Imagen cogida de la red
FLAUTA
MORTUORIA
A fuego lento la flauta mortuoria de los jardines y
también la rosa de la herida en el basalto. Son nada los dientes de polvo de
este cansancio, el rincón del tiempo terrible de fotografías, los columpios de
entonces sin artificios, pese a lo innumerable de la intemperie. Afuera, los
esqueletos vacíos de los ojos y su bostezo de candil mortuorio. Maduran los
pájaros en el dintel de la puerta: vuelan lentos, muy lentos, los espejos
arrugados de la desnudez, a veces las puertas y sus incrédulas cerraduras. A veces
tus pechos de sedienta fuga. (Duermo
debajo del sórdido árbol de la memoria, entre la oscuridad que desuella la
carne. Grita la ceniza ahogada en mi garganta; en medio del reguero de la
hojarasca, las calles negras de los parques y el mar desgajado en una lágrima.)
Ayer, la infancia; hoy, el aguacero de la edad y sus ecos.
Del libro: “Antípodas del espejo”,
2018
©André Cruchaga
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