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domingo, 30 de septiembre de 2012

SABOR A MAZAPÁN

Imagen de O





SABOR A MAZAPÁN




en tus cabellos se queman mis ojos: espejo puerto con sus propias simbologías hacia abajo de los tallos del árbol, los escarabajos carcomiendo la humedad  trinos y bosques asumidos el agua es transparente como la gota que desprende el horizonte como el triunfo de la ensalada en el hangar del apetito me conmueves luz verde de campanario en mi boca tus manos como dos alas extendidas sobre el círculo infinito del ombligo vuelan al ritmo de mis sueños en el paraguas de tu piel cuento intactas las ventanas del estío las hierbas aromáticas en la lechuga en la lluvia ronca del apetito qué agrego a la cúpula redonda de la claridad a la sección donde se reúne el magnetismos de los días impecables de ánforas como aquella bandera de la flama oscilando en el tejado despierta cada vez que la espiga alcanza a la rosa trenes de limonada en alguna sonata que arrastra el caballo de la respiración hasta el camino donde la ternura se llena de alelíes verde poderío en la boca  cayendo en la hondonada de la lectura humana vivimos fascinados por los timbales de los vegetales (unos granos de pimienta y queda listo el aderezo) para hacer audible la intensidad de los ojos posibles los versos en el alma conmigo la entrada a la librería del pecho cierto el ombligo encerrado en el silencio cierto el vosotros de nuestras manos hacendosas la magia espontánea del violón inagotable todo cuanto grita y tiembla todo en los paralelos del paladar así avanza la cadena del hambre gotea el ritmo sus propias linternas vos con la fuerza de la tormenta yo tras la parábola de los faroles el rito perpetuo de la especie la sal dulce fragante del asombro sobre la piel fosfórica y recurrente ahí el gajo de párpados revélase el mazapán con desatino de dulces figuritas de ceremonia íntima

Barataria, 29.IX.2012

viernes, 28 de septiembre de 2012

DESASOSIEGOS

Eugène Ferdinand Victor Delacroix


DESASOSIEGOS




En las hélices de las vísceras, irremediablemente el desahogo  esa constante de alfiles insondables, colgando de las esquinas de los poros  mordiendo la sal desmedida del subconsciente cuando el azúcar ha dejado de ser aroma alrededor de las begonias en la boca los golpes del café espeso a cambio de la taza que retuerce las cortinas el paredón de fusilamiento de las persianas le he quitado el aplomo y la campana a los sábados me quedo con el horcón colgado de los brazos esperando el próximo cansancio el bajorrelieve arrepentido de las puertas o esa música monocorde de las piedras goteando en las mejillas río delante del retrato de las flautas  junto al trozo de caricia ciega del calendario  arden las calles con transeúntes anónimos y catedrales neoclásicas de miedo mezclo el aire con el hambre quien vuela y quien se queda implorando una limosna alrededor sin embargo de los guantes del rocío se abanica el tren en la respiración de los rieles en el momento justo cuando el reloj muerde el orégano y la pimienta siempre la lejanía es inversamente proporcional al vaso de agua de las estrellas lo es en su densa nomenclatura de abrir los pies a la neurosis de pronto el búho y los murciélagos como estampas de un litoral abofeteado sin más argumento que la fuga al trasluz del aire ya en el ojo sereno de entonces no cabe el sosiego sino ese largo tren desahuciado por las aguas prolongadas hasta los rodillas entre aguas insostenibles los paréntesis y hasta el desatino de los andenes impuros el artefacto inderivado del pasamontañas tal vez después los pétalos sobre el comal la velocidad de un umbral ciclónico llega el momento preciso de meter el pie en el estribo del umbral gotea el filo de las palabras mordiendo el escondrijo no hay misterio en un libro que se abre al viento salvo que la sed empape la tinta

Barataria, 22.IX.2012
 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

RIELES

Imagen tomada de la red




RIELES




Largos hierros del ímpetu en el unánime polen de la lluvia rieles de sequía horadando la garganta en la distancia del ojo y el horizonte dos sombras paralelas todo el día retenido en la dilatación del cuerpo que excava  en el oráculo de los durmientes días fieros allí alrededor de los dientes en el espacio que la respiración eleva a cúpula llana forma de recostarnos en el lindero de las locomotoras dejando la almohada por la piedra persistiendo en los delgados amarillos del paraguas de los girasoles a deshora de la espera del pecho  cuya faena es atesorar el grano henchido de los poros o asir el camino donde han sido desvanecidos los miedos miro cómo mis manos de alfarero han ido perdiendo lozanía en ellas el fruto fermentado del surco y la ventisca clandestina del aliento pero siempre es así frente a la ciudad cuando se han quemado todos los estertores del día y nos viene el sigilo de la noche con su alta sombra de ruidos silenciosos si yo no fuera poeta quizás sería un lazarillo a merced de la intimidad ciega de la vendimia un río ahora hecho camino una difusa claridad con aldabas o simplemente un guijarro traspasado por la lengua del crepúsculo me doy cuenta sin embargo que camino en la alta brisa de la tinta aligero como cualquier pájaro  mi vuelo  al nido límpido de las comillas a ese otro eco del entresueño donde cobra vida la labor del recuerdo oculto me devaneo en mi propia realidad: el tronco de la memoria me sostiene después de quemar los candiles del tiempo así de sencillo como tibio incensario en el altar mayor de la propia inmolación dejo atrás todos los días anteriores al lecho confortante la danza de los vagones que sobre los rieles pasa me parece necesaria para no olvidarme que el fuego está hecho de distancias ebrias y conjuros que uno respira en el subsuelo  debajo de los rieles la propia desazón  de la piel en la intemperie

