jueves, 7 de agosto de 2025

PIEDRA DE LA NOCHE

 

Pintura de  Antoni Tàpies


PIEDRA DE LA NOCHE

 

Piedra la noche en el jardín de los ruidos.

La llama del candil vuela sobre su sombra;

tiembla el reloj de puño sobre las calles,

mientras un suspiro acerca su saliva al horizonte:

los pájaros se anidan como sombreros de miseria.

 

Luego las nubes gotean lejanas lágrimas:

—como lengua de arco iris descienden

a las raíces y ahí cobra vida el imán de la tierra.

 

Los perros husmean en el ruedo de los pantalones;

uno y otro reconstruye la geografía

con su olfato de alfiler y oídos de bisturí.

 

La noche está abierta a la agonía —digo,

y sin embargo, en los parques no se notan

las canucas de la infancia.

 

Nadie se percata que, entre los tragaluces de las hojas,

hay fosforescencias ignoradas,

y también, barcos que se hunden en las sienes.

 

A veces me siento en su dureza nocturna,

pero la intemperie me acobarda:

siempre la orfandad fue diluvio; nunca estuve ileso

de su polvo oxidado; —ese polvo que cae

donde bebo agua todos los días.

 

Por eso también el aire de la noche y el agua,

se tornan piedra en mi boca: beber el vértigo

que da el abismo ya es temeridad

pues de repente hay cruces y no puertas

que apunten a sonrisas…

 

La noche se desplaza sin fatiga

pese a la grieta que se abre todos los días en el calendario.

—Pese a estar en la caverna

de mis huesos comiéndose los pies

y cercenando las pupilas. Golpea como la luz

que de pronto irrumpe en los ojos.

 

En el horizonte las imágenes se diluyen.

 

Sobre mis hombros sólo hay caminos imposibles:

— el alba fue emboscada;

de otro modo los sueños todavía fueran

posibles en un siglo de crepúsculos aviesos.

 

Pensar ahora en el acaso, sería estupidez,

cuando la mirada se perdió en la noche de la espera.

 

Tanta noche en alacenas aulló en mi dolor,

la muerte diaria se ha vuelto piedra amarga;

en tanto gemido estropeado por la vida,

sólo queda esta proclama de la conciencia.

 

Y acaso, sí, un deseo de olvidar, en mi paladar,

la piedra con su dolor galopante de orégano…

 

Del libro: «Ocupación de la memoria», Barataria, 2015

©André Cruchaga

Imagen  Pintura de  Antoni Tàpies


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