Cuando la oscuridad es plena escribo sobre las sombras
Del papel. Las palabras se vuelven los poros abiertos
De la piel, las fotografías se desvanecen en el vacío tutelar
De mis huesos, en los francotiradores de los alelíes.
Puedo decir que la razón se ancla en el horizonte:
Puedo decir que la fugacidad se llena de extravíos e insensatez.
Del papel. Las palabras se vuelven los poros abiertos
De la piel, las fotografías se desvanecen en el vacío tutelar
De mis huesos, en los francotiradores de los alelíes.
Puedo decir que la razón se ancla en el horizonte:
Puedo decir que la fugacidad se llena de extravíos e insensatez.
Paisaje de Chalatenango, El Salvador
CUANDO LA OSCURIDAD ES PLENA
y me incliné un momento,
Cuando la oscuridad es plena escribo sobre las sombras
Del papel. Las palabras se vuelven los poros abiertos
De la piel, las fotografías se desvanecen en el vacío tutelar
De mis huesos, en los francotiradores de los alelíes.
Puedo decir que la razón se ancla en el horizonte:
Puedo decir que la fugacidad se llena de extravíos e insensatez.
Mientras a los vecinos no les gusta la poesía,
Me valgo de la ambigüedad aforística de las palabras.
A la fecha no he encontrado otra forma de vivir fuera
Del poema —vivir o morir tal es la confusión de las enredaderas.
Las calles son la mejor muestra para el ritmo de la poesía:
O por lo menos para ponerla a caminar sobre las ramas
Del viento, como un pecho en tránsito de la espuma.
En mi ciudad se fornica con los anzuelos de la luna.
Es tanta la promiscuidad que nadie es dueño de los pájaros,
Todo zozobra en las verduras, en las hebras del sueño:
Puerto que se vive en ese musgo de las bocas que se abren.
Pero volvamos: el fuego bombea pianos quemados,
El aire se ciñe a los pedales de los brasieres; desnudo el mar
Calla en los relojes, ruido que del cuello baja a las raíces.
La música en la calle no deja de ser un mundo de abismo.
En la cocina sin embargo se hacen comida los materiales
Del cuerpo, —todo pasa por los dientes de las brasas,
Por la despensa del árbol, por las servilletas de los labios.
Los caminos guardan cruces y puertas para el pecho.
Un suspiro desbarata toda la agonía de los ojos: es trabajo
De las pupilas lamer devotamente las gaviotas del viento,
Es trabajo del día desclavar los peces de la lengua,
Los cielos postreros, las ofertas de campaña, los puertos.
Sobre cada clavo del grito, hay barcos ahogados en sollozos,
Pero también esa miseria diezmada de la intimidad.
Hacia las estatuas desdoblo escaleras y muros: dedos
De miedo sin ofrendas más que las plumas azogadas de la orina.
La oscuridad de este siglo no se desvela en los faroles
De las esquinas, ni en las manos compungidas de los conciliadores,
No en la mesa del sueño con los ojos cerrados,
No bajo la sombra del frío con axilas idénticas a las páginas
De los periódicos, no en la noche donde la influenza hace
Estragos desde los cascos polares, no el ahogo pródigo
De los oasis, no en presencia de una quietud de muertos.
Los días son tensos junto a ciertos condimentos: —frente
A los ojos, la cebolla muerde uñas y ávidas gargantas.
Muerde ajos de afilada zozobra, la pimienta corroe los párpados.
Hoy hasta los cementerios han roto con el silencio de antes.
Los ríos que usted conoce buscan justicia en el alba.
Pero no sé si tanta ingenuidad pueda llenar la mesa de candiles.
El balasto que cae como resortes en mi ventana, busca mutilar
Mis alas. Pero no, no puede, mientras vos me acompañes
Desnuda con todos los aperos de la labranza, sin distancia.
Cuando el zodíaco fecunda las tormentas, el anhelo galopa
Sin límites. Cuando alumbra el relámpago,
El tiempo dibuja, sin malicia, sus propias sílabas…
Barataria, 26.VII.2009
De: Sublimación de la noche
CUANDO LA OSCURIDAD ES PLENA
y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Cuando la oscuridad es plena escribo sobre las sombras
Del papel. Las palabras se vuelven los poros abiertos
De la piel, las fotografías se desvanecen en el vacío tutelar
De mis huesos, en los francotiradores de los alelíes.
Puedo decir que la razón se ancla en el horizonte:
Puedo decir que la fugacidad se llena de extravíos e insensatez.
Mientras a los vecinos no les gusta la poesía,
Me valgo de la ambigüedad aforística de las palabras.
A la fecha no he encontrado otra forma de vivir fuera
Del poema —vivir o morir tal es la confusión de las enredaderas.
Las calles son la mejor muestra para el ritmo de la poesía:
O por lo menos para ponerla a caminar sobre las ramas
Del viento, como un pecho en tránsito de la espuma.
