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jueves, 30 de septiembre de 2010

INTREPIDEZ DE LA HOGUERA AL AMPARO DE LAS LCIÉRNAGAS

Siempre me toca, embriagado, consagrar en mis edictos, la luz
De la hoguera. Alivia la uva derretida donde navego.
El vado del aire que sube escaleras,
La respiración que nunca se apaga, ni en los momentos más difíciles.
Siempre digo que hay cárceles apetecibles: —el fogón donde
Nos avasalla el jengibre,
El vaso de la euforia, la voz que se abre al desatino.
Imagen tomada de la red







INTREPIDEZ DE LA HOGUERA AL AMPARO DE LAS LCIÉRNAGAS







Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
FRANCISCO BRINES







Siempre me toca, embriagado, consagrar en mis edictos, la luz
De la hoguera. Alivia la uva derretida donde navego.
El vado del aire que sube escaleras,
La respiración que nunca se apaga, ni en los momentos más difíciles.
Siempre digo que hay cárceles apetecibles: —el fogón donde
Nos avasalla el jengibre,
El vaso de la euforia, la voz que se abre al desatino.
(He vivido tanto tiempo en medio de telarañas que ahora lo menos
Íngrimo me parece un paraíso: la desazón abierta del sendero,
El sueño trastocado por tanta reminiscencia.)

De esta suerte viene la secuela filtrada del desvelo; quizá el yerro
Profético de la caverna, o simplemente, ese hilo que secretamente
Me sujeta al hueco de la mano que debe asistirme.
Junto a esta ficción atroz al amparo de las luciérnagas,
La zarza quejándose en mi conciencia, la misma hoguera que salpica,
Los horcones y las vigas, la sombra que pueda cobijarme en mi otoño.
Cuanto más la presencia de la brújula en desatino,
La noche bebe los balcones planetarios,
El lirio negro deshecho en las manos. El ansia, sin embargo,
En su carrocería de bahareque.
(A más zumo en mis pupilas, conmigo el aguarrás consumado:
La llama con tizne sobre la vegetación de las pupilas.
El barro convertido en guijarro.)
No sé si la hoguera tiene en su jarro de arcilla, un rato de resplandor,
Un cauce donde yo exista,
Un punto donde la lengua lama el musgo del cielo,
Una fragancia de aliento con decoro.
En esta suerte, el sueño empoza todos los juguetes posibles.
A más aire, más la agonía de gastarme los dedos. Los tímpanos.
La escalera de las cejas, los pasadizos crujientes de la ebullición.
Siempre me toca, ya por costumbre, morder las puertas de las falacias.
La materia inventada en la sal,
Los suspiros que uno enarbola a solas, casi dejándose morir.
Después de todo, también uno vive en medio de trajes ajados:
—La ropa es como el agua ensimismada de los ríos sobre las piedras.
Arde, entonces, el horizonte. La vida en la caricatura que se es,
La sed que nunca se sacia por más riego y humedad.
Nos miramos en la sombría palpitación de los harapos:
¿Qué humanidad nos ampara en esta indigencia, en esta desembocadura
De lápidas, en este río que da a la noche?
—Por suerte nos purificamos en la orgía del fuego. La ceniza
En nuestro pecho debatiéndose en los espejos.
La escoria es, al final, nuestro respiro. La mesa total que nos hiberna
Con su metabolismo terapéutico.
Barataria, 29.IX.2010

martes, 28 de septiembre de 2010

FRAGILIDAD DEL CUERPO

Dejo que pasen los días derrotados. Los vencidos, los que nunca
Amanecieron. Fotografías desembocadas en el sueño.
Dejo que las sombras traspasen el umbral de la puerta, el quicio
De los calcañales, la palabra artificial de las anclas.
Después de todo, nunca estuviste aquí, junto a mi torpeza.
Imagen de André Cruchaga






FRAGILIDAD DEL CUERPO






Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
LUIS GARCÍA MONTERO






Dejo que pasen los días derrotados. Los vencidos, los que nunca
Amanecieron. Fotografías desembocadas en el sueño.
Dejo que las sombras traspasen el umbral de la puerta, el quicio
De los calcañales, la palabra artificial de las anclas.
Después de todo, nunca estuviste aquí, junto a mi torpeza.
Nunca tu cuerpo indeciso en las mañanas amarillas, con tu caracol
Detenido en la yerba.
Caminamos solitarios largas jornadas de frío y sed.
Sin superficie firme el cartucho del calendario de los brazos.
Nos habituamos al paraguas deshabitado de la fragilidad,
A la primera sombra de la noche ocupando las ventanas.
Ahora se hace más difícil caminar entre calles con escenas criminales:
(Pululan las armas y el crac como viejas meretrices).
De silencios inocentes, pasamos a ser silencios obligados.
A cada rato, sin quererlo, tropezamos con la muerte:
—Es así de simple vivir en medio de este caos vertiginoso.
Es así de simple la fotografía tuya que no miro desde los albores
Gastados del tiempo.
Al final es inútil el manifiesto de los pálpitos.
Las conversaciones boca a boca que tuvimos en los astilleros.
En el tren líquido del sudor. En la posta del rocío.
—¿De qué adjetivos, de qué fechas, puedo acordarme, de qué bodega
De palabras en la extensión de la noche?
(El tiempo de lo vivido se nos va en cuestión de segundos.
Viene la colilla cansada de ceniza. Vienen los lugares de la noche.)

¿Es posible tanta fragilidad sin convalecencia?
Crímenes que llegan hasta los hospitales y en el anonimato.
Certezas que solo se descubren en el entresueño de la almohada.
De hecho, la debilidad del labio nos delata.
Tanta piel cansada de los recuerdos. Tanta suciedad en las manos.
Perdimos bajo el armario de la trementina los días felices.
Nos muerde la mano insomne del desabrigo. El moho que nos hace
Presentir días peores,
La respiración que de pronto se ahoga debajo de las sábanas.
Uno, al final, no sabe qué destino tendrán las calles y las fotografías.
La truculencia, el engaño, los días solemnes, los toldos de guijarros
Colgados de las vigas de nuestras sienes.
Más allá de todo esto, sabes que zumban como moscardones los temores:
Los miedos, los sigilos, la incertidumbre.
(Sabes que “los fuegos inhumanos” nos acechan hasta el vértigo;
Vertimos la tristeza ceñida en los brazos.)

Quizá nunca podamos sobrevivir a la tormenta del designio.
Quizá el frío sea nuestra propia telaraña en la memoria.

Barataria, 26.IX.2010

lunes, 27 de septiembre de 2010

DESDE LA CENIZA, NOSOTROS YA SIN ANTORCHAS

Desde la ceniza, nosotros ya sin antorchas. —íngrimos mortales
Del susurro sobre la piedra visceral del sustento.
Efímeros sustentos de la llama, alas recortadas por el polvo de la calle
Que nos mira la cara y nos barra de tierra aterradora.
Imágenes en blanco y negro








DESDE LA CENIZA, NOSOTROS YA SIN ANTORCHAS







¿Por qué cuanto ha nacido languidece?
¿Por qué temor y sueño, vida y muerte
ensombrecen el mundo de este modo?
PERCY B. SHELLEY






Desde la ceniza, nosotros ya sin antorchas. —íngrimos mortales
Del susurro sobre la piedra visceral del sustento.
Efímeros sustentos de la llama, alas recortadas por el polvo de la calle
Que nos mira la cara y nos barra de tierra aterradora.
Pronto sabemos que la luz es instantánea. Pronto somos araña
Marginal del moho; respiramos la fugacidad como lo hace la sombra
Del reloj en los estantes del sueño y el ardor,
El salmo de la espuma,
Los pañuelos blancos de la pureza,
Los silogismos de la sed respirados por la historia.
Desde la ceniza nos come el hongo de la oscuridad. Los sótanos ciegos
De la ropa, los perdigones de relojes corrosivos, la crisis organizada
De nuestros días con sus vigas de miedo e incertidumbre.
Desde la azotea del insomnio, la boca nos convoca a masticar el pulso,
El ave de los zapatos,
La mueca de amor que nos atisba con colores de dudosa procedencia.
—¿De qué nos sirven las antorchas, cuando el tizne es más profundo
En el tiesto de la cama,
Cuando hierve el fémur de las palabras? —No siempre nos reencontramos
En la conciencia, en el tapial del dique,
En la mordida de los horarios, en los niños que garabatean el arcoíris,
En la lluvia después de la luz de las parábolas.
Nuestro altar ha sido repetidamente quemado. En el ruido se perdió
Cada nombre de las cosas, —los nombres nuestros, la ingenuidad del izote
Y el maquilishuat, la luz de nuestras sienes. La música alada
De la desnudez. La ilusión del pan en el juego doméstico de las frutas.
—Vos y yo, hemos andado como aguas errátiles, alabastros inasibles
En esta herrumbre de la sal,
En esta carcoma del frío y el calendario.
Nuestro oficio de vivir tiene los días contados en la dureza
De los balcones, en la pared donde hay millones de bocas sin saciarse
En las aguas del espejo.
De hecho, todavía seguimos el nómada camino del diluvio
Y no encontramos, el aliento nuevo que nos quite esta miseria del alma.
La vida nos convoca a cierto nomadismo aleatorio.
Hay esferas donde es entrañable el tiempo o el vitral incesante
Del ala con todos sus augurios.
Así, pues, pagamos el precio con la piel, con la risa o la mueca.
Así pues, mordemos los papeles con salmuera. Los que fuimos,
Ahora estamos sin la antorcha que nos desvele las pupilas
Y los sueños. El continuo sonido del tránsito.
Barataria, 26.IX.2010

