De pronto la agonía consume toda realidad posible. Esa forma
Creciente de sentir. Lo inminente que en la tortilla cruje.
El tiempo nos hace morder el pañuelo de las alas. El cielo que respiramos,
La espesura que nos arriesga la vena,
Las luces que de pronto se vuelven inconclusas,
El recuerdo que de pronto palpita en piedra gastada de la intemperie.
Muerdo los días sangrientos del miedo.
Creciente de sentir. Lo inminente que en la tortilla cruje.
El tiempo nos hace morder el pañuelo de las alas. El cielo que respiramos,
La espesura que nos arriesga la vena,
Las luces que de pronto se vuelven inconclusas,
El recuerdo que de pronto palpita en piedra gastada de la intemperie.
Muerdo los días sangrientos del miedo.
Fotografía: Blamco y negro
CAMPANA LÍQUIDA, EL PAÑUELO EN LA ROCA
…los pájaros están callados en sus nidos,
De pronto la agonía consume toda realidad posible. Esa forma
Creciente de sentir. Lo inminente que en la tortilla cruje.
El tiempo nos hace morder el pañuelo de las alas. El cielo que respiramos,
La espesura que nos arriesga la vena,
Las luces que de pronto se vuelven inconclusas,
El recuerdo que de pronto palpita en piedra gastada de la intemperie.
Muerdo los días sangrientos del miedo.
Esta doble ración de noche y día, el presagio levitando en la tormenta,
El anfiteatro de la niebla cerrando los ojos.
Muerdo las esferas rutilantes del vértigo. Muerdo el parpadeo
Con mi lengua. Voy enlutado por las calles del desvelo.
El pálpito muerde el ardor de las literas, con su rojo inmenso,
Desenterrado, de la sombra del sueño.
Es largo el fósforo del río sobre el movimiento de los brazos; en cada
Piedra, las gotas como granos de sal derretida.
¿Dónde está el arnés para sostener las aguas, el cordel de las venas
Sujeto a la ceniza? ¿Dónde está la tinta de las cartas del alba?
¿Hacia qué sed el reloj hunde las paredes del pecho, el destino
De las campanas, la ternura móvil de las tijeras?
[—me llevas a una casa sin ventanas, a un tren de olvidados rieles,
A un calendario de cansada tempestad.]
Tiemblo como un madrecacao sin pájaros. Me pierdo en la semana
Desvalida del camino, en la cáscara redonda de los zapatos.
Hay itinerarios que no son el Ave Fénix ni Lázaros, aunque el relámpago
Mastique follajes de largos violines.
Muero en la cintura ovalada de las cucharas. En el petate del aceite.
En la ventana que a ratos no distingue el carbón de la noche,
En el cinc sin lámpara del hojalatero.
En secreto me golpea el vidrio de los espejos.
El pañuelo huérfano de traje en los ojos. Las palabras que ofenden
Y deshonran, y son como un callejón del hampa.
¿Qué es hoy de este desierto, después de haber sangrado historias
Verdes, y mesa con mantel de bienvenida?
—Me toca, ahora, caminar en medio de los eriales de la sangre,
Morder el azote de tantas sombras, abrazar en la noche el grito y el deseo.
Nunca fue fácil cargar con este fósforo de la sed,
Nunca, después de la hoja arrancada del acantilado, —sobre la piedra,
La carne, el ojo tendido como un mueble en desuso.
Luego recojo el pañuelo del calendario, del nido ahuecado, sin ternura.
Luego me quedo con el fermento amarillo de la herrumbre en la boca,
Sin cielo, buscando de nuevo el principio
En la pantalla de la herida.
Algo queda después de todo en el interior de mi pecho: el soplo
De la histeria lamiendo las rodillas…
Barataria, 19.IX.2010
CAMPANA LÍQUIDA, EL PAÑUELO EN LA ROCA
…los pájaros están callados en sus nidos,
y yo debo buscar el mío.
WILLIAM BLAKE
WILLIAM BLAKE
De pronto la agonía consume toda realidad posible. Esa forma
Creciente de sentir. Lo inminente que en la tortilla cruje.
El tiempo nos hace morder el pañuelo de las alas. El cielo que respiramos,
La espesura que nos arriesga la vena,
Las luces que de pronto se vuelven inconclusas,
El recuerdo que de pronto palpita en piedra gastada de la intemperie.
Muerdo los días sangrientos del miedo.
Esta doble ración de noche y día, el presagio levitando en la tormenta,
El anfiteatro de la niebla cerrando los ojos.
Muerdo las esferas rutilantes del vértigo. Muerdo el parpadeo
Con mi lengua. Voy enlutado por las calles del desvelo.
El pálpito muerde el ardor de las literas, con su rojo inmenso,
Desenterrado, de la sombra del sueño.