Barataria, 26.IX.2012

lunes, 24 de septiembre de 2012

AULLIDO

Imagen tomada de airamandyer.blogspot.com


AULLIDO




Yo el perro que comulga y mastica en el reino de las contradicciones el violín del vástago disperso en la obediencia del azogue le doy puntapiés a las paredes desnudas me aproximo a las hélices de la lluvia a la varita mágica que me haga posible navegar en los océanos le pido al Todopoderoso me haga tangible lo impreciso el puchito de alegría en la taza de café negro para luego sorprenderme en la lectura de la geometría  quizás al borde del filo sosteniendo los fracasos los emolumentos extraños del ascua los gestos de las deslealtades acercándose implacablemente a la nomenclatura de los horarios al desprecio hoy por el telégrafo murmuro claro está cuando me desgarran las noticias en el fondo son los mismos tiburones ballenas blancas mordiendo el delirio el centro del nido del apocalipsis tanto aullido alrededor de la verja de los sepultureros tantas bocanadas de ladridos sin abrazos tantos lugares extraños para quitarme los zapatos tantos chuchos sin ser Ícaros  sin ser la bengala del velamen por cierto cada vez le quito el miedo a la sintaxis  todas las pupilas rotas en la embriaguez inhóspita de las desinencias daría otra vía láctea por tu ombligo encarnados los objetos líquidos en la boca estoy obligado a mirar desde la distancia el escarnio las hormigas sementales del eclipse el grito onírico que rota sobre la mesa del deletreo la flama que asimila mi aliento el movimiento de pupilas del rocío sobre el caballo del equinoccio  pululante en el tejado este mundo de acribillados árboles me suicida hasta el punto de convertirme en ceniza de soltarme la camisa de fuerza del tiempo  de evaporar la campana del santo rosario  el saxo voraz del sexo las reminiscencias del piano los peldaños ateridos de las gesticulaciones el merodeo de la torre de babel al punto de sentir un dolor gutural del tamaño de un abrigo de elefante quiero jubilar los anillos de los géiseres y bañarme en otro siglo sin violencia y sin muletas gozarte desnuda entre mis manos casi como una hoja de miel temblorosa como un tren de linternas digitales sabotear los buenos hábitos y jugar al filo del bajomar sin horario sin más agua que la trasegada en el alambique…

Barataria, 24.IX.2012
 

sábado, 22 de septiembre de 2012

CALLE TRANSVERSAL

Imagen tomada de criaturasimaginarias.wordpress.com


CALLE TRANSVERSAL




Aquella calle se extiende atravesando de un lado a otro, los cuatro costados del azar, el aleteo que en dicho tránsito se llena de contrarios. Parte del eje subliminal de las tarántulas hasta  las hélices de la sed y la hoguera,  nudos caducos del vértigo, crepitando en la ramazón del cemento. Se ha vuelto una manía caminar paralelamente al fuego hasta abrir el corazón del páramo como el resplandor que parte las sombras en espejos, el mar hasta el absurdo del cuello, con agonizante neblina.  Calle transversal donde agoniza la sal o el olor voraz de la canela, donde la memoria es un absurdo semejante a los obituarios que enlistan los retratos fenecidos del aliento y las secretas luciérnagas de los encajes, o la tristeza de siempre inventariando las ausencias. Aquí, no hay otra calle principal más que ésta: gasto semanas de fugaces vuelos y caballos vueltos un disfraz; sobre los arriates la contraclaridad de los caminos, las frondas como una peluca desvencijada,  el aire con muecas de bufón, por cierto gastado de perífrasis.  Sigo caminando sobre el polvo. (¿Me arrojo al graznido del tejado, a tus senos de afiebrada ruptura? Me quedo, sin embargo, como una rigurosa colmena magullado de tanta solfa.  El único repertorio posible que tengo es  este juicio confuso de mi parpadeo y los vaivenes de la espina entregada a mis dientes y aquel capítulo de novela negra aún no revelado y aquel tizne con el que dibujo mi sexo y aquel timbal de pizarra que suena en mi pecho.)