domingo, 26 de septiembre de 2010

EN EL MISMO SITIO DE PARTIDA

Vuelvo al mismo ahogo de aquellos años cuando comencé a escribir.
No sé qué cosas han cambiado en este cruzar la sombra del árbol.
Por supuesto ahora es más firme la conciencia de pensar:
Unos amigos que se han ido; otros que han venido
Y están aquí en la dócil e inefable palabra. Están aquí los amigos;
Los que no lo eran volaron hacia otros universos.
Autor de Acuarela: Francisco basallote







EN EL MISMO SITIO DE PARTIDA







Y yo sobre la tierra, oscurecido
por tanta luz, yo, ciego,
soñando en dios, soñando en ti,…
VICENTE GAOS







Vuelvo al mismo ahogo de aquellos años cuando comencé a escribir.
No sé qué cosas han cambiado en este cruzar la sombra del árbol.
Por supuesto ahora es más firme la conciencia de pensar:
Unos amigos que se han ido; otros que han venido
Y están aquí en la dócil e inefable palabra. Están aquí los amigos;
Los que no lo eran volaron hacia otros universos.
Los años han tensado mi risa y el alfabeto con el que trabajo. Pero,
A menudo tengo que regresar al punto de partida: la infancia temprana
De mis días viejos, la sombra verde por el paraguas gris,
El beso quemante por el reposado,
Las calles claras, ahora con sangre y ceniza y malhechores.
Bajo el cielo los lirios gastados de la piedra filosofal.
El olor, a menudo, del contraste. El desvelo irrestañable de la lluvia.
No existe el mismo sitio después de una catarsis de años. No al menos
Físicamente, sino en los centímetros huraños de la memoria.
Hoy, sin embargo, escucho mejor la sangre del viento:
Respiro junto al piar de las aves de corral que entran a mi metabolismo.
Desde entonces, —parafraseando a Neruda— ya no somos los mismos,
Pese al tiempo de mayo de las germinaciones.
Vuelvo a sabiendas del despojo de mis sentidos.
Abro las manos de las puertas.
Pienso en lo menguante del espejo y la ruina de las cronologías.
El petate de aquellos años todavía está en mi memoria.
La ventana, el amor con su espejeo planetario,
Las vigas, los horcones,
La brasa roja del entejado,
Los mangos inclementes colgando del aire,
Las paternas con su flauta dentada. El nixtamal hecho tortilla en el comal.
Me desvelo con estos sueños esponjados en el alambique
De mi propia confidencia.
Y es entonces cuando pienso que estoy en el mismo sitio sobre
La brasa doméstica del abrazo,
Sintiendo los centímetros del cuerpo reunido.
Nada es como antes, aunque haya recorrido leguas para llegar al mismo
Sitio de la barranca y la guacalchía,
De la huerta colgando sus sombras, del árbol de sueños de la maroma,
El seesaw del patio,
El poyetón con su sed descalza de fuego.
Uno advierte, de pronto, los años gastados de los zapatos.
Los rastros que las palabras van dejando en la piel, las patas de gallo
Del eco, las vaguadas paradójicas de las tajuillas,
Los dientes cansados de la bruma.
El tren me hace volver al mismo sitio de partida, al vértigo
Revivido de las sonrisas…
Barataria, 24.IX.2010

sábado, 25 de septiembre de 2010

ESTÁS HECHA

Estás hecha de relámpagos, de luz, de lluvia.
De arbitrio, de ardimiento, de blues.
Estás hecha de océano. De olfato.
De lengua. De saliva. De fermentos. De asfixia.
Estás hecha de campanas y luciérnagas.
Imágenes en blanco y negro








ESTÁS HECHA







Nadaba por el agua transparente
en el hondo, y pescaba gozoso
con un pequeño arpón peces brillantes,…
OLVIDO GARCÍA VALDÉS







Estás hecha de relámpagos, de luz, de lluvia.
De arbitrio, de ardimiento, de blues.
Estás hecha de océano. De olfato.
De lengua. De saliva. De fermentos. De asfixia.
Estás hecha de campanas y luciérnagas.
Estás hecha de escaleras y uvas.
Estás hecha de mediodías rotundos.
Estás hecha de sonidos y agua.
Estas hecha de poros delirantes y lengua de semillas.
Estás hecha de mis gotas de árbol.
Estás hecha del abismo que se abre a la centella.
Estás viva en la gracia del hambre.
Estás sosteniendo la raíz terrestre.
La fragancia del hallazgo, la arteria de la torre
En el relincho.
Estás en lo invisible de la noche:
El huracán crece en silbidos.
Estás con la espina adentro de la respiración.
Estás así, demencial, cercada por la esperma.
Estás de rodillas bajo la hipnosis.
Los labios discurriendo en la música.
Estás convulsiva en el respiro:
Ay, el grito en plenas alas.
Estás hecha para derramar todos los ritmos:
Pétalos frenéticos del arroyo.
Estás hecha para remover las aguas más espesas
De este vértigo de tsunami.
Estás hecha de cabellos dóciles.
De brea. De tea. De oleaje.
Estás hecha de lava y espejos. De azúcar despavorida.
Estás hecha de húmedos almácigos.
Estás hecha de pétalos y alambiques.
De cárdeno musgo. De andar sin puertas.
Estás hecha para el gozoso olor del azogue.
Para subir los párpados a las estrellas.
Estás hecha para levitar en el azul de la guitarra.
Estás, ahí, perversa con tu tacto.
Horadando el timón del éxtasis.
Estás hecha de innumerables soles.
Estás hecha de sal dulce: profana
Carne en el desvelo.
Estás hecha de ríos eufóricos.
Estás hecha para beberte en el desvarío.
Estás hecha en los costados, de luces victoriosas.
Estás hecha para que la hoguera
Deje su tatuaje…

Barataria,23.IX.2010

viernes, 24 de septiembre de 2010

EL DÍA

El día con sus calles ásperas
Nos agrieta. Nos avienta a la dureza.
Nos lame a través de su corriente.
Es piedra tumbada.
Es puerta caída: soledad plena.
Imagen proporcionada por el poeta Juan Antillón









EL DÍA







Los ríos de las venas que afloran en su piel
eran rutas abiertas
a la navegación y al gozo.
OTTO RAÚL GONZÁLEZ






El día con sus calles ásperas
Nos agrieta. Nos avienta a la dureza.
Nos lame a través de su corriente.
Es piedra tumbada.
Es puerta caída: soledad plena.
El día sin tus manos de relámpago
Alumbrándome.
El día sin tu pubis de harina.
El día sin detenerse en mi arpón.
Sin tu miel de vocales fragantes,
Sin tus dos torres incitantes.
El día mudo, cántaro cerrado
El pubis que salpica de pájaros
Mis sienes gastadas, mis pupilas
Antiguas, heredadas de la noche.
El día hundido en los lagos
Del humo, entre el suelo y la altura,
Entre mis calcetines gastado
En los calcañales,
Entre mis pantalones raídos
Por el deseo de tigre en celo.
El día descubierto en las abejas.
El día mordiendo mis uñas.
El día desbocado de cascos.
El día con disimuladas opacidades.
El día en el calor de los párpados.
El día en tu ombligo sediento.
El día elevado a campana. A madera.
El día entre tus muslos.
El día perdido en el humus del sexo.
El día de arrayán con pájaros.
(Brasa escondida entre la zarza,
Luna abierta, sin el sombrero
Del cielo.)
El día dándose en secreto
Como un mágico aleteo de aguas.
El día como un ave en desvarío.
(Todo tu vientre, denso y fresco
Racimo de esperma inabarcable.)