Es largo el fósforo del río sobre el movimiento de los brazos; en cada
Piedra, las gotas como granos de sal derretida.
¿Dónde está el arnés para sostener las aguas, el cordel de las venas
Sujeto a la ceniza? ¿Dónde está la tinta de las cartas del alba?
¿Hacia qué sed el reloj hunde las paredes del pecho, el destino
De las campanas, la ternura móvil de las tijeras?
[—me llevas a una casa sin ventanas, a un tren de olvidados rieles,
A un calendario de cansada tempestad.]
Tiemblo como un madrecacao sin pájaros. Me pierdo en la semana
Desvalida del camino, en la cáscara redonda de los zapatos.
Hay itinerarios que no son el Ave Fénix ni Lázaros, aunque el relámpago
Mastique follajes de largos violines.
Muero en la cintura ovalada de las cucharas. En el petate del aceite.
En la ventana que a ratos no distingue el carbón de la noche,
En el cinc sin lámpara del hojalatero.
En secreto me golpea el vidrio de los espejos.
El pañuelo huérfano de traje en los ojos. Las palabras que ofenden
Y deshonran, y son como un callejón del hampa.
¿Qué es hoy de este desierto, después de haber sangrado historias
Verdes, y mesa con mantel de bienvenida?
—Me toca, ahora, caminar en medio de los eriales de la sangre,
Morder el azote de tantas sombras, abrazar en la noche el grito y el deseo.
Nunca fue fácil cargar con este fósforo de la sed,
Nunca, después de la hoja arrancada del acantilado, —sobre la piedra,
La carne, el ojo tendido como un mueble en desuso.
Luego recojo el pañuelo del calendario, del nido ahuecado, sin ternura.
Luego me quedo con el fermento amarillo de la herrumbre en la boca,
Sin cielo, buscando de nuevo el principio
En la pantalla de la herida.
Algo queda después de todo en el interior de mi pecho: el soplo
De la histeria lamiendo las rodillas…
Barataria, 19.IX.2010
Cómo se esta solo entre el bullicio, cómo palpita el sol en tu ventana -André- cómo romper la aguja del tiempo, cómo sacrificar a la doncella de la madrugada, cómo repartir la línea del horizonte y confundir los puntos cardinales, cómo sentenciar las aperturas y abrir el pecho y que el torrente sea un caótico diluir de sangre amarga... cómo clausurar los labios para siempre y que el beso sea un triste gemido sin respuesta...
ResponderEliminarcómo permanecer indiferente y ser el mástil que el viento bambolea...para crujir -a veces- de dolor o de tristeza...
Salud, Poeta.
Marina Centeno.
Ya ves, amiga poeta, al igual que Blake busco mi propio nido entre tantos nidos líquidos en el universo.
ResponderEliminarAbrir las ventanas, es abrir el pecho y beber el cierzo, de sal o azúcar de los poros.
Un abrazo enorme,
André Cruchaga
Y yo descorro las cortinas -André- con el sigilo, como temiendo la amaneza de las uñas del viento...porque aún temo a la tempestad, al huracán y al frío. Porque diciembre se extiende en el vacío de esta habitación de paredes blancas...
ResponderEliminarPero, abro las ventanas -tus ventanas- y me arrimo a lo tuyo intentando pasar desapercibida, porque llego a robarte una esperanza, a buscar en tus versos algún motivo...y encuentor más que eso, encuentro una luz en medio del camino, un azul cimbrando el arcoiris...
Recibo el abrazo, Poeta. Y te entrego el mío, fraterno.
Saludos.
Marina Centeno.
Así es esta marejada de campanas líquidas: uno tiene que descorriendo las cortinas del agua y hasta el aliento que de pronto profana el pozo del sigilo.
ResponderEliminarLo demás, sin más, es entregarse a la embriaguez del pecho sin itinerarios, ni calendarios.
Un abrazo y gracias por tus generosos comentarios.
André Cruchaga
http://www.youtube.com/watch?v=cUZs376YA10&feature=related
ResponderEliminar...y así de tal manera llega el agua -tu líquido- a inundarme de azul, a mojarme desde los pies hasta el suicidio de los cabellos al hombro -mis cabellos....
Marina Centeno
A riesgo de beber todo el rocío,
ResponderEliminarla ficción tiene urgidos despojos.
Por eso antes de caer,
debemos alumbrar el albedrío
con la tea refulgente
delintervalo desbocado.
André Cruchaga
Yo que tengo las piernas
ResponderEliminarenraizadas
a un sigilo que todo lo
desboca
llegas tú a encumbrarme
de naranjas
mi vacío de roca
Somos dos equilibristas
en medio de este oceáno
de palabras
Marina Centeno