¿Qué días, aquí, nos sirven de paraguas cuando la vena sangra
La angustia de aquel sorbo de semillas?
¿Qué luto muerde la pesadilla del café negro en el vaso de barro,
En el pétalo afable del viento, en la ventana abierta del arroyo,
En la lengua ensimismada de la trementina?
La angustia de aquel sorbo de semillas?
¿Qué luto muerde la pesadilla del café negro en el vaso de barro,
En el pétalo afable del viento, en la ventana abierta del arroyo,
En la lengua ensimismada de la trementina?
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INTERROGANTES SOBRE EL FOLIO DE LA PIEDRA
A Marina Centeno,
Campana convocada e invocada —la poesía.
Manto de luz espíritu santo manto verde la estearina goteando en los
¿Qué días, aquí, nos sirven de paraguas cuando la vena sangra
La angustia de aquel sorbo de semillas?
¿Qué luto muerde la pesadilla del café negro en el vaso de barro,
En el pétalo afable del viento, en la ventana abierta del arroyo,
En la lengua ensimismada de la trementina?
¿Qué horas son ciertas en una melódica desvivida de blues,
De un jardín habitado por cierzo,
De un sembradío de pálpitos,
De una fronda de vilanos en la lengua?
¿Arde el aliento cuando llega sin brida a los lóbulos, cuando el cuello
Se enreda en el murmullo de la saliva,
Lentamente dominante hasta coagular el almácigo de la inclemencia,
Hasta pasar cuarenta noches
En el sol entero de las aguas?
¿Es cierto el trabajo de los coleópteros en los sentidos,
En el azul reptante de la lengua, en la sabiduría de los poros,
En el matorral de nísperos de la resurrección, en la brasa filosofal
De la desnudez plena, sofoco de la risa en la posta de la guitarra?
¿Cuántos dedos tiene el deseo, sobre la trinchera de una tortuga?
¿Tienen las escaleras disfraz de cielo
O es sólo el pasamontañas a la azotea, al piso mayor de la gracia,
Al entrecielo orgánico de las raíces, a la bandera donde se remoza
El arcoíris con el cometa de las hormigas?
¿Respiramos la telaraña de la noche buscando la luz,
O es la sombra misma el cristal de la sombra que arma el rompecabezas,
La punta de la flecha,
Prometeo del fuego largo de las flechas, Ulyses inédito
En la esquizofrenia de los astilleros, o Daphne quebrantada
Los domingos, inclinada en la cripta de la humedad?
¿Es finita la sed sin casa, o la casa nos avienta a la hojarasca
Con horas herméticas? En el taburete del asomo, ¿podemos sentar,
Uno a uno, el respiro y el rezo, al unísono, sin que se pierda la fragancia,
El invierno con barba del susurro,
El bosque de los espejos, el eco pródigo del pájaro?
¿Mordemos las siete cuerdas del Olimpo sin que se rompan los zapatos,
Ni las manos quiebren la arcilla de la infusión
Del chichipince y el muérdago, y la hierbabuena y el epazote?
¿Es el cierzo la única biblioteca para la respiración, la fantasía revelada
De la memoria, o la fábula de la ráfaga lanzada desde
La sábana de la sed, desde el arcabuz del deseo?
¿Podemos caminar sobre los círculos de la Primavera y reencarnar
En los imperativos del rocío? ¿Es este sueño un bosque,
O el bosque sueña en nosotros los pañuelos del tiempo, los bejucos
Repartidos del alma, la vocación de desprendernos del alma?
De pronto el vendaval es nuestro propio espejo. El mío.
Barataria, 09.IX.2010
INTERROGANTES SOBRE EL FOLIO DE LA PIEDRA
A Marina Centeno,
Campana convocada e invocada —la poesía.
Manto de luz espíritu santo manto verde la estearina goteando en los
pinares en
los espejos se hallan dale salve la hoz salve la
siega salve la oscilación (amarilla) (haced
del polvo, trizas) de las escobas]
JOSÉ KOZER
JOSÉ KOZER
¿Qué días, aquí, nos sirven de paraguas cuando la vena sangra
La angustia de aquel sorbo de semillas?