El día aquí, entre nosotros,
Nace y muere la espiga del circuito.
El día de la tortilla transpirada:
Harina enterrada en la garganta.
El día en la boca del minuto.
El día entre la ropa del sudor.
El día con espejos derretidos.
El día sin más: fogata, flecha,
Cuaderno, río de piel, caracol,
Viento sobre el césped de los mapas.
Barataria, 22.IX.2010

jueves, 23 de septiembre de 2010

EL TIEMPO ESTÁ URGIDO DE SOMBRAS

El tiempo está urgido de sombras. Florece en los anillos póstumos
De mis uñas acostumbradas a la invasión de la tierra.
En cada pabilo del traspié deshace los folios de los poros.
Yo, efímero en esta batalla del desvelo, —hay frío, de pronto,
En la aparente mansedumbre del espejeo.
Imágenes en blanco y negro








EL TIEMPO ESTÁ URGIDO DE SOMBRAS








He inventado mundos nuevos. He soñado
noches construidas con sustancias inefables.
He fabricado astros radiantes, estrellas sutiles
En la proximidad de unos ojos entrecerrados.
PABLO ANTONIO CUADRA






El tiempo está urgido de sombras. Florece en los anillos póstumos
De mis uñas acostumbradas a la invasión de la tierra.
En cada pabilo del traspié deshace los folios de los poros.
Yo, efímero en esta batalla del desvelo, —hay frío, de pronto,
En la aparente mansedumbre del espejeo.
Nunca salgo ileso del frasco insepulto del respiro: siempre el caos
De las fechas, el ojo inhumano que me avienta a la niebla,
La herida con la hoja de afeitar,
La antigüedad de la memoria, prolongado disparo del desatino.
Primero fue el pasado: el doblez del bostezo imprevisto, el océano
De la materia, las aguas profundas del vaho;
Luego el presente: ese vidrio de sol depredador, la indagación
De las llaves en las pupilas, el pecho aterido, colgando de los periódicos,
Los roedores furiosos en el estertor de la cama,
El humo de los cuetes como arañas desperdigadas,
El aire arrastrado por la hojarasca;
Ahora el futuro: un solo gemido de sombras en las cucharas.
Horas de bruma. Humo. Sed. Ojos cayendo, quién sabe en qué audiencia,
En qué manicomio de mudos,
En qué ventana ornamentada con gargantas,
En qué lluvia ácida de puertas corroyendo la madera,
En qué piedra de moler exacta con el grano de Esperanza,
En qué grafiti nutrido de sangre, aliento de lentas moscas.
Bajo este vacío de palabras evoco las vocales íntimas de la aurora.
No hay otros signos, sino los próximos besos en el cartón,
Las plumas cerradas del metal,
El tedio de las mismas lecturas en los noticieros,
El bosque con asechanza de depredadores, el cielo sordo de las piedras.
Sé que debo caminar en medio de este huracán adusto.
Sé que el moho me ha robado la alegría.
Sé que con mis pies ciegos, la noche es eterna en su herida.
Sé que los micrófonos no sirven en la inclemencia. Ni lo inhóspito
Es agua limpia. Ni los abanicos me traen la luz.
Sé que el calendario es agua retenida en el lavatorio quemado
De los brazos, en esta música de abatida noche.
No sé qué hará el cielo dentro de una botella. Dentro de los próximos
Rituales del paisaje. Ya no sé qué decir cuando se pierde la lucidez
Y todo se torna hamaca tirada al matorral.
Ahora mismo hurgo entre los papeles del grito: —siempre es así
Cuando se está frente al paredón y abajo es enorme el desvarío.
¿En qué suavidad puedo confiar mis sueños, sin desnudar las viejas
Grietas que dejó la pústula y el olvido?
—Mi oficio es seguir, hasta proclamar libre mi espíritu.
Hasta hacerlo parecido a la luz o al seno surtido de una promesa.
Barataria, 20.X.2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

CUANDO LA OSCURIDAD ES PLENA

Cuando la oscuridad es plena escribo sobre las sombras
Del papel. Las palabras se vuelven los poros abiertos
De la piel, las fotografías se desvanecen en el vacío tutelar
De mis huesos, en los francotiradores de los alelíes.
Puedo decir que la razón se ancla en el horizonte:
Puedo decir que la fugacidad se llena de extravíos e insensatez.
Paisaje de Chalatenango, El Salvador








CUANDO LA OSCURIDAD ES PLENA







y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!
GUSTAVO ADOLFO BECQUER






Cuando la oscuridad es plena escribo sobre las sombras
Del papel. Las palabras se vuelven los poros abiertos
De la piel, las fotografías se desvanecen en el vacío tutelar
De mis huesos, en los francotiradores de los alelíes.
Puedo decir que la razón se ancla en el horizonte:
Puedo decir que la fugacidad se llena de extravíos e insensatez.
Mientras a los vecinos no les gusta la poesía,
Me valgo de la ambigüedad aforística de las palabras.
A la fecha no he encontrado otra forma de vivir fuera
Del poema —vivir o morir tal es la confusión de las enredaderas.
Las calles son la mejor muestra para el ritmo de la poesía:
O por lo menos para ponerla a caminar sobre las ramas
Del viento, como un pecho en tránsito de la espuma.
En mi ciudad se fornica con los anzuelos de la luna.
Es tanta la promiscuidad que nadie es dueño de los pájaros,
Todo zozobra en las verduras, en las hebras del sueño:
Puerto que se vive en ese musgo de las bocas que se abren.
Pero volvamos: el fuego bombea pianos quemados,
El aire se ciñe a los pedales de los brasieres; desnudo el mar
Calla en los relojes, ruido que del cuello baja a las raíces.
La música en la calle no deja de ser un mundo de abismo.
En la cocina sin embargo se hacen comida los materiales
Del cuerpo, —todo pasa por los dientes de las brasas,
Por la despensa del árbol, por las servilletas de los labios.
Los caminos guardan cruces y puertas para el pecho.
Un suspiro desbarata toda la agonía de los ojos: es trabajo
De las pupilas lamer devotamente las gaviotas del viento,
Es trabajo del día desclavar los peces de la lengua,
Los cielos postreros, las ofertas de campaña, los puertos.
Sobre cada clavo del grito, hay barcos ahogados en sollozos,
Pero también esa miseria diezmada de la intimidad.
Hacia las estatuas desdoblo escaleras y muros: dedos
De miedo sin ofrendas más que las plumas azogadas de la orina.
La oscuridad de este siglo no se desvela en los faroles
De las esquinas, ni en las manos compungidas de los conciliadores,
No en la mesa del sueño con los ojos cerrados,
No bajo la sombra del frío con axilas idénticas a las páginas
De los periódicos, no en la noche donde la influenza hace
Estragos desde los cascos polares, no el ahogo pródigo
De los oasis, no en presencia de una quietud de muertos.
Los días son tensos junto a ciertos condimentos: —frente
A los ojos, la cebolla muerde uñas y ávidas gargantas.
Muerde ajos de afilada zozobra, la pimienta corroe los párpados.
Hoy hasta los cementerios han roto con el silencio de antes.
Los ríos que usted conoce buscan justicia en el alba.
Pero no sé si tanta ingenuidad pueda llenar la mesa de candiles.
El balasto que cae como resortes en mi ventana, busca mutilar
Mis alas. Pero no, no puede, mientras vos me acompañes
Desnuda con todos los aperos de la labranza, sin distancia.
Cuando el zodíaco fecunda las tormentas, el anhelo galopa
Sin límites. Cuando alumbra el relámpago,
El tiempo dibuja, sin malicia, sus propias sílabas…
Barataria, 26.VII.2009


De: Sublimación de la noche

martes, 21 de septiembre de 2010

ESTA SUERTE DE HISTORIA

Esta suerte de historia nos encadena. Este incendio de barbasco
En alas y boca. Este oficio de dudas que escarba en el patio
De las ojeras. —la ventana del moho tragándose el metabolismo
Junto al juego más antiguo de la hojarasca.
¿En qué lápidas la utopía nos desvela el miedo, el cangrejo súbdito
De la arena, la tilde aguda del grifo,...
Fotoos artísticas en blanco y negro







ESTA SUERTE DE HISTORIA







A través de rayos cantos blasfemias
Soles y serpientes mundos de vidrio
Pomos perdidos
Amaneceres con lluvia
lluvia de sangreTemperatura y tristeza.
JORGE EDUARDO EIELSON