Barataria, 21.IX.2012

jueves, 20 de septiembre de 2012

DISPERSIÓN DEL AGUA

Imagen tomada de la red




DISPERSIÓN DEL AGUA




Sobre la piedra del vértice de la ceniza, entre el crujido de las aguas abisales de la escritura, entre la euforia y lo furtivo, la conciencia fugitiva del alba, los pliegues azarosos del reloj quizá abriéndose entre las vigas descalzas del aliento. ¿Quién resguardó la flama ardida del aliento? Siendo claridades nos volvimos materia derruida,  líneas seculares de la queja y el agobio. Somos los seres más comunes sobre el mantel de la hojarasca, los seres caídos desde el ático del soplo benigno del retablo y las adendas, quizás las sombras adheridas al drama que siempre encarna cualquier utopía.  Yo diré que el tiempo nos avienta a las losas de la intemperie;  vos dirás, no sé qué dirás desde los algoritmos inéditos  de las siete oscuridades de los pañuelos, desde la carne corrompida de los juegos del azar. A fin de cuentas, esta dispersión es un poco el albedrío del sobrevuelo sobre los límites del desorden que inventamos alrededor del trompo de cada palabra desgastada en idéntica gravidez a cualquier batalla. Todo nos separa a pesar de que todo nos une: el ansia, el bambú del aire, el tecomate desmoronado de los poros, los ojos perturbados de la puerta del agua, el punto equidistante del alhelí, la piscucha del patio verde del aroma. Un día, habremos de administrar bien las pupilas y esta quietud aparente de la abstracción y estas abolladuras que nos hace el eco en las sienes y esta casi perversa borrasca del humo, entre la vitalidad de lo súbito y el sosiego de la saliva en las paredes.  Frente al agua, esa otra sed infinita que produce la temperatura. De repente, la iracundia de los pétalos y la brújula nauseabunda de la porcelana.

Barataria, 19.IX.2012

martes, 18 de septiembre de 2012

PRÓLOGO AL TRÁNSITO

Imagen tomada de imagenzone.net




PRÓLOGO AL TRÁNSITO




He puesto el latir de mis sienes al compás de tus pasos
subiendo la escalera para oír cómo pisa tu sangre
sobre las yemas de mis dedos ausentes.
PEDRO GARCÍA CABRERA




Entrado al bosque de la noche, los códigos del aullido
sobre las aceras, la tormenta insomne sobre las cejas,
hundido en la escarcha del viento:
siempre el reloj marca los círculos del eclipse, la curva aritmética
de los zapatos, las semillas que luego se convierten en epitafios.
Al tránsito le damos su ración de neumáticos;
a las distancias, sueños. Como un ventanal crecido en las sienes,
la vela del mirar en el encaje hacia fuera de cualquier atadura disgregada.
Emigro cada vez al telar del aire donde el destello me conduce
sin disfraces  al patio del aljibe, a la ventana inequívoca que entreteje
otros senderos y no necesariamente a otro patíbulo de grafiti.
Alzo mi boca en el deshielo de las libélulas,
cruzo el corpus de la escritura,
los rieles anhelantes del imán, el hambre desvirgada
del cordón umbilical, el pañuelo corporeizado del almanaque, locuaz,
en su pegajoso laberinto. En la nuez no cabe la saliva expectante,
ni el pólipo en el eje de las carretas, ni el espejo improbable
del polvo o el asfalto en la epístola pintada con tranvías.

(Se necesita un verdugo para hacer languidecer los minutos:
también abstraer la llovizna del bullicio, arrojar a los vertederos
el rara avis de la intemperie con toda su jungla de cuchillos.
Cada vez el drama es un espectador de las ventanas,
uno más en medio del drama de las espinas, nos desangra
el trote invisible del viento,
la oquedad de la caverna, la beligerancia que degüella la garganta.
Un día sólo tendremos gotas de agua colgadas del alero, y sogas amenazantes para la tarde y nostalgias atesoradas de lo anhelado.)

Lo demás, son sombras que se van acumulando en el camino,
débiles paredes, luz, sin ningún resucitado, tragaluces del desierto
en las comisuras, páginas absurdas de la sangre que vierte la deriva.
¿Hacia dónde voy en un itinerario de páramos,
con ligereza de gritos y zapatos amargos, deslizándose
sobre las arenillas invencibles del suelo? ¿Qué contrarios
esféricos imprimen mi tinta, los escombros caducos del fulgor,
que de pronto me lanzo al blindaje del asfalto, ciego de estupor
y de ventanas, a repensar mi propia historia.
Dejo crecer la sal del destino para que la lluvia lo lave,
hurgo en el apetito insondable de las alas, como un libro
abierto en la fogata del escombro, allí con las llaves cósmicas
del tiempo, ejercicio de pupilas en el río del delirio.

