Bebo de la rama desvelada en el entrecejo de la sombra, empujada
antiforma de mis días proscritos en la última calle de la metafísica.
Aquel espejo perdió su encanto de espejo: ahora es una región
de tolerancias proscritas, consumatum de lo grotesco, triste
Wall Street sin seguro de daños, luna de suplicios en la hostia
de consagrar las penas y los muertos,...
Fotografía de André Cruchaga
ZONA PROSCRITA
Comprendí que empezaban a nacerme recuerdos,
que el mundo se aclaraba poco a poco […]
y sentí que empezaba a vivir…
LUIS ROSALES
Bebo de la rama desvelada en el entrecejo de la sombra, empujada
antiforma de mis días proscritos en la última calle de la metafísica.
Aquel espejo perdió su encanto de espejo: ahora es una región
de tolerancias proscritas, consumatum de lo grotesco, triste
Wall Street sin seguro de daños, luna de suplicios en la hostia
de consagrar las penas y los muertos,
las sandalias de las sombras desde la ventana de las interrogaciones.
Muy poco sirven los absurdos en el piso de tierra de la escoba,
el ofrecerse como un bar a solas en los sótanos,
la calle del antro, las cruces invisibles que adornar a mi País;
hablamos del barullo como comer remolachas, zanahorias o un buen
escabeche, el espejo sigue ahí, denso de crepúsculos,
aunque le preguntemos cien mil veces,
por las pantorrillas, por meñiques o muslos de deshora:
el País nos convoca como invitados virtuales al sadomasoquismo
de los mariscos, a lamer la concha cruda de las orquídeas,
otros, el palo encebado de los incestos,
los recuerdos terminan siendo una confirmación del cansancio,
aquellos días de alambradas, negras aceras del estupor, pizarras
pizarras desplomadas en la hornilla del semen.
Hoy, las zonas proscritas están en el propio centro de la ciudad:
las cloacas abren sus bocas de ensueño, el espejo, los panes, la mesa,
el sexo caminando en los dedos,
sin látex, sin padresnuestros, sin avesmarías, sin credos,
más que quemarse en la palidez del espejo: deseos rancios, por cierto,
para un País que nunca ha tenido sosiego, ni hambre sana,
sino bajos instintos: el animalismo de los muñecos de trapo,
el dildo torcido del rayo incansable de la comicidad,
porque a fin de cuentas es eso: un fraude frotado con aceite
de ricino, de menta o eucalipto para evitar la tos y salga líquida
toda la saliva y la flema acumulada en los pulmones, el viento
seco de las arrugas, el breñal de los cadáveres fosforescentes.
Aun con toda esta fábula, quiero a mi País: es una zona del pecado,
pero es mi país; es una zona submarina, pero quiero a mi país;
es la cenicienta virgen del espejo,
el grito abrumador de los fatuo, la demencia soplando los testículos,
pero quiero a mi País.
Más allá de sus rancios corales, de su ennegrecida pus,
de su procesión de palmas, sin utilidad, con sus historias amargas,
con el ronroneo del sarro sobre la sábana, el talpetate adusto,
quiero a mi País, con sus patas de gallina y pómulos grises,
con su capucha de estío carnavalesco, con su olor a ciénaga,
quiero a este País que vació todo el orgasmo de las aldabas,
el vino tinto de los celajes y diseminó hasta en las nubes la pólvora.
Desde luego, sigue espejeando en las tejas y en el espejo hondo
de la respiración de todos los días.
Barataria, abril de 2011
Sin dejar de parpadear dejo mi brisa otoñal de talca con rincones sucios gentes sin miradas.. calles llenas de perros flacos vaya para ti mi poeta todas las estaciones de esta cuidad con sus imagenes... besos especiales desde mi corazon...
ResponderEliminarLedeska
Los recibo y te los devuelvo, Sandrita, junto con mi parpadeo infinito.
ResponderEliminarBesos,
André Cruchaga
Inmenso este poema, André. Todo lo oscuro se entremezcla en este poema. Lo terrible, la pobreza, la desolación...todo ello entretejido con la pasión por tu país que todo lo transforma en belleza, incluso lo más abyecto.
ResponderEliminarTiene muchísima fuerza este poema.
Te dejo un abrazo
y mi admiración de siempre
Ana
Gracias, Ana, siempre es una suerte y privilegio tenerte de visitas en mis lares. Y sí, al final de los días uno termina ecribiéndole al País, aunque no se encuentre.
ResponderEliminarTe mando un gran abrazo, y ¡Salud por la poesía!