Esta suerte de historia nos encadena. Este incendio de barbasco
En alas y boca. Este oficio de dudas que escarba en el patio
De las ojeras. —la ventana del moho tragándose el metabolismo
Junto al juego más antiguo de la hojarasca.
¿En qué lápidas la utopía nos desvela el miedo, el cangrejo súbdito
De la arena, la tilde aguda del grifo,
La niebla grave de las carretas, las lunas torrenciales del güishte,
Entre las manos como moscas escupidas por dioses furibundos?
Y, para colmo: la bocanada de polvo, los cántaros rotos del día,
La sartén purulenta de los ecos,
El peltre sucio de la salmuera.
Los zaguanes oxidados de la conciencia, la lluvia de ajuate mordiendo
La piel hasta enhebrar el salpullido en la lona sin andamios del cuerpo.
—Cada saliva es una suerte de historia.
Quizá el funeral de los días.
Quizá el espejismo del mercado con su griterío.
La lluvia, más que lavarnos, nos sirve de ciudad y espejismo.
Enllava las calles de murmullos.
Muerde la lechuza oscura de la sangre. Sangra el rostro en los helechos
Dentro de mi propia intemperie.
Un día no seremos, sino el rostro del diluvio,
Los días cansados del buey con mosquitos, el residuo industrial
De la inteligencia, quizá la pared escarbada de las ausencias.
Cruzamos la vieja calle de los zapatos con olor a mirto y a cipreses,
El sombrero vacío en la plaza,
El gajo de neblina como muslos promiscuos,
El luto abriéndose camino en los ijares, el espejo creciendo en el barro.
La vida pasa, pero quedan los días que amé con su sabor a menta.
Me llevo los calcetines blancos del azúcar,
Las bragas incógnitas del deseo, las cuatro esquinas de los pétalos,
La puerta dibujada en el desagüe del cuaderno, el plato ahuyentado
Por el hambre. Me llevo la campana del rocío entre mis manos.
Hay, sin duda, en sábanas y ventanas, alfileres de premonitoria oscuridad,
Guardianes de repudiada hostilidad. Hay la cal como el escombro.
Sillas póstumas en el entrecejo.
Hay rostros quebrados en el agua. Súbitas correas de sol.
Llevo años durmiendo en la uña rota de la vereda. Llevo mundos
En el falo del candil. Llevo el alarido del machete, —la entraña rota,
De las catástrofes.
Aprendo en las alcantarillas, la lección diaria de los dientes.
Todos estos años bronceados por los recuerdos. Todas las edades
Del sollozo. Toda la calle con sus imprevistos canastos y guacales.
Entre más pienso el mundo, entro a la repostería de lo efímero:
Sólo van quedando las palabras del jengibre y el polvo de las películas.
Barataria, 20.IX.2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

NOCHE POR FIN ESTA PALABRA SIN BLANCURA

Noche por fin, esta palabra sin blancura. Desde el fondo los focos
Menguados del alquitrán, el aserrín sobre la carne,
El hollín en las pupilas,
¿Cuánta pus cabe en las sartenes, —golondrinas deshechas
Ardiendo en la herida,
Días sin calendario, sobreviviendo a un cielo de polvo infestado
Por los desvelos y la espuma encallada en los vados.
Imágenes en blanco y negro







NOCHE POR FIN ESTA PALABRA SIN BLANCURA







Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
GUILLAUME APOLLINAIRE







Noche por fin, esta palabra sin blancura. Desde el fondo los focos
Menguados del alquitrán, el aserrín sobre la carne,
El hollín en las pupilas,
¿Cuánta pus cabe en las sartenes, —golondrinas deshechas
Ardiendo en la herida,
Días sin calendario, sobreviviendo a un cielo de polvo infestado
Por los desvelos y la espuma encallada en los vados.
Terco el lecho sin pronunciar palabras,
El extravío del rostro en el cieno.
Hay debajo del humus colonias de hormigas. Profundas regiones
De eclipses, harapos insolubles colgando de las puertas.
¿Hasta dónde llegan las sílabas del mecate: este pantano donde uno
Desciende en lápidas oscuras?
Hasta cuándo veré surgir la barca del fango, la isla ciega del relieve,
El trastrabilleo de la lágrima en la emboscada de la carne?
—El sobresalto ramifica los sentidos. Los dientes muerden el tapiz
De los armarios. Ríe el río rojo de las serpientes.
He aquí estos gusanos de mendicidad en el estribo de la albarda.
He aquí el ciempiés hiriente en la garganta.
El monstruo de los agujeros.
La raja de leña falsa en la cocina. Me río de las bendiciones junto
A un lavatorio, del abrazo oprobioso de la codicia,
De la res golpeada por el cuchillo en el matadero. No. Son imágenes
Sordas. Imágenes salidas del sadismo.
Caminamos en el universo tardío de los cigarros. Hay minutos donde
No caben los besos sino la zozobra, la miopía inmóvil de los minutos.
Las calles hablan con sus andenes sucios. ¿Dónde está el tiempo
Sin escamas, el árbol doméstico
De las palabras fiables, la ventana gregaria de las ilusiones,
La luz profética de lo verdaderamente humano?
Río al margen del filo de las luciérnagas.
Reír, que ya es vivir. A pesar de los platos rotos, río. Almohadas con
Hormigas y comejenes, limonadas de oscuridad,
Candiles de invierno en la muerte.
No sé si pueda caminar entre una y otra alambrada. Entre uno y otro,
De los tantos desfiladeros del reloj,
Entre la vaca flaca de la Esperanza, entre rostros agrietados tras
La batalla. Ningún nudo es infalible, aún el nudo ciego de la gota de gas
En el fósforo. Los días son así, a menudo sin objeciones.
A menudo colgados de un tabanco hollinoso, entre guineos majonchos,
Y telarañas de serena negrura.
Al final, sólo quiero, el carbón para escribir en las paredes mi aliento.
Barataria, 19.IX.2010

domingo, 19 de septiembre de 2010

CAMPANA LÍQUIDA, EL PAÑUELO EN LA ROCA

De pronto la agonía consume toda realidad posible. Esa forma
Creciente de sentir. Lo inminente que en la tortilla cruje.
El tiempo nos hace morder el pañuelo de las alas. El cielo que respiramos,
La espesura que nos arriesga la vena,
Las luces que de pronto se vuelven inconclusas,
El recuerdo que de pronto palpita en piedra gastada de la intemperie.
Muerdo los días sangrientos del miedo.
Fotografía: Blamco y negro








CAMPANA LÍQUIDA, EL PAÑUELO EN LA ROCA







…los pájaros están callados en sus nidos,
y yo debo buscar el mío.
WILLIAM BLAKE







De pronto la agonía consume toda realidad posible. Esa forma
Creciente de sentir. Lo inminente que en la tortilla cruje.
El tiempo nos hace morder el pañuelo de las alas. El cielo que respiramos,
La espesura que nos arriesga la vena,
Las luces que de pronto se vuelven inconclusas,
El recuerdo que de pronto palpita en piedra gastada de la intemperie.
Muerdo los días sangrientos del miedo.
Esta doble ración de noche y día, el presagio levitando en la tormenta,
El anfiteatro de la niebla cerrando los ojos.
Muerdo las esferas rutilantes del vértigo. Muerdo el parpadeo
Con mi lengua. Voy enlutado por las calles del desvelo.
El pálpito muerde el ardor de las literas, con su rojo inmenso,
Desenterrado, de la sombra del sueño.
Es largo el fósforo del río sobre el movimiento de los brazos; en cada
Piedra, las gotas como granos de sal derretida.
¿Dónde está el arnés para sostener las aguas, el cordel de las venas
Sujeto a la ceniza? ¿Dónde está la tinta de las cartas del alba?
¿Hacia qué sed el reloj hunde las paredes del pecho, el destino
De las campanas, la ternura móvil de las tijeras?
[—me llevas a una casa sin ventanas, a un tren de olvidados rieles,
A un calendario de cansada tempestad.]
Tiemblo como un madrecacao sin pájaros. Me pierdo en la semana
Desvalida del camino, en la cáscara redonda de los zapatos.
Hay itinerarios que no son el Ave Fénix ni Lázaros, aunque el relámpago
Mastique follajes de largos violines.
Muero en la cintura ovalada de las cucharas. En el petate del aceite.
En la ventana que a ratos no distingue el carbón de la noche,
En el cinc sin lámpara del hojalatero.
En secreto me golpea el vidrio de los espejos.
El pañuelo huérfano de traje en los ojos. Las palabras que ofenden
Y deshonran, y son como un callejón del hampa.
¿Qué es hoy de este desierto, después de haber sangrado historias
Verdes, y mesa con mantel de bienvenida?
—Me toca, ahora, caminar en medio de los eriales de la sangre,
Morder el azote de tantas sombras, abrazar en la noche el grito y el deseo.
Nunca fue fácil cargar con este fósforo de la sed,
Nunca, después de la hoja arrancada del acantilado, —sobre la piedra,
La carne, el ojo tendido como un mueble en desuso.
Luego recojo el pañuelo del calendario, del nido ahuecado, sin ternura.
Luego me quedo con el fermento amarillo de la herrumbre en la boca,
Sin cielo, buscando de nuevo el principio
En la pantalla de la herida.
Algo queda después de todo en el interior de mi pecho: el soplo
De la histeria lamiendo las rodillas…
Barataria, 19.IX.2010

sábado, 18 de septiembre de 2010

MANOS BREVES DEL SUEÑO

El día me nace en cada estación del sueño: amigo resucitado
En cada cuaderno esparcido de mis ojos.
Breve brasa de mis cenizas. Viga trenzada en mi propio alfabeto,
—ese que aprendí y casi olvido en la calle rota de mis deberes
Cotidianos. Breve sueño en la hoja verde de las campanas.
Sello postal de El Salvador