Barataria, 16,IX.2012
 

domingo, 16 de septiembre de 2012

HIRVIENTE SERENIDAD

Imagen tomada de es.wikipedia.org




HIRVIENTE SERENIDAD




a Pere Bessó y Marina Centeno, poetas




Decimos serenidad cuando los pájaros mueven su cuerpo, las gaviotas sin aldabas en plena astilla de olas collares de arenilla y ungüentos sobre la torre acechante de los objetos del día a día como los pabellones del insomnio de la noche disturbio de palabras contra el ojo, aun así es necesario guardar la cordura los periódicos los trenes los ascensores los recuerdos entrampados en la boca de los muertos los mensajes del ave nacional en las festividades de este reino caduco en la última calle sucia de las premoniciones la cópula del reloj tendida en el césped púrpura quemados los cuerpos la forma de túnica del reloj que mece las agujas al trasluz de las sombras dormido me ahondo en el otoño las ramas del rocío sobre el nicho sumergido de los trenes por dentro los demonios enrarecidos del viento mana a estas horas será mediodía bastará un hervor en los labios de la fuga la ociosidad seguramente objetivará las mañanas antes comienzo a hacer audibles todas las equivocaciones no postergo los dibujos que hice con la tinta ni reniego de las calles salobres de la melancolía suenan las trompetas del batallón de la saliva suben los insectos en la penumbra pastosa de los fideos afuera hay fuegos calcinados los mismos cuerpos de aquella vastedad nocturna ebrio lamo los fragmentos del vómito el día es extraño cuando me lo paso pensando en las palabras nombres miedos perdones disculpas todo a la carta de la zozobra medito en el rebaño ávido de rigideces lo único cierto son las enredaderas el bamboleo de la flama del candil a ritmo de blues mudo fuego lento del aullido amargo nunca erigimos la alternancia del musgo ni pensamos en los porqués del odio ni en la interview del oleaje sobre el prensapapel de la angustia con azoteas de ráfaga hierven los antros y sus antípodas la facilidad del albañal de los encajes colgados del diente petrificado de la desnudez de pronto me doy cuenta que hay más insolencia de lo que pensaba habrá voces que maúllen y templos demolidos del tamaño del remedo habrá emuladores de la esperanza con aplomo de estatuas aguas carbonizadas que nada tienen que ver con el santo patrono ni con Quevedo en la arista aquí del trópico avanzo con mis pezuñas subterráneas.
Barataria, 16.IX.2012

sábado, 15 de septiembre de 2012

VUELTA A LA AUSENCIA

Imagen tomada de rootbook.wordpress.com




VUELTA A LA AUSENCIA




…nos cosquillea las mejillas pulquérrimas
y nos acariciamos benévolos la nuca postrer refugio
de las reminiscencias mitológicas
GERARDO DIEGO




Retorno y sin luz a la orilla del estrépito. El paraguas de la lágrima
al borde de los rincones solos de mi boca, aguas purulentas
en la monotonía del petate tendido en la esquina
del costal difuso de la espuma.
Vuelvo al mismo punto de partida, pero no es el mismo: la evasión
del tiempo y los ahogos no son los mismos, no el mismo río horadado
de cadáveres, ni la ventana avergonzada por el tiempo de niebla.

(Siempre imaginé diferentes los ahoras: jamás pensé
en la condición frágil de la hoja tirada por el viento,
ni en la carencia de platos al momento
de sentarme a la mesa con la boca llena de palabras
y sin ninguna conversación posible,
porque no hay interlocutores,
ni una brizna que me haga tolerable el momento.
No está aquí la celebración del vértigo,
sino la sombra del miedo
con su nudo ciego: única realidad perenne en este regreso solapado
de la ceniza, espejo en un instante del palpitar de la zozobra.
Y no será diferente cuando me embarque en la próxima estación,
cuando todos los muertos refunden
su destino y sangre lo telúrico,
y muerda la compuerta de la salmuera la invención del aleluya.)

Camino sobre los rastrojos del kerosén voraz del aliento,
cada vez resulta insólita la memoria con ciertos huéspedes
a hurtadillas, me declaro una moneda cercana a las alcantarillas,
este es el perfil que me queda después de transitar entre sombras,
resulta inexpresable el sonido de la espuma
cuando flotan los papiros de la neblina, el hombre ahogado
entre sirenas, entre destinos de rancia
opacidad como el pedernal a ultranza de la nostalgia.
Cada vez resulta más gratificante no recordar a nadie:
cierto grado de inconciencia ayuda a mantener las entrañas
en sosiego; después de todo, es buena la poca luz
para tocar el fondo de las cosas.

