Ilustración: Joan Miró
Sombra augural
Sé lo que quiero decir
Y sé bien por qué lo digo.
Emilio Prados
Ya no seremos nosotros con los remordimientos
Del presente los que desnudemos el granito,
Y hagamos de la tierra una pócima de cianuro.
Otros están cerca del final, atesorando,
—entre caos y sombra―
El imaginario completo de otros calendarios.
Eterno ha sido el sobresalto en la almohada:
Morir con la carne fatigada,
Presos del despojo ―hipo, sin duda, de la tempestad
Misma, pájaros de sal agonizando en la niebla,
Hasta caer en celosías de dolor,
Dedos caducos sobre lápidas de sed.
La yo seremos nosotros los que recojamos la ceniza;
Otros anudarán las alas y tumbarán el miedo:
―gota a gota, ardiendo en violines;
Seremos Lázaros entre sedientas vidrieras,
Subiendo a puertos en barcos de deseos.
Fin de mundo esta gran noche del tránsito:
El poder hegemónico hizo imposible la vida con sienes profundas,
Descendió a tropeles, carcomió los huesos
Hasta hacer de la sonrisa un apéndice de humo,
Hasta hacer de los pies ilusiones ateridas…
Hoy, el aliento de los espejos nos convoca.
―su claridad es breve: tensadas trenzas de uñas;
Brazos de amarillos peces, nidos de yodo
Sobre paredes guardando la boca de pañuelos espumosos;
Ellos se yerguen en el pulso del horizonte:
―azogue, acaso, donde reposan féretros a escala
Y las entrañas sangran mármoles de sed.
Vivimos es un mundo de vestiduras impostadas:
La brisa secular deshila la conciencia: ―se huye,
Escapa con los temores propios del veneno que exhala.
La noche en la garganta, ciega noche,
Crucial vinagre en el cartapacio de los ojos,
Rotunda escarcha como minuto oscureciéndose
En las instrucciones doctorales de la saliva.
Nunca fue tan grande el sofoco del orgasmo,
Ni el pulso, como categoría agitada de la sangre.
Ahora, la historia abre la antesala del horóscopo,
Para tatuar con leche pasteurizada el laberinto
De la sequedad humana,
Que impasible se torna en obsesa diáspora.
Sombra augural
Sé lo que quiero decir
Y sé bien por qué lo digo.
Emilio Prados
Ya no seremos nosotros con los remordimientos
Del presente los que desnudemos el granito,
Y hagamos de la tierra una pócima de cianuro.
Otros están cerca del final, atesorando,
—entre caos y sombra―
El imaginario completo de otros calendarios.
Eterno ha sido el sobresalto en la almohada:
Morir con la carne fatigada,
Presos del despojo ―hipo, sin duda, de la tempestad
Misma, pájaros de sal agonizando en la niebla,
Hasta caer en celosías de dolor,
Dedos caducos sobre lápidas de sed.
La yo seremos nosotros los que recojamos la ceniza;
Otros anudarán las alas y tumbarán el miedo:
―gota a gota, ardiendo en violines;
Seremos Lázaros entre sedientas vidrieras,
Subiendo a puertos en barcos de deseos.
Fin de mundo esta gran noche del tránsito:
El poder hegemónico hizo imposible la vida con sienes profundas,
Descendió a tropeles, carcomió los huesos
Hasta hacer de la sonrisa un apéndice de humo,
Hasta hacer de los pies ilusiones ateridas…
Hoy, el aliento de los espejos nos convoca.
―su claridad es breve: tensadas trenzas de uñas;
Brazos de amarillos peces, nidos de yodo
Sobre paredes guardando la boca de pañuelos espumosos;
Ellos se yerguen en el pulso del horizonte:
―azogue, acaso, donde reposan féretros a escala
Y las entrañas sangran mármoles de sed.
Vivimos es un mundo de vestiduras impostadas:
La brisa secular deshila la conciencia: ―se huye,
Escapa con los temores propios del veneno que exhala.
La noche en la garganta, ciega noche,
Crucial vinagre en el cartapacio de los ojos,
Rotunda escarcha como minuto oscureciéndose
En las instrucciones doctorales de la saliva.
Nunca fue tan grande el sofoco del orgasmo,
Ni el pulso, como categoría agitada de la sangre.
Ahora, la historia abre la antesala del horóscopo,
Para tatuar con leche pasteurizada el laberinto
De la sequedad humana,
Que impasible se torna en obsesa diáspora.
Barataria, 02.02.2008.
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