MANOS BREVES DEL SUEÑO







Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras…
JULIO CORTÁZAR






El día me nace en cada estación del sueño: amigo resucitado
En cada cuaderno esparcido de mis ojos.
Breve brasa de mis cenizas. Viga trenzada en mi propio alfabeto,
—ese que aprendí y casi olvido en la calle rota de mis deberes
Cotidianos. Breve sueño en la hoja verde de las campanas.
Breve cuento de hadas el día mientras llueve
En el costal de mis huesos,
En el entejado del alba, en la tortilla nacida de las piedras, mariposa
De las sombras como el caballo transcurrido de mis poros.
Líquida la rama después de jugar a la noche y al día.
El hasta hoy callado del frío.
El azúcar soluble en el ala.
La sombrilla del clavel bajo la luna.
El instante de un grano de arena en los dientes.
Oigo la raíz de la harina de los limones.
El vaso de agua recién llegado a mi boca. La gota ciega de algún frío.
El grano de mostaza en la verdad a solas del planisferio.
Corto tiempo para tan largos caminos de polvo: uno se pierde
En medio de su lengua esponjosa, en medio del somos del pasaje
Urbano del hampa,
Del incesante humo abriendo los poros,
—insepultas puertas del follaje, lágrimas del animal sobre la piel
Del reloj, intervalos de yedra deshabitada,
Convertida, de pronto, el litoral de ceniza.
Llegamos al punto muerto de los mangos maduros.
La paterna titubeante de dientes. El aroma metálico del arrayán.
El respiro de una luciérnaga como alfiler cartesiano.
En esta brevedad siempre inalcanzable, el poyetón de la neblina,
La desnudez tuya de la verdura,
La zona del incienso en mi olfato, —la esquirla solemne de la canela.
Para tanto mapa en las sienes, océanos, mares, tierras,
Isla este dialecto del aire,
El calendario de la estatua, el aserrín amargo del conacaste.
En las manos, únicamente el instante, —frente a la maleta del sueño
Circular de los anillos, el peñasco del silencio,
El cielo sin hacer turismo de girasoles.
Otros que mamen los pálidos candelabros de los lirios en la copa
Del olvido. Pues un día es poco odre para lavar los pies de la luz.
Un día sólo es el pluscuamperfecto de la herida, —el éter último
Del aliento, la raíz hundida en el azufre
Del desvarío por establecer el próximo piso,
O el desnivel atropellado del matorral.
Estas son, pues, las manos breves del sueño. Aquí el destino,
Mariposa de lo habitado. Angosto olor del poema.
Barataria, 17.IX.2010

viernes, 17 de septiembre de 2010

DENSIDAD AUDIBLE EN EL ENTRECEJO

Velo, sin saberlo, desde el vuelo la luz que se enhebra en las pupilas.
Es visible cuando el tallo de la premonición la advierte:
Añejo trance de alacena. Mano del fermento siendo pluma,
O quizá jardín de un tiempo destinado
Al día que me abriga en la armonía del espejo.
Confío en el íntimo surco de la ráfaga. En la abadía de la luna,
En el fuego vegetal del sueño en el camino.
Imagen: Yun fotos








DENSIDAD AUDIBLE EN EL ENTRECEJO






Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta,…
PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA






Velo, sin saberlo, desde el vuelo la luz que se enhebra en las pupilas.
Es visible cuando el tallo de la premonición la advierte:
Añejo trance de alacena. Mano del fermento siendo pluma,
O quizá jardín de un tiempo destinado
Al día que me abriga en la armonía del espejo.
Confío en el íntimo surco de la ráfaga. En la abadía de la luna,
En el fuego vegetal del sueño en el camino.
Desde siempre la toalla del invierno cubre el arca del ansia,
La ficción de la sombra y el latido.
El tiempo se detiene como un pez en la atarraya, gozo de niño
Que no olvida el hospedaje tutelar de los juguetes.
Descubro la canica circular del universo: juego en la claridad
De ese respiro de la hogaza de pan o la tortilla
Subiendo la escalera de antaño, descomponiendo los diptongos
Del azúcar, el césped inocente que vocativo me define.
La densidad me es familiar en Lázaro y en el bautismo.
En aquella carta del desvelo,
En las hojas del éxtasis de mi cuaderno,
En la llama superior, detenida en mis manos. En la parábola estampada
En la almohada, con el compasivo huerto de los sueños.
Toda la evidencia la concentra el entrecejo.
El acto ileso, peregrino, del destino.
Viene. Está aquí el pizarrón del tiempo. La crayola de la sed.
Los días verdes del azúcar. La batalla densa en el regazo.
Cada día que pasa son más audibles los granos de azacuanes
En la inmensa victoria del horizonte,
En la ventana de la herida,
En el líquido ramo de agua de la aurora. —Miel anunciada desde el hilo
De tragaluces, fundición del aliento en el surco.
Ya no sé si recuerdo el acopio que hice de los días pasados.
Entre un alambique y otro, bebí la inminencia,
Rompí los tiestos de la promesa,
Apagué el desconcierto de la lógica,
Mastiqué los hervores del arcoíris,
Alumbre el escombro donde estaba la apostasía.
Ahora camino sin más argumentos que mis zapatos: me acompaña
La garganta del trino,
A sábana del infinito con sus manuscritos,
El folio sin virutas de la jornada,
La madera desvestida, inmune a los zancudos.
Y ese cofre necesario del latido de los escapularios.
Barataria, 17.IX.2010

jueves, 16 de septiembre de 2010

VITRAL CON LLOVIZNA

Entre las rendijas, el murmullo sedentario de la lluvia. El hambre
De una estrofa que quepa en el pecho.
La necesidad de salir a la calle para jugar con el agua,
Recordar, caminando, los grifos de la mañana,
El súbito estallido de la complicidad de una boca, los perros,
La gente, las vendedoras,...
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VITRAL CON LLOVIZNA







Cae una lluvia mansa, voz furtiva
que imprime surcos lentos en la noche.
Y va a su ritmo desgranando notas…
LUIS IZQUIERDO







Entre las rendijas, el murmullo sedentario de la lluvia. El hambre
De una estrofa que quepa en el pecho.
La necesidad de salir a la calle para jugar con el agua,
Recordar, caminando, los grifos de la mañana,
El súbito estallido de la complicidad de una boca, los perros,
La gente, las vendedoras,
El clamor gravemente adusto de los cementerios,
Dejar pasar el chorro de barquitos de papel, abrir el vértigo
De la conciencia, renunciar a mi ropa y a la llama del musgo,
Reír sin zapatos, estrujar el calendario de mi cumpleaños,
Olvidar lo que debo olvidar sin remordimientos.
El júbilo de la madera se da entre harapos. Cena hermética
El tren de la historia, la respiración inclemente de los hierros.
Me volví despojado de aliento frente a la calle, desnudo ante la niebla
Telúrica de los andenes,
Finito ante el pulso de la tormenta: raíz desollada en la sequía.
La orfandad de la cicatriz es salobre: huyo invariablemente
De las banderas, de los axiomas y de las inferencias a priori,
De las proposiciones difusas y cuánticas, de las falacias y los silogismos.
Me quedo solo pensando en la llama del bosque.
En la neblina que enfría mis ojos ciegos, en la breve hora de la vida,
Quizá en la cobija y la bruma de los candados,
Quizá en el salmo con nueva camisa,
En mi corazón húmedo de tantos domingos, en la presencia
Del relámpago, obediente desliz del fuego encarnado.
Hecho está el día con atrios y pájaros.
Pero sigue la puerta cerrada en el sollozo. Sigue la sed como un pasto
Estéril, sigue a cuestas la canasta de dolor,
La carne toda de los pretéritos imperfectos,
La misma historia comiéndose el silencio. La fiebre del desatino
A pasos que angustian, esta hambre por cerrar el grifo de la miseria.
Hay días ásperos colgados de los hombros, días sin alfabeto.
Hay días de mendrugos.
Hay días imperativos donde se recuerda todo el amor y todo el odio.
Hay días ajenos y absurdos.
Días tiernamente como un budín con moscas.
Días donde quizá Dios no camina descalzo. Y entonces se abren
Los calcañales, y sangra el día,
Y no se escucha el canto azul del gallo. Ni los sonidos de las hormigas,
Ni el desayuno del cierzo, ni el crepúsculo de los juguetes.
Y entonces vienen las sombras intensas a cubrir la colmena
De mis poros. Y entonces, ahora, la alcantarilla corroe las estatuas
Y este sonambulismo extraño de las aguas.
Barataria, 15.IX.2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

