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martes, 31 de mayo de 2016

VÍSPERA DEL INCENDIO

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VÍSPERA DEL INCENDIO




Del anterior olvido algo nos sobrevive todavía: el quinqué de las esquirlas,
y la ilusión guardada en los aleros de aquel remoto tabanco de gemidos.
En las anticipadas náuseas de los goterones, toda la congoja y sus grietas.
─Nadie fallece en la víspera, se nos ha dicho.
Y sin embargo, el territorio, allí, ─duelen sus escamas de pez moribundo.
Duele levantar los susurros sordos de las osamentas pasadas.
Duele el aroma degradado de los viejos olvidos, la boca como una fosa quemada
donde no caben los alelíes, ni las begonias.
Duelen los brazos del tiempo cuando estos tocan las vigas de la memoria.
(El anonimato talla sus graneros.)
Aquí, uno pasa de un abismo a otro: ya no hay necesidad de cavar,
para entender los códigos, y los mensajes y los destinatarios: son tan habituales 
como los monólogos tras bambalinas, tan ciertos como la ternura proscrita
en los lupanares, el incendio ha estado junto a nosotros, en todas partes
donde los espejos se desparraman y no existen máquinas tragamonedas, 
sino goterones de espejismo en los ojos.
Caen anticipadamente las furias del estiércol, la lengua de los náufragos.
Antes de destapar el fuego, la olla de presión de los harapos.
(Uno puede entender la previa oscuridad de las estrellas, la cercanía, por cierto, 
de las confabulaciones, el blanco disfraz del azúcar.
Más allá de la próxima gaviota, está de nuevo la noche y su decapitado camino.
Hay fuegos indemnes como este de los exorcismos en el pleno mediodía.)
Barataria, 19.IV.2016.


viernes, 27 de mayo de 2016

CERTIDUMBRES

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CERTIDUMBRES




En la alta escalera de la espuma, el viaje intenso del desvelo y sus comensales.
A ciertos muros,  uno sabe la totalidad de heridas que los sostienen.
Uno intuye, por cierto, toda la claridad que pierden los párpados, los olvidos 
dejados en la borrasca de las esquinas, o los dientes que ahora son cuchillos 
indefinibles, como la mueca del espantapájaros en el vacío.
Resulta que los andamios de madera que sostienen el aliento son alienables:
(Así se nos dice hoy, someramente desde las perspectivas del mercado);
a veces la claridad tiene sus sesgos ideológicos, es tal mientras se construye
la noche y sus productos derivados.
Y qué pasa con la yugular del agua que atraviesa las fluorescencias del agobio,
las amarras míticas de las antenas de la hidrocefalia,
el lupanar viscoso y absorbente del abismo en que nos hunde la nostalgia,
el parpadeo del mal de orina en el talón de Aquiles, o la rosa perfumada
en las telarañas de la sed y el hambre, en la abstinencia claustral
de la melancolía, disecada la humedad hurtada a las piernas totémicas
del paréntesis: ay, la cisterna del hormiguero en el goteo del cuentagotas.
El sigilo es mayor a la altura de las axilas del tiempo.
La desnudez no sirve para hacer crecer los reservorios, ni convertir el coágulo,
sólo emanan fluviales calles de cuervos, y distinta nubosidad en el cántaro
indiscernible del espejismo.
También el desvarío es certeza en medio de las grietas. Nos muerde la sola 
complejidad de los sueños quemados, la arteria rota de la sequía.
El sólo despertar en la desnudez, contenido el candor inefable, es una hazaña 
casi inocente en estos parajes de insensibles noches diurnas…
Barataria, 17.IV.2016.

