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MIENTRAS
DUERMO
When
i close my eyes i hear your velvet wings and cry
i’m
waiting here with open arms…
JUDAS PRIEST
Mientras duermo, el
ojo despierto sobre la luz de la oscuridad:
todo es penumbra,
vivencia del estertor,
acaso esa verdad que
no alcanzan a ver mis ojos ciegos.
Aquí, me rehúso a los
sueños desdibujados,
al paraguas difuso de
la sombra;
encima, el mundo como
un guante sobre mis sienes,
el delirio no tiene
banderas,
pero sí, olas y mares
que el pensamiento desvela bajo
la sábana del cuerpo,
bajo la sábana te espero
con los brazos
abiertos, al pie la sombrilla de la memoria,
quizás la muerte con
sus ojos interminables,
el cielo abisal de
las palabras,
luego la noche tan
cotidiana como los zapatos.
Cuando cierro los
ojos oigo tus alas de terciopelo:
alas vívidas cantando
sobre mi cuerpo, leves, pero ígneas;
llegas impaciente a
sofocar mi sed, siento tu boca,
el latido que me
embriaga y me despeina:
frente a los balcones
la tierra vital creada por nosotros,
el hambre en tus
senos que se tiñen de rojo, roja hambre
del amor sobre el
arrebato indeleble.
El río de la vida
desemboca en el río de tu cuerpo:
la humanidad entera,
la mía,
la que va de prisa
como una puerta que abre el viento
con todos sus espacios
corpóreos,
ahí te veo, cuerpo
quemándose en la hoguera de mis manos,
cuerpo mágico
resbalando en mi piel,
tan breve y perfecta,
fronda que mi boca aprisiona.
El ojo lame tus pies
blancos, la lengua que devora,
flor desmenuzada con
mi dedos:
yo el ángel con mis enajenados
pensamientos,
yo en ella, la mirada
que vuela luminosa,
ella en mi, ebria,
con un grito resplandeciente.
Son tibios tus
jadeos, nuestro ramaje de insomnios
Y alucinaciones, los
pensamientos en la carne,
en la voz del cisne
que hormiguea en el aire.
Mientras duermo, el
reloj sacude el pecho, curiosamente,
los horarios ajenos a
la alegría,
lo apenas presentido.
Te levantas y
extiendes tus alas al poniente.
Mientras, duermo.
¿Duermo sometido a tanto arrebato?
En las raíces del
sueño los árboles en fila,
—el fuego en pétalos líquidos,
líquida arcilla,
la yedra del rescoldo
en la oscuridad,
el instinto
sacudiendo mis trapos desasidos.
No hay más certezas
que este acabamiento interminable:
semanas sin tregua,
mi alma cedida a tu
vientre,
ramas como el torso
bajo lo vivido,
arenas derramadas en
las sienes,
bóvedas, túneles que
el sueño insinúa en azadones.
«Tu cuerpo bellamente
desnudo» me impone su oleaje.
A veces aterido por
este pequeño vicio de tenerte
a manera de flor a la
orilla de la cama.
Mientras duermo, el
sueño apuntala ese destino de irradiación,
universo de destellos
a espera del surco,
paisajes sin cábalas:
viajo así, ebrio de ecos y fuegos,
herido en el arcano
me recuerdas el hechizo del poema,
vedado a veces, por
el escombro
que repta hasta las
sienes como un mapa de desvelos,
como el aserrín
expulsado de la madera.
Del
libro: «Testamento del pretérito», 2011
©André
Cruchaga
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Barataria, 2011