PECES CIEGOS EN LA LUZ DEL BALCÓN

Gastadas corrientes de la zarza sobre el pez antiguo del balcón.
Venimos de rostros gastados por gotas de tiempo, instantánea
Espuma en los ojos, líquidos espejos inhabilitados en la escopeta
De los adoquines. Amanecemos inútiles, venidos de la arena.
En las manos, la bacinica de la niebla hasta las rodillas,
Hace del juego pulmones sacudidos,
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PECES CIEGOS EN LA LUZ DEL BALCÓN







La inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es
lívida, pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias
los ojos que vieron la inexistencia.
ANTONIO GAMONEDA






Gastadas corrientes de la zarza sobre el pez antiguo del balcón.
Venimos de rostros gastados por gotas de tiempo, instantánea
Espuma en los ojos, líquidos espejos inhabilitados en la escopeta
De los adoquines. Amanecemos inútiles, venidos de la arena.
En las manos, la bacinica de la niebla hasta las rodillas,
Hace del juego pulmones sacudidos,
Chorritos de sol, pedazos de sonrisas reales, ventisca de ojos fallidos,
Relojes de polvo mordiendo los poros, desfile de musgos compungidos,
Ancianos ya sin ciudadanía,
Pequeños lavatorios para el llanto oportuno,
Mordiscos de vitrinas como anzuelos domésticos,
Monotonías de la boca colgando del ciempiés del sueño.
En las tumbas callosas de la labranza, el surco de la sangre anegado
De tierra, ecos de la ventana sobre el plato íntimo de la sábana.
En esencia, la luz hermética y de rodillas. Las hormigas trasegadas
En sal, los platos rotos en amor benigno.
La mendicidad en catedral, mariposa al filo del mediodía.
Nos guarecemos en el balcón de la espina; somos el granero
De su recuerdo, el aún zapato sobre el adoquín. La ropa colgada
De la alambrada, la conciencia trabajada en cada página irremediable.
Me aferro a esta doctrina de símbolos.
—Árboles bajo la nube de la promiscuidad, amorosas lágrimas
De la sobrevivencia, empapadas de yerba glacial, calles de cercanos
Carbones a punto de colapsar en la boca,
A punto de morder los calcetines,
Y olvidar la risa en el agua ciega de los días finales.
Desde luego no es fácil contener la risa en la concavidad de las manos,
En el dedo gordo de la tierra,
En la llovizna del grito acostumbrada al miedo intemporal
De los guacales respirados por el frío.
Desde luego la ubre de la noche se abre como salarios mínimos.
Agoniza la ventana de las luciérnagas frente al extraño apetito
De la boca, frente al punzón inerte de la siesta, frente al violín de la misa.
Siento que los párpados como quemaduras,
Arrasan con las paredes desde adentro hasta sólo quedar el luto,
Y la noche enterrada en los espejos del miedo.
De pronto, también, ya nada es posible en la memoria:
Cada calle tiende telarañas, amaneceres descalzos en el sombrero,
Hambres que los pétalos no entienden,
Bejucos de ciego sabor, batallas perdidas por la sangre.
Desde los cuatro costados, la sal en las costillas,
Las verdades a medias de las cartas, húmedas de herrumbre.
Al final, los peces mueren enredados en la corriente,
En los simbolismos indecibles de las espuelas y las ganzúas.
Barataria, 13.IX.2010

martes, 14 de septiembre de 2010

ESPARVERS DE LA PLUJA EN LA CANÍCULA DELS BRAÇOS/ AZACUANES EN LA CANICULA DE LOS BRAZOS

Véns a empantanar aquests braços de calor orfe. Aquest doll
Insomne de mosquits, camí de fum i sons. Creues els carrers
Vells del pit amb aqueix olor a promiscuïtat de capells,
Cel recorregut per parets desnonades.
La canícula es penja dels reixats de fil d’aram de la salmorra.
Mossega, voraç, els braços del desencert; crema sense desguàs fins a ofegar
Fotografía:Yun fotos







ESPARVERS DE LA PLUJA EN LA CANÍCULA DELS BRAÇOS
poema d'André Cruchaga traduït al català per Pere Bessó






hope--lose all dreams--no more pain awake--
i choke on human steam and the stench of animal fear tonight
i'm going to light a match and let the sewe
AGNOSTIC FRONT






Véns a empantanar aquests braços de calor orfe. Aquest doll
Insomne de mosquits, camí de fum i sons. Creues els carrers
Vells del pit amb aqueix olor a promiscuïtat de capells,
Cel recorregut per parets desnonades.
La canícula es penja dels reixats de fil d’aram de la salmorra.
Mossega, voraç, els braços del desencert; crema sense desguàs fins a ofegar
La sang en la pell de la pols, en la campana quotidiana del crit.
—Des de quin balcó t’espere els dies de la setmana,
Carrer de secrets amb els pulmons oberts a la vella sang amagada
Del destí, aire de fúria contagiosa?
—De quina sal inútil et cintres als meus braços, espill ambigu
De l’enruna, temps de cadires sebolides, aigua seca corroent
Els meus braços? És allò pòstum la teua fam, el cementeri caduc
De la dentadura, el riu guardat en la son mentre el sol s’esmicola
en l’infant sense bicicleta de la soledat?
L’horitzó batega en les claus de la meua gola. En el pany
Desenfrenat de les formigues, negra densitat de la por.
Cap a on se’n va aquest sopor com un exèrcit ingovernable, com una
Destral sorda de rellotges, campana derrocada sobre la fronda
De l’arbre límit del crit. Clot potser de la boirina en l’entranya.
Veig la dispersió de les fulles com paraules penjades en la teranyina
De la pols, en el pànic, fill de les plomes,
Ull consumat en la pira dels espills. Llegums impúdiques
Enmig de la molsa decretada del subsòl.
Jure que venen en la claveguera gastada de l’aire. Planeta inútil
Entre les dents, sal malbaratada dels muts en les graderies
De les fulles, implacable masmorra en el gra sexual de l’hermetisme.
Mossegue la canícula sense el sucre de la memòria. Mossegue el manubri
Dels carrers sense obeir el joc de les sabates,
Mossegue el cartell de les teranyines, suburbi sagnant en la meua consciència.
Mossegue el gengibre dels dits, la inerme maledicció de les finestres,
La rebosteria desacostumada del rovell,
La caixa d’alls covada en la intempèrie, el desordre vehement
De la pols, la flaquesa pudenta de les al·legories.
Amb rigidesa em dictes tots els absurds. Em tires la cintura trencada
De la tendresa, el matxet que esgarrapa en la pols.
Mulles de sequedat els gossos de la meua tuberculosi, el graner garberat
Dels meus porus, el bagàs de l’ala, útil només per a la foguera.
Fuig la saliva dels epítets quan el dubte travessa les mans.
És estranya l’ebriesa de l’aigua sobre la precarietat d’una ciutat
Enderrocada, l’aridesa, dreçada, toca les meues entranyes.
És potser l’afluent del vas sobre una dentadura clausurada
En les deixalles de l’enruna. És, potser, aqueix pressentiment,
De l’esperó que trenca les illades, designi curullat de foscor.
Baratària, 11.IX.2010







AZACUANES EN LA CANICULA DE LOS BRAZOS







hope--lose all dreams--no more pain awake--
i choke on human steam and the stench of animal fear tonight
i'm going to light a match and let the sewe
AGNOSTIC FRONT