¿Qué luto muerde la pesadilla del café negro en el vaso de barro,
En el pétalo afable del viento, en la ventana abierta del arroyo,
En la lengua ensimismada de la trementina?
¿Qué horas son ciertas en una melódica desvivida de blues,
De un jardín habitado por cierzo,
De un sembradío de pálpitos,
De una fronda de vilanos en la lengua?
¿Arde el aliento cuando llega sin brida a los lóbulos, cuando el cuello
Se enreda en el murmullo de la saliva,
Lentamente dominante hasta coagular el almácigo de la inclemencia,
Hasta pasar cuarenta noches
En el sol entero de las aguas?
¿Es cierto el trabajo de los coleópteros en los sentidos,
En el azul reptante de la lengua, en la sabiduría de los poros,
En el matorral de nísperos de la resurrección, en la brasa filosofal
De la desnudez plena, sofoco de la risa en la posta de la guitarra?
¿Cuántos dedos tiene el deseo, sobre la trinchera de una tortuga?
¿Tienen las escaleras disfraz de cielo
O es sólo el pasamontañas a la azotea, al piso mayor de la gracia,
Al entrecielo orgánico de las raíces, a la bandera donde se remoza
El arcoíris con el cometa de las hormigas?
¿Respiramos la telaraña de la noche buscando la luz,
O es la sombra misma el cristal de la sombra que arma el rompecabezas,
La punta de la flecha,
Prometeo del fuego largo de las flechas, Ulyses inédito
En la esquizofrenia de los astilleros, o Daphne quebrantada
Los domingos, inclinada en la cripta de la humedad?
¿Es finita la sed sin casa, o la casa nos avienta a la hojarasca
Con horas herméticas? En el taburete del asomo, ¿podemos sentar,
Uno a uno, el respiro y el rezo, al unísono, sin que se pierda la fragancia,
El invierno con barba del susurro,
El bosque de los espejos, el eco pródigo del pájaro?
¿Mordemos las siete cuerdas del Olimpo sin que se rompan los zapatos,
Ni las manos quiebren la arcilla de la infusión
Del chichipince y el muérdago, y la hierbabuena y el epazote?
¿Es el cierzo la única biblioteca para la respiración, la fantasía revelada
De la memoria, o la fábula de la ráfaga lanzada desde
La sábana de la sed, desde el arcabuz del deseo?
¿Podemos caminar sobre los círculos de la Primavera y reencarnar
En los imperativos del rocío? ¿Es este sueño un bosque,
O el bosque sueña en nosotros los pañuelos del tiempo, los bejucos
Repartidos del alma, la vocación de desprendernos del alma?
De pronto el vendaval es nuestro propio espejo. El mío.
Barataria, 09.IX.2010
Gracias Maestro por este testimonio en que te ofreces, vulnerable y nítido. Yo, que soy sólo el polvo del camino, la minúscula del abecedario... yo, que todo lo veo através del infinito...yo, que contemplo ocasos y palabras, porque los brazos cuelgan cuando la sed se cansa... ahora espero que el sol en dádiva sea justo conmigo y me ofrezca el halo que me falta.
ResponderEliminarSalud, Poeta.
Marina Centeno.
Estimada poeta: Este poema te lo debía. Y es desde luego, un tributo a tu humanidad y a la poesía.
ResponderEliminarAbrazos,
André Cruchaga
Aún tengo sueños y te busco -André- , pero si faltas, si algún día la señal se cae y esta caja sin ojos se revienta, yo te buscaré muy dentro, donde las voces callan, donde las letras sangran, donde el poema se atraganta, donde el corazón naufraga en el oleaje de la esperanza...
ResponderEliminarMarina Centeno
Yo estoy aquí, esperando el milagro.
ResponderEliminarAndré Cruchaga
Los milagros -André- son como los pájaros que sobrevuelan, nos observan de brazos cruzados -esperando-se divierten y juegan con las hebras del pelo y con los sueños que ascienden entre las mariposas....¡ah, los milagros -André-! es lanzar la botella al mar... y mirar como naufraga...como naufraga...
ResponderEliminarMarina Centeno.