Cuando el desvelo muerde la oruga del blues en el tabanco,
cuando el humo del día sustituye la noche del alquitrán,
cuando la semilla desnuda la piel hasta sangrarla de filos,
cuando mirar unos ojos es ver el mar en su destilería,
cuando la roca pule el tiempo de todos los amaneceres,...
Fotografía de André Cruchaga
DE PRONTO, LA CONTRAVOZ DE LAS AGUAS
We we're thinking we would never be apart
With your name tattooed across my heart
Who would have thought it would end up like this?
THE SCRIPT
Cuando el desvelo muerde la oruga del blues en el tabanco,
cuando el humo del día sustituye la noche del alquitrán,
cuando la semilla desnuda la piel hasta sangrarla de filos,
cuando mirar unos ojos es ver el mar en su destilería,
cuando la roca pule el tiempo de todos los amaneceres,
cuando los caminos florecen, cárdenos, en las pupilas,
cuando las sombras son sólo eso, y no vísceras descuajadas,
cuando la claridad patina en las albercas, sin crímenes,
cuando el rastro de la voz se pierde en el silencio de los pájaros,
cuando las concavidades rompen los pilares y encierran
las respuestas en raíces abisales,
cuando el tiempo es breve para las palabras, y la comedia
se repite en la saliva,
cuando los remansos dejan de tener nombres para beberse
la hojarasca rota en los relojes,
cuando los despojos pesan más que las frondas, y el abismo
se torna cierto en la garganta, en la misma ramazón de aguas
donde las uñas desangran las ventanas,
cuando el devenir es una callado camisón de hormigas,
cuando la mentira vacía todo el calendario,
cuando los cuchillos son parte de rituales siniestros,
cuando la noche en su diatriba arrasa con la sed de los poros,
cuando la ternura calla de golpe como las colillas,
cuando los golpes maduran en las cicatrices,
cuando ya nadie nos custodia la sal acumulada en las costillas,
cuando el regazo es sustancia de espinas,
cuando crecen las ausencias antes de oír la queja del alambique,
cuando el trayecto se hace largo en el desvelo, honda muerte;
cuando la equidad no es parte del tiempo presente,
cuando llueve inevitablemente en la garganta,
cuando el brazo azul de los colores cambia de horizonte,
cuando los miedos vuelven inmóviles las mejillas,
cuando la brasa deja de serlo para convertirse en escoria,
cuando el paraguas endosa la fotografía de la lluvia,
cuando el pubis adelgaza la miel de los orgasmos,
cuando el deseo repta murmullo de enredaderas,
cuando la dulzura se convierte en vinagres de párpados,
cuando el mar azoga en su combustión de espuma,
cuando abril despeinado abre el zaguán de las iglesias,
cuando los crucigramas de los poros dejan de ser alacena,
cuando la fatiga es tan desesperante como la realidad,
cuando cojean las palabras en el insomnio de las ventanas,
cuando las grietas, abiertas, se sustituyen por el vértigo,
mueren los espejos y transcurren los cementerios.
Y con todos esos cuandos, doy santa sepultura a la ficción
Que me aloja como un ataúd que debe ser enterrado.
Barataria, abril de 2011