martes, 24 de mayo de 2016

DESTELLO DEL ECO

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DESTELLO DEL ECO




Uno quiere ver la virtud de la hojarasca cuando la toca el eco del viento.
En los pasillos de la ceniza, se llena de preguntas el respiro, la patria siempre 
huraña, desnuda de enredaderas.
A veces no hay luz en toda la lavandería del aliento, ni en el mar desterrado
de mi pálpito, ni en el fuego de unas llaves urgentes,
ni en las calles donde es habitual la copiosidad de los sustantivos,
ni en el retrete mudo, hermano de la pobreza.
Uno va, como es costumbre, alejándose del mal de ojo del silencio del grafiti.
(O a la inversa, si es necesario, sin alterar la desnudez del territorio.)
En defensa de mi claridad, evado las curvas del subsuelo: nunca dejo
que los zapatos se apropien de lo sombrío que se nos da en raciones diarias;
de vez en cuando asoma su nariz la esperanza como una pelota de plástico
en los ojos de los niños. A menudo, sobre las piedras, la lágrima y no el rocío.
Uno aprende, de cierto, a lavar todos los días la alcancía del crepúsculo,
a masticar las aguas tetelques del tiempo,
a sumar los candiles como pétalos de kerosene de la oscuridad.
Arrugado el calendario de los sueños, cabe de seguro en los ojos:
cae la gota de esperma del país, sobre los andenes profundos de los brazos.
Sobre mi sombra, el ciempiés enrollado de la tinta.
Cada eco es extraño en el granero del cuaderno (es siempre así cuando el grano 
de tinta, rebasa el surco de las albadas.) El abismo tiene sus propios ecos.
Lo sé por los que se van y nutren mi boca. Por los que quedan en la destrucción.
Barataria, 16.IV.2016.

sábado, 21 de mayo de 2016

CAMINOS ABANDONADOS

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CAMINOS ABANDONADOS




Oscuro el fósforo artificial del paraíso, el arbitrio zodiacal de la penumbra.
Montamos guardia en la caja de resonancia de la teatralidad,
en el melodrama convencional de los relojes y su vieja forma de calendario
de la subconsciencia, en el desorden que alcanza la pesadilla irrealizable.
En la vieja luna de los caminos, sólo la tierra ladrando su irrecobrable paz.
Si existe algún laberinto, ese está en las palabras y sus bisagras ciegas,
o en ese bestial altar de la oscuridad.
Los caminos abandonados tienen paredones donde el hampa hace de las suyas;
uno lo sabe porque es la puerta que golpea la boca, o la cuerda que hace sangrar
las ventanas, desde las cortinas hasta la acidez de las axilas.
En la fotografía que se forma del chorrito de agua, también está esa ternura ciega 
que propician los periódicos y sus imágenes hedonistas y su flauta
de puñal de agua: tanto caminar hinchando los tobillos y apretándonos,
de manera sinuosa, la maldad y sus retorcidos horcones de páginas vacías.
Entre todos los miedos que nos deja la miel de los panales, está el grito
de auxilio y el abanico de algún recuerdo que nos muerde las sienes.
Rota el ala y el puchito de razón que nos queda entre el polvo y las alambradas,
sólo nos hace falta echarle un vistazo al reloj sordo que nos sacude el instinto.
Detrás del paso de las rodillas sobre el recuerdo, la noche y su espejo agrio,
chorreando bocas desmayadas. Bocas difusas, por cierto.
Sabemos que la tipografía del cierzo, no siempre es igual a la del cántaro roto 
de la sed. En medio de tantos chunches, la cobija de tinta sobre el petate
de la página y su aliento aún en la moneda de los pétalos…
Barataria, 13.IV.2016.

