©
Pintura Jackson Pollock
LACERACIONES
Mirada ansiosa de rescoldo de golondrina
sonrisa apuñalada
laceración aguzada de la sangre
la araña saca el hilo de una arruga:
toda la vergüenza bebida en el respiradero de una boca.
Jacques Roumain
Callado ya, el
claustro viejo de mi carne. Los sueños mutilados. Callada ya, mi sombra, frente
a la sombra del humo. Con el atardecer los viejos durmientes enmohecidos. La
luz secreta de los pañuelos. El corazón con su adiós mortuorio. Hay sucesivos
túneles en la sed de mis ojos. En cada página escrita circula la tinta de
diferentes rostros. Ahora quito las monedas que nunca tuve en mi bolsillo. Las
espátulas del tiempo maceran mis recuerdos. Mis anhelos. Braman largas trenzas
de ceniza en el resuello, gangosas vértebras del aullido, rotas las vísceras de
las distancias.
—Dejo entre mis tiliches, húmedos moluscos, vientos
que la sangre no pudo olvidar. Doy cuenta de las criptas que siempre fueron mis
lámparas, del Karma solar de mis sienes. Doy cuenta de las sombras. Hay tanto
que decir después que “todo lo mira el
ojo de la conciencia”, después del ventarrón en las sienes. Después de
callar, todos los muertos. Después de haber muerto tantas veces. Después de
madurar en los arcanos. En mí se apuñaron senderos de musgo. Guijarros de
dudosa lava. En mí, diademas de polvo en las palabras. —“Y no hallo un solo misterio innumerable”, más que los pespuntes de
ciertos balbuceos. Aún con horizontes azarosos, me urge la madera. Desciendo
con la urgencia del que trilla mausoleos. Cierro las ventanas. Preparo el
olvido. Apago el ciempiés de mi saliva. Germina el ijillo comprimido en los
cirios.
Del
libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André
Cruchaga
©
Pintura Jackson Pollock