Pensar en el futuro, no deja de ser mera truculencia del Mercado,
uno termina consumiendo escombros, y envolventes
bailes artificiales;
por eso es necesario el surtidor de los museos,
y un puchito de lumbre para el espíritu.
En otro tiempo a pies y luz les dimos lozanía de alas,
por si acaso. Ahora ya no es necesario, aunque merodeen moscardones
alrededor de los zapatos, los días de la semana
son síntomas de la historia:
en una esquina del calendario, la grúa de la noche abre su boca
para limpiar la mucosa del horizonte, la noche que borra las paredes.
En esta irremediable vuelta a la ausencia,
debo pensar, también, en la ruptura de los peces,
en aquella sed afiebrada hasta el cuello, en la breña y el vinagre,
cruel sedición de los tejados,
aunando más miseria a la miseria, como un látigo sin caducidad.
Hecho el inventario necesario, las hormigas hacen lo suyo;
También los girasoles que cuelgan del umbral como guineos majonchos
en el tabanco, digamos, de la propia tormenta.

Barataria, 14.IX.2012

jueves, 13 de septiembre de 2012

MADERA ASCENDENTE


Fotografía de Francesca Woodman





MADERA ASCENDENTE
(Hacia el asombro, floración del alma)




a Sofía Rodríguez García, poeta.




La invasión de las aguas se va tendiendo en pesadillas
sin despertar al escalar el surtidor o fijar un lucero.
JOSÉ LEZAMA LIMA




Aún estoy a orillas del hambre, salpicados mis pies por la lluvia,
mientras mis manos siguen madurando las campanas del alhelí,
la escalera de la sangre subiendo a los rieles de los poros;
a través de este abrigo de las palabras, el atrio de la tinta
dentro del almanaque de la acequia del eco: en la hipnosis
del ojal, el desfiladero del escalofrío, la brújula o el farol de cuanto
cubre el picoteo de los relámpagos.
Todas las raíces tienen el tamaño del sol: el lexema del agua
y los manteles, el pez del arco iris en el césped hirviente del terciopelo;
cada vez sube la lengua a la almohada, cada vez la sombra destrenza
las esferas de la cobija o la rama en el entrecejo del pálpito.
Cada vez la tormenta muerde con sus desnudeces de avena.
Cada vez el ascenso es sinfonía de luciérnagas:
el sonido de las palabras en la alacena de la respiración.

El punto de la sabiduría está en hacer visibles los puntos cardinales:
no es el arbitrio el que habita las estatuas,
ni el País que nos colma de hastíos, ni los titiriteros locuaces de la risa,
ni siquiera la jaqueca que producen ciertos estertores,
ni el mecate del murmullo en los rincones endurecidos del ansia:
nos perdemos en el espejo de la medianoche, —nos abriga el cíclope
del incendio, lo absolutamente corpóreo,
lo calientito del rapto del abecedario, el arado que se extiende
hasta las vaguadas de la anatomía de la diéresis.

(Por encima de todo, hay dimensiones sumamente entrañables:
la diafanidad por ejemplo; y no lo putrefacto de ciertas legumbres;
la superficie real del plano cartesiano en los párpados;
y no el cancel agobiado por imágenes en sepia.
Sobre el borde de la canela, ascienden las puertas y empieza el goteo
del jardín, hacia arriba en el sendero del tejado.
En la almohada la claridad tiene manos reveladoras: un milagro.
Dondequiera el tiempo se alza como un refugio:
cruzamos el vuelo con la desnudez de los sueños,
para luego abrigarnos con el rocío de las libélulas,
bajo la rama del almendro convertida en paraguas…)

¿Es posible que el sonido suba al sedimento de los sueños,
a la hierba premonitoria del peñasco? —A menudo, sucede que,
la altura no es sólo calvario, sino un afán de guantes,
sorda caverna sostenida con zancos, y no roca firme.
Allá no hay pupitres para aprender las abstracciones del cielo,
Aquí nosotros para el próximo temporal de ropa:
seguramente izando la bandera de los pezones,
como se hace en las festividades de la Patria, con bombos y platillos.
En la desazón del abrigo, nos amparamos en los tapiales
de las enredaderas, le ponemos imanes al itinerario,
y luego desnudamos el tórax desde las rodillas.
Sólo así sabemos si el viento no es otro paralítico,
en esta geografía nuestra de castillos de naipe, donde la apariencia
sigue siendo tan feudal, como los sistemas caducos
de las estratificaciones, como el ojo oscuro de un túnel…
Alrededor de los pájaros hay un hondo camino donde amanece:
la poesía que respiran las estaciones del tiempo,
el latido corpóreo derramado en la tinta, el retablo del cuaderno.

