Imagen pintura
de André Masson
DESDE LO MÁS
PROFUNDO DE LA OSCURIDAD
(Esta voz y esta sombra que no entiendo,
los días oscuros, lentos, encorvados sobre la lengua negra de los muros; en el
umbral de la línea de la espuma, el corazón de la noche con su presentida
herida. La rosa del pájaro que bulle en los sueños inclinados de la sombra
sumergida en la garganta: —habrá, un después, me digo —mientras paso la mirada
sobre la ceniza y las colillas—; en la humedad del césped, borrón y cuenta
nueva).
En el río que duerme en las venas, la luna de piedra
hacia la noche,
las aguas consagradas al silencio de lo profundo, el
interior
navegando como un cristal derretido.
Nada más oscuro que el grito de la piedra en el
inminente abismo
Donde los sepultureros acoplan y revuelven la bruma de
polvo
de las contradicciones históricas, materia para
discutir el drama
de los amedrentamientos o solo la tuberculosis
amontonada
del otoño como fruto de la caducidad de la hoguera.
Desde la emoción pretérita de un hospicio maduran y
enmohecen
los cementerios y ciertamente también los sueños.
Sobre el candil de las sienes, el espejo siempre de la
penumbra,
pétreo, bestial en su danza de pared derruida, justo
en la esquina
doliente del viento; en lo profundo de la oscuridad el
despojo pierde
su identidad para convertirse en estupefaciente.
—Vamos, digo, que con la simplicidad de la madera: las
sombras
descubren el rumbo de la luz y las campanas.
En los versículos de la tortilla, salir del hambre es
una epopeya,
sube al patio trasero una constelación de langostas.
Del libro:
«Incendios giratorios», Barataria, 2013
©André Cruchaga
Imagen pintura
de André Masson