En mi ciudad se fornica con los anzuelos de la luna.
Es tanta la promiscuidad que nadie es dueño de los pájaros,
Todo zozobra en las verduras, en las hebras del sueño:
Puerto que se vive en ese musgo de las bocas que se abren.
Pero volvamos: el fuego bombea pianos quemados,
El aire se ciñe a los pedales de los brasieres; desnudo el mar
Calla en los relojes, ruido que del cuello baja a las raíces.
La música en la calle no deja de ser un mundo de abismo.
En la cocina sin embargo se hacen comida los materiales
Del cuerpo, —todo pasa por los dientes de las brasas,
Por la despensa del árbol, por las servilletas de los labios.
Los caminos guardan cruces y puertas para el pecho.
Un suspiro desbarata toda la agonía de los ojos: es trabajo
De las pupilas lamer devotamente las gaviotas del viento,
Es trabajo del día desclavar los peces de la lengua,
Los cielos postreros, las ofertas de campaña, los puertos.
Sobre cada clavo del grito, hay barcos ahogados en sollozos,
Pero también esa miseria diezmada de la intimidad.
Hacia las estatuas desdoblo escaleras y muros: dedos
De miedo sin ofrendas más que las plumas azogadas de la orina.
La oscuridad de este siglo no se desvela en los faroles
De las esquinas, ni en las manos compungidas de los conciliadores,
No en la mesa del sueño con los ojos cerrados,
No bajo la sombra del frío con axilas idénticas a las páginas
De los periódicos, no en la noche donde la influenza hace
Estragos desde los cascos polares, no el ahogo pródigo
De los oasis, no en presencia de una quietud de muertos.
Los días son tensos junto a ciertos condimentos: —frente
A los ojos, la cebolla muerde uñas y ávidas gargantas.
Muerde ajos de afilada zozobra, la pimienta corroe los párpados.
Hoy hasta los cementerios han roto con el silencio de antes.
Los ríos que usted conoce buscan justicia en el alba.
Pero no sé si tanta ingenuidad pueda llenar la mesa de candiles.
El balasto que cae como resortes en mi ventana, busca mutilar
Mis alas. Pero no, no puede, mientras vos me acompañes
Desnuda con todos los aperos de la labranza, sin distancia.
Cuando el zodíaco fecunda las tormentas, el anhelo galopa
Sin límites. Cuando alumbra el relámpago,
El tiempo dibuja, sin malicia, sus propias sílabas…
Barataria, 26.VII.2009
De: Sublimación de la noche
Hay noches -André- que caen con la fragilidad del vidrio. Noches que están hechas para el rocío y para las llagas. Noches que carcomen a nuestras historia, la digieren. Pero tú -Poeta- eres el impostor y eres vértigo, eres la crueldad de la mariposa sobre del hielo, eres la luz que traspasa las cortinas, eres la soledad y eres anhelo...
ResponderEliminarBuena tarde.
Marina Centeno.
Sí, cuando la oscuridad es plena...
ResponderEliminarel aire fuma los pianos quemados,
mientras el sopor del musgo,
--la oscuridad misma--,
nos ofrenda los cascos de la noche.
Así voy ahogándome,
como desclavando la puerta para tomar un barco...
gracias por tus luminosos comentarios.
Un abrazo enorme.
André Cruchaga
Son los hilos de la marioneta -André- los que hacen el juego, los que ocasionan la trampa y el fracaso, el nudo y el embeleso.
ResponderEliminarNos desenredamos después entre las sábanas, completamente ebrios, completamente solitarios. Porque bebemos de la soledad sólo las sombras, el resplandor y las hartazgos de luna escurriéndose en el calendario.
Ay -André! acá les estoy poniendo nombre a los ocasos, cuando las nubes cumplen la encomienda y amontonan de gris el horizonte... ahí, el nombre...
Besos, Poeta.
Marina Centeno.
Quizá somos esa arcilla herética donde confluye la inclemencia
ResponderEliminarde otro orden de cosas:
el caos que de pronto redirecciona
las sombras reveladas del aceite.
Quizá reverdezcamos tan pronto
como la fragancia,
después de esta total oscuridad
del alma.
André Cruchaga
Nada es total -André-
ResponderEliminartal vez la muerte.
Presiento
que en el fondo de tus ojos
existe un mundo de palabras,
una temporada de peces... y morir -totalmente- en la profundidad del pozo.
Marina Centeno
Eso sería más que un baño de dioses,
ResponderEliminarentrar hasta el fondo,
hasta derretir la trementina.
André Cruchaga
Saber de litorales
ResponderEliminary de naúfragos
en la profundidad del Golfo
Saber que de tu nombre
saltan peces
y que la oscuridad suele
ser el pétalo que estrujas
en tus ojos
Marina Centeno
Me gusta para publicar, me lo permites Poeta?
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