Barataria, 12.IX.2012

martes, 11 de septiembre de 2012

GEOMETRÍA DE LA ESPUMA

Imagen tomada de crecersindios.com



GEOMETRÍA DE LA ESPUMA





Sólo a veces se profetiza envejeciendo un poco las tintas másstenaces
y se juega a los naipes la bruma sobrante
y no siempre regresan a su cristal las palomas…
LUIS A. PIÑER




Al fondo, en la profundidad de las aguas, el tejado en las ancas
de la sal, las sombras torcidas de las huellas,
la retórica en los escarabajos
de los paralíticos, siempre la estética del extravío, a merced del reojo
en el plato del ombligo, del pan repartido y partido en los pezones
del reacomodo del hambre próximo al hospedaje feudal de la obscenidad.
Deliran las gaviotas en el suspenso de la espuma:
las blancas rodillas pobladas de azúcar,
el guante de las esferas en la marea
de ultramar, los firmes abanicos de la anatomía en la gramática honda
de la respiración: aquí en los peldaños líquidos de la escalera,
el sostén creciente de la sonrisa
con su sexo ligeramente sugestivo, al alcance del badajo excitado:
la vos sube como una trompeta al infinito
después de despertar en el túnel seducido,
después de abrazar los rincones cósmicos del paisaje dibujado
en el musgo, cielo de simetrías fijas, rotundas.

Así pasa veloz la brusquedad de las sombras,
el petate cuadriculado de la azotea de la cresta que se enreda
en las manos, el coral recurvado de la herida,
el piano quejumbroso de los caballos, ciegos
suspiros de las flechas en la playa donde las sirenas, 
gritan como espejos sumergidos en la esperma del sonambulismo.
Me quedo aquí repasando el cuaderno de zinc de la espuma:
para eso, las pestañas, sirven de redes para raptar a las gaviotas,
el itinerario líquido de los labios, el cristal del acertijo en las manos,
todos los antecedentes invasivos de las aguas, a veces termales,
como el cántaro candente de los ijares
en pleno movimiento de aguas hirvientes.

(Vos, como un acordeón mordiendo mis costados:
hundida y despeinada
en mi cuaderno, poesía,
mesa del tren desenfundado de las estrellas.
Te veo venir goteando en el palillo del paraguas,
en la resina de las rajas de ocote, en el aliento gimiente de las bujías,
en este prensapapel del césped
indescifrable del aforismo.
Vos, pulsante en las interjecciones de mi barba,
en la hornilla resguardada en el tabanco de mi respiración.
Vos, digo, como un memorial de mi convento, pan y almohada,
Luminosa y profana y resurrecta, ay, “verbo revelado”.)

En la otra orilla, los amuletos del infierno: lista para la fuga.
Lista para descender a los manteles de la embriaguez,
al río subterráneo de los pinceles de Miró.

Barataria, 10.IX.2012

domingo, 9 de septiembre de 2012

AHOGOS

Imagen tomada del blog de Andrei Langa





AHOGOS




Arrancas a la altura réplicas ardientes.
La luz de cuello de vidrio se parte
en dos y tu negra armadura se constela de frialdades intactas.
OCTAVIO PAZ




Respiro en el oasis de cada poro, en la cripta de los ijares,
en los asedios confesos de la ropa. He aquí los ahogos
con su equipaje en desbandada,
multiplicados en la balanza del desequilibrio,
resueltos a la imposible blancura del pavimento,
siempre en declive los meses sin olvido,
el jarro de las especies de la melancolía, la colilla quebradiza
a desnivel del humo
descarrilado del aliento, zumbido de moscas en la piel,
al punto de horadar
los párpados del tiempo fraguado en el óxido de la memoria.

(Nos devora la sed sinuosa de la esperanza, el deseo desbordado
e infatigable, las doctrinas que examinan la lógica y la conciencia,
el actus purus de nuestra existencia humana:
¿dudamos incesantemente de nuestros deseos,
o nos reafirmamos en la summa de nuestra essentia,
cada vez que queremos
edificar nuestro propio lenguaje ontológico?
Parte del conjuro es trasegar nuestros respiros,
disolver el sofoco en el regazo,
bracear en el embeleso de la sed abierta al sitio donde la memoria renace.)

Somos y no somos, pero ¿cuántas veces somos y dejamos de ser?
En la hostilidad del desorden, yace el contenido orgásmico del lenguaje,
la eyaculación a priori de las recurrencias del fruto testamentario
del espíritu.
Desgarrada la libertad, viene el martirio inclinado sobre los cuerpos,
vienen los relojes acelerando sus pulmones,
todo el clamor cambiado del paisaje,
las ruedas de la anemia en su monotonía carcomida por las huestes
de las poleas de la ebullición.
—Hoy, acaso, cambiemos de piel, arreciemos el semen del alambique,
y mordamos los pliegues de la ardilla de la impaciencia
como siempre sucede
cuando el cielo se disfraza,
cuando el uno y el otro se cobijan con las mismas telarañas
y el sentido y la forma, sin anular la esencia del acto y la potencia
de la fantasía. Hemos sorbido las paredes del mediodía
amparados en el atril de las sombras
junto a la estirpe viscosa de los médanos,
cerca del magma de los lavaderos, olvidados del comercio,
dentro del turbio hojerío del planeta, a borbollones el temblor
de las palabras.