Vienes a empantanar estos brazos de huérfano calor. Este chorro
Insomne de mosquitos, camino de humo y sonidos. Cruzas las calles
Viejas del pecho con ese olor a promiscuidad de sombreros,
Cielo recorrido por paredes desahuciadas.
La canícula se cuelga de las alambradas de la salmuera.
Muerde, voraz, los brazos del desatino; arde sin desagüe hasta ahogar
La sangre en la piel del polvo, en la campana cotidiana del grito.
—¿Desde qué balcón te espero los días de la semana,
Calle de secretos con los pulmones abiertos a la vieja sangre escondida
Del destino, aire de contagiosa furia?
—¿De qué sal inútil te cimbras en mis brazos, ambiguo espejo
Del escombro, tiempo de sillas sepultadas, agua seca corroyendo
Mis brazos¿ ¿Es lo póstumo tu hambre, el cementerio caduco
De la dentadura, el río guardado en el sueño mientras el sol se hace
Añicos en el niño sin bicicleta de la soledad?
El horizonte palpita en las llaves de mi garganta. En el candado
Desenfrenado de las hormigas, negra densidad del miedo.
¿Hacia dónde va este sopor como un ejército ingobernable, como un
Hacha sorda de relojes, campana derruida sobre la fronda
Del árbol límite del grito. Hoyo seguramente de la neblina en la entraña.
Veo la dispersión de las hojas como palabras colgadas en la telaraña
Del polvo, en el pánico, hijo de las plumas,
Ojo consumado en los pira de los espejos. Impúdicas legumbres
Entre el musgo decretado del subsuelo.
Juro que vienen en la alcantarilla gastada del aire. Planeta inútil
Entre los dientes, despilfarrada sal de los mudos en las graderías
De las hojas, implacable mazmorra en el grano sexual del hermetismo.
Muerdo la canícula sin el azúcar de la memoria. Muerdo el manubrio
De las calles sin obedecer al juego de los zapatos,
Muerdo el cartel de las telarañas, suburbio sangrando en mi conciencia.
Muerdo el jengibre de los dedos, la inerme maldición de las ventanas,
La repostería inusual de la herrumbre,
La caja de ajos incubada en la intemperie, el desorden vehemente
Del polvo, la flaqueza maloliente de las alegorías.
Con rigidez me dictas todos los absurdos. Me tiras la cintura quebrada
De la ternura, el machete que escarba en el polvo.
Mojas de sequedad los perros de mi tuberculosis, el granero hacinado
De mis poros, el bagazo del ala, útil sólo para la hoguera.
Huye la saliva de los epítetos cuando la duda atraviesa las manos.
Es extraña la ebriedad del agua sobre la precariedad de una ciudad
En ruinas. La aridez, empinada, toca mis entrañas.
Es quizá el afluente del vaso sobre una dentadura clausurada
En los desechos del escombro. Es quizá, ese presentimiento,
De la espuela que rompe los ijares, designio colmado de oscuridad.
Barataria, 11.IX.2010

lunes, 13 de septiembre de 2010

ANTIGUOS FANTASMAS DEL INVIERNO

Sobre las baldosas los antiguos fantasmas del invierno.
Los fieles en la sombra de su propio laberinto,
El aliento ahí árido en las ventanas, letanías de sábanas
Sin decir nosotros —dispersos cuchillos en legajos
De multitud, sostenes sin colores bajo la noche.
Alguien se come las colillas en la vía pública: en fila
India mastican la ceniza de los lugares comunes.
Fotografía tomada de Friki.net








ANTIGUOS FANTASMAS DEL INVIERNO








un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!
STÉPHAN MALLARMÉ






Sobre las baldosas los antiguos fantasmas del invierno.
Los fieles en la sombra de su propio laberinto,
El aliento ahí árido en las ventanas, letanías de sábanas
Sin decir nosotros —dispersos cuchillos en legajos
De multitud, sostenes sin colores bajo la noche.
Alguien se come las colillas en la vía pública: en fila
India mastican la ceniza de los lugares comunes.
De repente las calles respiran fondos quebradizos.
—Mundos negros, pedazos de reloj en las camas del exterminio.
En los confines del horizonte, ¿hay pecados originales?
—Hay puertas y la noche disparando gritos, hay guerras
Cuyas lenguas hacen gemir los transistores.
Cadenas en las huestes de la añoranza, siglos fundados
En la saliva, siembras fundadas en el agobio.
Otro mundo desnuda la memoria entre desvalidos hálitos.
Altares de porcelana se acumulan en las lágrimas.
No es de extrañar la remota luz de los cirios,
El humo terrestre de los pensamientos, los santos óleos,
La limosna o el diezmo, el silencio que vigila las horas.
La noche se ha vuelto espada o simple insignia:
—Ceguera donde el incienso enrojece. Emboscada
Fortuita del calendario, brasa donde sus ramas crujen.
Escribo sin antorchas con la voz siempre insegura
Tocando la humedad de las vísperas.
Desciendo hasta las sábanas del humus, sin puerta
Que detenga el torrente, sin olvidar a menudo las hojas
Secas del ansia, los animales flacos de la entraña.
No hay música en los lirios de las tumbas, ni en los espejos,
Ni en la boca que se pierde en la hoguera, de tanta espera.
No me sirve la lengua con confeti del fin de semana;
No e sirven los dientes sin buganvillas nupciales,
No me sirve la espuma de la lluvia ni el grito del viento.
La fatiga es inminente en el conjuro de la ceniza.
La brisa sólo es una invención del oleaje: de ese oleaje
En racimos de barco sin puerto. En las mañanas, la doncella
Que sueño sabe a estampa colgada de las paredes.
El edificio de mis penurias no alberga auroras colosales,
Sólo ráfagas donde el azar es más poderoso a la realidad.
Desde siempre me queman los naipes del espejismo:
—Siempre fui ungido con los trasiegos de los escombros.
Jamás las parábolas han llenado bodegas vacías,
O por lo menos nunca he visto el trasiego de sus pabilos.
Entre un meridiano y otro se cuelgan los tugurios en las manos.
Esto es tan cierto como los siete espejos del poeta,
En los peldaños de las ventanas proscritas de la premonición.
A veces los pájaros sólo son señuelos del desvelo,
Secretas llaves, avisperos, aire donde las imágenes
Se duplican y forman un álbum intransitable.
A veces la razón sólo es un rastro de sutiles alegorías.
Barataria, 25.VII.2009


De: Sublimación de la noche, 2009

domingo, 12 de septiembre de 2010

A VECES, LOS RECUERDOS…

Los recuerdos vienen en envases de trementina, en tanto
Los helechos de los párpados cuelgan de las sienes…
Cuando me da por buscar cementerios en mis viejos libros,
Siempre traigo a cuenta lo famoso que es El Cementerio de Montparnasse:
Aquí ruedan en acantilados como locos revólveres,
Benjamín Péret, Desnos y Jean Paul Sartre, entre otros…








A VECES, LOS RECUERDOS…








Por las ventanas cerradas los pájaros se obstinan en hablar
como peces de acuario.
ROBERT DESNOS








Los recuerdos vienen en envases de trementina, en tanto
Los helechos de los párpados cuelgan de las sienes…
Cuando me da por buscar cementerios en mis viejos libros,
Siempre traigo a cuenta lo famoso que es El Cementerio de Montparnasse:
Aquí ruedan en acantilados como locos revólveres,
Benjamín Péret, Desnos y Jean Paul Sartre, entre otros…
En sus lápidas crecen pequeñas lencerías de mariposas;
Una lluvia de ceniza pinta espejos y revienta sostenes de rocío.
No sé si guardan todavía en sus uñas, formas parecidas a la tinta,
A esa tierra que nos cubre el rostro con su teatro de duendes,
Al tiempo con las sombras tendidas en el viento, en el gemido
De la planta de los pies, en los poros de la piel donde florece
El humo y la carne pasa a ser una forma de nuestra risa.

Por supuesto hay otros cementerios menos memorables.
Los predios baldíos donde priva el anonimato; allí los moscardones
Deslizan su viscoso ombligo y vagan hechizados
Como el humo estridente de los más atroces Apocalipsis.
La maleza sustituye los cirios amarillos y las rosas
Y los pasadizos secretos de las moscas y los murciélagos.
En la nada se hacen infructuosa ceniza, en la nada la soledad
Interminable de los ojos implorando en la noche.
En la nada andamos la silueta de un río y una moneda de sombras,
Indecisa como el miedo en el rostro de la primera felonía.
En la nada es posible esconder el rostro a la luz de los espejos
Sin que lo humano figure en primera plana de los diarios,
Ni en los espejos que copian la vacuidad y las estridencias.
Bebido este clímax de sucios pájaros y senderos punzantes,
La embriaguez no es menos ululando en las sienes,
Tampoco lo es fumar debajo de las sábanas sin incienso,
Ni ser testigo ocular de la escoria tendida en el costado de la tristeza,
Ni caminar sobre el césped muriendo de peligrosas cruces.

