DE PRONTO, LA
ESPERA
Se
multiplica el día en los espejos
del
gran escaparate, entre lunas altivas,
me
llama la atención una figura…
MILAGROS
SALVADOR
Por tu cuerpo, los
brazos míos,
poros ofrecidos,
gajos de luz
como un
rascacielos de fósforos en mi respiración;
por tu
cuerpo,
el gozo de las
palabras jugando al camino,
al puñado de
luciérnagas hechas sed, amaranto,
búsqueda
irremediable;
una voz muerde las
sílabas con esa música que sabe a canela,
a mar, a
lontananza.
Por tu cuerpo sale
el poema
sin Pie quebrado,
entero como el
rigor intenso y firme de la turbulencia;
hacia el nido,
la sábana es un
absurdo.
La boca
fragor de música.
Por el agua de
fuego que bebemos,
habremos de
consumirnos
en el ventarrón de
los orgasmos
hasta que piedra
sobre piedra sea un solo latido,
un mortero
a quemarropa, en
los tendones del badajo.
Por tu cuerpo,
hecho de brasas y campanas,
el rojo del latido
enarbola
los metales; el
juego es un ave rapaz,
el mediodía del
solsticio,
las lilas en
espiral ardido.
Cuando más es la
espera,
sube solidario el
mendrugo,
caldera de dos
cuerpos;
en el pan que
abrasan las pupilas,
la caricia derrite
la materia,
el navío donde
todo
se vuelve
inagotable.
Por tu cuerpo he
venido a beber tiempo y abejas,
racimos de miel en
el azahar del sexo,
alberca donde cava
el desatino;
en el acecho
quemamos la garganta,
esa espera que
hace largo el vuelo,
el barco terco de
las caderas,
el fogón que nos
de permanencia en el acantilado.
De pronto la
espera,
dura moneda del
poniente,
la espera,
quemadura.
Por tu cuerpo
caduca la urbanidad,
la claridad
absoluta;
y no importa
esperar a que el jadeo
brote deshojado,
igual que un otoño
de hojas húmedas en las manos,
igual que el
deslizamiento del eclipse
sobre la caleta
del ombligo.
Por tu cuerpo,
sitúo la flama en
la hondonada y no importa
cuánto mundo tenga
la lección que aprendemos
en las redes
movedizas del desasosiego.
Ante los ojos,
El cuerpo
volcánico del laberinto:
nuestro tesoro que
nos ancla en el arroyo.
Siempre el cuerpo
se enciende con
azúcar, digamos,
azúcar cárdena del
musgo
en el paladar del
tiempo.
Por tu cuerpo bebo
a jarras el espejismo.
Y no importa
esperar
en el sereno, si
los párpados sin brida,
beben la vigilia
del tatuaje,
la luz de la
almohada, las raíces del vientre,
la diadema de los
lóbulos,
esta cobija que
nos asiste.
Esperamos que
playa y mar no angosten los litorales
y que la
fecundidad, haga lo suyo:
unir el eslabón
del vuelo sin riesgo a que la tarde
nos haga caer en
el vacío.
Del libro:
«Dictado de sombras», Barataria, 2011
©André Cruchaga
Imagen Pintura de
Jackson Pollock