Debo pensar en los cuerpos que la noche envuelve,
en las calles sin pupilas,
en los pretéritos habitados por el espejismo,
quizás en el trasiego del agua cuando hierve a más de lo normal,
cuando toda la historia está marcada por el miedo, por el tímido claroscuro del bosque.
Hasta hoy, no sé si los barcos pueden atravesar
las regiones heridas del sueño,
o la transparencia de unas bragas imposibles,
o el torrente almidonado de los pájaros en su rendija de alas.
Es posible que nuestros cuerpos se acumulen en el espacio
y luego se liberen
en un siglo de gaviotas, heterogéneas en si mismas.
Cuando volvamos a la espiga, el sudor acumulado
en el corazón del ombligo,
el ahogo aquietado entre los encajes desvelados del misterio.
—vos, en la postura de siempre: viendo la fotografía en la ventana,
las pestañas casi inmóviles del sombrero, la soledad resuelta en el espejo,
todos los nombres irremediables en el taller del relojero…

Barataria, 08.IX.2012


viernes, 7 de septiembre de 2012

ECOS CALCINADOS

Imagen tomada de anaevenegaseducadorasocial.blogspot.com




ECOS CALCINADOS




Los tristes carbones, los vírgenes leños ahora profanados
perecían lentamente entre las garras sádicas
de las altas y verdes arañas…
ANTONIO SAURA




Miro las armaduras y los focos de la noche, los castillos demenciales
de los espejos, y la hojarasca oxidada del tiempo. ¿Cómo pervive el ala
fría en la armadura de la salmuera, los vientos sin provisiones, salvo
la fatiga del deambular del hollín, el tizne y aún el desequilibrio
de los trenes? —Vengo de lo inhóspito aunque nieguen mi existencia:
Vengo de navegar entre mausoleos y estatuas, en medio del patriotismo
de la semana, del galope violento del mar en los litorales: nada es fortuito.
Bajo a todos los objetos que iluminan las centellas, sin medida ni tapices;
vuelvo a la sábana incierta del fango, al azote carnívoro de los ecos,
sin que existan posibilidades de salida a esta demencia suntuosa
de la saliva que adquiere ciudadanía en el tintero del pulso.
A la altura de las sienes, están las ganzúas sosteniendo
las paredes del aliento, el altillo del desagüe de las aglomeraciones,
los encajes de los paraguas con su margen de torrente tardío.

(En la catacumba de la respiración, la humareda y la escoria, los hirvientes
oráculos de lo indecible, esa otra dimensión de la corrosión devorante.
¿Hasta qué punto la obscuridad se obstina en lo suyo y lo ajeno,
y muerde el ya sordo césped de los andenes?
—De pronto, la hojarasca calcinada es mi trofeo: me aproximo
inevitablemente al despojo, a lo progresivo de los esqueletos de la noche
con sus búhos, a este mal del destrozo de los relámpagos.)

Otros serán los que descifren, adentrándose en mis precipicios,
el escalofrío y las razones del vómito, la gripe de los murciélagos,
la porcelana del crepúsculo, todo cuanto se volvió desequilibrio
y sospecha, vigilias permanentes.
En cada letargo que produjeron los magullones de este tránsito sin tregua,
todo el tizne acumulado de los ahogos, las moscas velando el suicidio,
las manos con su árbol de cansancio.
Por más infatigable que sea la devoción por las begonias,
la hostilidad aró su cauce, con todos los objetos de labranza
de la alevosía. Con todos los aperos de la memoria.
Luego, ¿por qué tanto odio en golpe dentro de la sonrisa,
a la hora del desayuno, durante la danza de los vitrales,
en la alegría del alma, cuando el albor murmura en su oleaje matutino,
cuando la respiración quiere dejar de lado el agobio y los armarios
de la noche en su embriaguez de ceniza? No adivino los vitrales
entre tantos fantasmas, dentro de mi propio paisaje a veces inútil.
Disgrego las sombras con mi parpadeo: ningún tiempo es inocente
a las telarañas, ni a esta tortura que produce el desafío del vértigo.
Los rigores del sin embargo son audibles ahora que el vilano
del eco atraviesa los travesaños del eco calcinado.