A veces los recuerdos nos cortan la respiración. A veces.
Por ejemplo, cuando los imperios recorren impunes
Las pantallas de la televisión y hacen de la sangre un laberinto
De fatídicas túnicas. O cuando la destrucción destiñe los telares
Del alfabeto, la materia misma del pensamiento, hasta convertirla
En inmunda ciénaga de lluvia ácida…
En otras, la respiración se vuelve túnica sigilosa: ruda del hálito,
Inequívoca sangre de Dios, y no vertedero de confusos cadáveres,
Y no imaginaria realidad de los telenoticieros,
Y no tentativa de rancios balcones herrumbrosos, siempre
Retratando abolengos de sospechosa suerte y tiempo.
A veces los recuerdos, son sólo eso: recuerdos, tránsitos fallidos
Mendigando en el desierto esa inefable agua de la vida…
Barataria, 20.IV. 2008.


De: Avidez del espejismo, 2008

sábado, 11 de septiembre de 2010

FAROL DE LA DEMENCIA

Una brisa dibuja campánulas, calles, ferrocarriles.
Camino quedándome, ahí, en cada recuerdo —¡Caminos, recuerdos!
Al fondo esa cruz del fuego que me persigue siempre:
La mirada en el siempreviva de la espuma del mar; los barcos
Que siempre parten y vienen: nunca se quedan. Nunca, aunque
El calor de los muelles los prodigue. Alrededor de las sienes,
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FAROL DE LA DEMENCIA




Una brisa dibuja campánulas, calles, ferrocarriles.
Camino quedándome, ahí, en cada recuerdo —¡Caminos, recuerdos!
Al fondo esa cruz del fuego que me persigue siempre:
La mirada en el siempreviva de la espuma del mar; los barcos
Que siempre parten y vienen: nunca se quedan. Nunca, aunque
El calor de los muelles los prodigue. Alrededor de las sienes,
La sal agrieta los relámpagos de las miradas, la mejilla dibujada
De los sueños, los secretos inútiles que se han vuelto granito.
Curvado el reloj del pulso, fondo redondo del vacío, errada
Memoria sostenida en mis manos, peces huidizos sobre la sangre.
En el grito despiadado de la lengua, lunas de extraños
Pájaros, hormigas ciegas como golpe de martillos, colmillos
Hirsutos en el ala. —¡Honda es la vida hasta el cuello!
He ido y venido sin atreverme a los brazos: carne destruyéndose
En silencio, pulmón de piedra en la oscuridad del día:
Tierra donde la destrucción es permanente y la soledad cueva.
La soledad volvió hermética la soledad de la hojarasca, los poros
De cada río en los párpados, la súplica visible y transparente.
El minuto resulta una eternidad en mi boca. No hay llaves,
Ni verdes, ni risas en la lengua —sólo es dolor líquido del destino
Que se alza como montículo de casas vacías. El hacha
Furiosa de la luz cierra mis ojos, rompe los cartílagos,
Sangra el brebaje de los relojes, se funde en la ceniza el cuaderno
Del aliento, arden los inodoros de las audiencias:
Así me abro al sueño a través de las ventanas, así mi cuerpo
En los postes tuertos de las calles, frente a la respiración
De las entrañas, con sus inservibles telegramas. Ahora asusta
Toda inocencia. Dentro de la hoguera el caballo de la almohada,
Tropeles alzados en ecos, disfraces dispuestos a la introspección
De la asfixia, ojos sin saciarse en la oscuridad de los frijoles.
La polilla desarma los roperos sin afeites, el insomnio
De los cónclaves carece de cábalas: la lengua prueba su historia
De vegetales, la risa apiñada el ilusionismo con mostaza.
Desde siempre la saliva sin gavetas, —esta sequedad feligrés
De la neblina, este laberinto mío sin rascacielos, este respirar
Comiendo bisabuelos: inclemencia, acaso, en mi lecho de pavor
E insurrecto. Siempre así al filo del amor. Siempre así, el vilo
De la sangre, la negación de los zapatos, la ojera de las tijeras.
Lo único la telaraña del zodíaco, pergaminos de demencia;
Lo único la lágrima en el espejismo de los cartapacios,
Los retratos cruciales de las gaviotas, el peligro del vómito frente
A los desechos, los insecticidas para borrar las huellas de las moscas.
Siempre así entre las exequias de los faroles,
El búho compartiendo el ojo de la noche con los instantes
Animados de las hojas, respirando en la desnudez masticada
Del desvelo, —chupamiel del desatino, plural fantasía
De los armarios en cada hora prendida como vejiga en las paredes.
Entre la lucidez que me devora a sorbos, hay raíces de tinta
Consumida, espejos dibujados, —irrepetibles camas,
Y sutiles juegos de espinas y siglos como un rompecabezas
En los sueños, como una sed al asalto de las sábanas…
Barataria, 03.VI.2009


De: Hora de trenes, 2009

viernes, 10 de septiembre de 2010

INTERROGANTES SOBRE EL FOLIO DE LA PIEDRA

¿Qué días, aquí, nos sirven de paraguas cuando la vena sangra
La angustia de aquel sorbo de semillas?
¿Qué luto muerde la pesadilla del café negro en el vaso de barro,
En el pétalo afable del viento, en la ventana abierta del arroyo,
En la lengua ensimismada de la trementina?
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INTERROGANTES SOBRE EL FOLIO DE LA PIEDRA







A Marina Centeno,
Campana convocada e invocada —la poesía.






Manto de luz espíritu santo manto verde la estearina goteando en los
pinares en
los espejos se hallan dale salve la hoz salve la
siega salve la oscilación (amarilla) (haced
del polvo, trizas) de las escobas]
JOSÉ KOZER








¿Qué días, aquí, nos sirven de paraguas cuando la vena sangra
La angustia de aquel sorbo de semillas?
¿Qué luto muerde la pesadilla del café negro en el vaso de barro,
En el pétalo afable del viento, en la ventana abierta del arroyo,
En la lengua ensimismada de la trementina?
¿Qué horas son ciertas en una melódica desvivida de blues,
De un jardín habitado por cierzo,
De un sembradío de pálpitos,
De una fronda de vilanos en la lengua?
¿Arde el aliento cuando llega sin brida a los lóbulos, cuando el cuello
Se enreda en el murmullo de la saliva,
Lentamente dominante hasta coagular el almácigo de la inclemencia,
Hasta pasar cuarenta noches
En el sol entero de las aguas?
¿Es cierto el trabajo de los coleópteros en los sentidos,
En el azul reptante de la lengua, en la sabiduría de los poros,
En el matorral de nísperos de la resurrección, en la brasa filosofal
De la desnudez plena, sofoco de la risa en la posta de la guitarra?
¿Cuántos dedos tiene el deseo, sobre la trinchera de una tortuga?
¿Tienen las escaleras disfraz de cielo
O es sólo el pasamontañas a la azotea, al piso mayor de la gracia,
Al entrecielo orgánico de las raíces, a la bandera donde se remoza
El arcoíris con el cometa de las hormigas?
¿Respiramos la telaraña de la noche buscando la luz,
O es la sombra misma el cristal de la sombra que arma el rompecabezas,
La punta de la flecha,
Prometeo del fuego largo de las flechas, Ulyses inédito
En la esquizofrenia de los astilleros, o Daphne quebrantada
Los domingos, inclinada en la cripta de la humedad?
¿Es finita la sed sin casa, o la casa nos avienta a la hojarasca
Con horas herméticas? En el taburete del asomo, ¿podemos sentar,
Uno a uno, el respiro y el rezo, al unísono, sin que se pierda la fragancia,
El invierno con barba del susurro,
El bosque de los espejos, el eco pródigo del pájaro?
¿Mordemos las siete cuerdas del Olimpo sin que se rompan los zapatos,
Ni las manos quiebren la arcilla de la infusión
Del chichipince y el muérdago, y la hierbabuena y el epazote?
¿Es el cierzo la única biblioteca para la respiración, la fantasía revelada
De la memoria, o la fábula de la ráfaga lanzada desde
La sábana de la sed, desde el arcabuz del deseo?
¿Podemos caminar sobre los círculos de la Primavera y reencarnar
En los imperativos del rocío? ¿Es este sueño un bosque,
O el bosque sueña en nosotros los pañuelos del tiempo, los bejucos
Repartidos del alma, la vocación de desprendernos del alma?
De pronto el vendaval es nuestro propio espejo. El mío.
Barataria, 09.IX.2010