,
ni
el verdadero alivio para descender al infierno.
Cuando
acabe todo lo miserable, seguro reposará mi bolsillo.
Y
dejarán de roerme las ausencias.
Del libro “Vallejo dream”, 2019
©André Cruchaga
© Edgar Degas - Woman Drying Herself
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