Barataria, 06.IX.2012

miércoles, 5 de septiembre de 2012

PERSIANA LÁCTEA

Imagen tomada de la red




PERSIANA LÁCTEA




Blanco el poro de la madera, el resorte de la duda, la lujuria crecida de los tornillos: se abre de par en par el azúcar de la lluvia, el cazador de ríos ciegos abajo del aposento oscuro, cielo lascivo del cuerpo. Ante cada respiración me azuza la sed, allí sobre la yedra inclinada de los labios mayores de la arcilla, donde la tormenta descendida se vuelve innumerable, insomnes manos de melódica curtida en la habitación del humo, en el epitafio del mapa de los trenes escrito a dos voces de la brea. Nos muerden los charcos pisoteados de la leche, después de enfriar las paredes del precipicio, bisagras con el agujero fijo del escalofrío. En mi oficio de inventariar nostalgias, me vienen las persianas como un espejo ahogado llorando en la arqueología de los trenes, en ese retrato al carbón de los relojes tirados sobre las baldosas hambrientas del pedernal. Todo de pronto es incierto sobre la espuma negra del asfalto: columnas de zapatos como lenguas furibundas, largos trenes con ganzúas, desvencijadas puertas en la madera de la lengua, toneles de imágenes en desagüe de esta locura próxima a la esquizofrenia. (Pero me quedo aquí, de todos modos, aruñando el tardío cauce de las aguas, el tranvía lácteo de los vestigios, esta terrestre furia del otoño, cuando todo parece una hecatombe, superior a un tsunami. Por cierto, estoy próximo a la oscuridad después de haber colmado el bosque y masticado los insectos circundantes a la entrepierna de las tapicerías. Estoy cerca de accidentarme, otra vez, en los alfileres, en esa violenta humedad de la desnudez.)

Barataria, 04.IX.2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

VENTANA AL MAR

Imagen tomada de tusimagenesmagicas.blogspot.com



VENTANA AL MAR



a Juan Francisco González-Díaz



El mar está allí: huele el mar, sus orillas, el hilo enhiesto de la espuma y de las olas. En su voz, el oculto pálpito de los acordeones, el lápiz dilatado a lo largo de la sal, y la noche de corales que abonan la memoria y la espera justa que reclama el flujo de sus aguas. En el día los ojos superponen el temblor agitado que asciende a la fiebre de la brisa y las gaviotas. El mar desde la ventana, libre en su fuerza de salmuera, ilimitado para la usura, plural y cuantitativo en sus pliegues, loco en el lomo de la arena, áspero en sus rincones de luna. Hasta aquí, llega encuadernado de sol, con adjetivos insaciables, invulnerable en sus neumáticos cósmicos; va y viene como el badajo encajado en la campana del arrebato, como un ojo en la ventana, entra nervioso al aliento. Y sin embargo, (“su ímpetu es amargo, su canto es estruendo. Estalla el agua en la piedra y se abren por vez primera sus infinitos ojos.”) Hondo mar de sílabas y ceniza, tambor en medio de las sombras, lengua de los testamentos más insólitos. Alrededor del mar, la furia de la sal, la densidad heroica del cardumen, los arqueados caballos del pulso, los minutos hechos estatuas de sal: en mi asomo al mar, la anatomía de los poros y el mantel desnudo de la arena en los párpados. El mar tenso, feroz, arquero del movimiento, diáfano y oscilante en su caligrafía. El mar de pronto, obsceno envés de los sueños, designio al cabo, de las aguas sobre la yegua del oráculo.

Barataria, 02.IX.2012

sábado, 1 de septiembre de 2012

CORRIENTE DE AGUA

Imagen tomada de mundofotos.net



CORRIENTE DE AGUA




Lluvia de laberintos y espejos
en el estertor de las palabras.
PERE BESSÓ




En el cuenco vacío de mis manos, cabe la corriente de agua que baja de la tiza del sombrero del respiro; no hacen falta, ni tiestos, ni dientes, ni mantas para detener la prisa de los pájaros cuando buscan su guarida en la fábula del bosque. No hacen falta paraguas cuando lo que se quiere es sentir sin vacilaciones la brasa subyugante del ensueño, y ese badajo en espiral del remanso. Tampoco hacen falta las palabras en esta travesía de gratuidad de flechas, la imagen del lienzo del desvarío, el regazo eléctrico de la tinta como un océano del movimiento de la garganta. A veces llego al punto medio del abanico de las aguas, al almidón que queda inmóvil en la boca después de alambrarme en la tinta y ahogar mis pupilas hasta el punto de quedar ciego: ciego de tanto ver llover, el afrecho en la boca como un caracol redondeado con las manos del oleaje de la vivencia. Sin duda en la corriente de agua, hay estrépitos: salta el cuaderno para convertirse en ave; resbala la luz clara de las posibilidades, el polvillo en el ojo de agua, aquella fantasía difusa del fango cuando se han conjugado las corrientes abisales del ahogo. Cuelga el cuerpo bajo el viento; en el patio de los naipes, los ojos borran el camino de las aguas. Hay que comenzar de nuevo…Hay que olvidar de nuevo, las monedas enhebradas en las ramas donde la desnudez amplió su horizonte.

Barataria, 31.VIII.2012