miércoles, 18 de mayo de 2016

SENDEROS DEGOLLADOS

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SENDEROS DEGOLLADOS




En los astros amurallados de los puntos cardinales, aquellas viejas consignas
de la hoguera con sus manteles clausurados.
Tal vez queden caminos para dibujarlos en la paciencia del follaje de la tinta;
el calendario se desmorona en su propia lengua de penumbras,
sobra la caducidad irremediable en los peces desesperados de las paredes,
─siempre pensé en este tiempo de asedios y abyecciones, de incontenibles despojos 
y polvaredas, de continuos litorales sajados,
de cadáveres y camuflaje.
Supongo que aun dentro del coágulo del calendario, existen otros itinerarios
sin máscaras, acaso sombras o agujeros donde se pueda enterrar la tristeza.
Sé que en las estrías del vértigo, están apostadas esos fuegos áridos
de las sombras, la ronca ceniza en el fango de la locura.
─No olvido esta piedra de sollozos, ni el tren oscuro de la lejanía,
ni esos senderos calcinados y degollados, ni la posta ácida del peñasco oscuro.
Llevamos ojales inenarrables de luto.
Llevamos en los hombros tombillas con inviernos de huesos.
Ahora veo las ventanas hacia habitaciones oscuras, hacia el pájaro gris
de la ceniza como el plato devastado por el hambre.
Uno no sabe si la miseria forma parte ya del orgullo nacional.
Entre tantos platos vacíos, el paroxismo abrasador de los guijarros.
Por doquier, el territorio siniestro de la ternura y su evangelio de pantomimas.
Uno se acostumbra a ver esta forma apelativa de la noche.
Barataria, 12.IV.2016.

domingo, 15 de mayo de 2016

VERJAS AFILADAS

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VERJAS AFILADAS




¿Existe otra intensidad para colgar mi entusiasmo? Florece el filo como flor
del infierno, como tantas  dentaduras al encuentro con la ceniza.
Calan los coágulos de herrumbre en los poros.
A menudo uno degüella luciérnagas postizas y hostias incineradas.
Pródigas en abismos nos arrebatan los delirios, remontan cualquier mutilación 
al grafiti y a la obstrucción del alfabeto.
Un día saltaremos sobre su memoria de vagas intemperies, lejos de algunas monedas gastadas, como la fiebre provocada por ciertos espejismos.
(A ratos me desviste un sueño de ausencias, una vida de saltos entre agujeros;
los miedos y las paranoias petrifican la garganta, duele el árbol de ceniza
en las sienes y los huesos del cansancio.
En el ojo irreconocible del hierro cada nudo nos devuelve el golpe
de la intemperie: ninguna vehemencia es posible ante estos desencuentros.
Uno, de pronto, quiere acomodar sobre las piedras, todo este dolor pútrido
que se lleva en los ijares y el aliento y en cada rincón de los imaginarios;
“la sombra de los gusanos” corroe sin reparo, cualquier respiración y ungüento.
El filo sólo nos deja de herencia un montón de mutilados.
En la agenda de los políticos, recién se inaugura el catecismo de lo impalpable
 y la pesadilla de los cerrojos y la descapitalización de la claridad.)
La deshumanización es tal que nos coagula las mandíbulas con sus paranoias.
Como la lengua ebria del viento, la otra parte con su granito de súplicas.
Un día burlaré los ojos anulando las rúbricas del filo.
No existe un alfabeto cierto en las cuatro esquinas del zumbido…
Barataria, 11.IV.2016.

jueves, 12 de mayo de 2016

GRITOS DE LA SOMBRA

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GRITOS DE LA SOMBRA




Nos incendia la racha de gritos como la gota de sombras que muerde la risa.
Duelen las pestañas de humo colgando de las vigas del cielo.
Duermo a la orilla de la línea oscura de los tapiales, entre la piedra y el machete,
en medio de la túnica mortuoria de la boca y la saliva.
A veces nunca salen las sombras de su placenta.
Alto como la noche, el monólogo del otro interlocutor incierto: hay un punto donde 
el grito atasca los pensamientos, y excede los tropezones de la bruma
y el barniz, los amuletos infinitos, y los tambores de las mareas prenatales.
Uno grita, ─y lo sabés─ cuando arrecian las inclemencias y la jaula no da para escribir memorándums, ni cartas con membretes oficiales.
(Supongo que de vez en cuando amamos la perversidad, el doblez de la terquedad 
de la antítesis, los terrores que se fraguan alrededor de los retretes.
También en las conjeturas e inferencias hay cierta tiranía.
Alguien me habló con malicia de la fatalidad, de la crónica de Lázaro, a condición 
de no sé qué cosas, propias de las mutilaciones.
Ahora me río por supuesto de todos esos promontorios de basura. Me río
del calostro totémico de las libélulas, quizá de la camisa de fuerza amarrada
al cuello. Por doquier me hundo en el aullido del polvo: el follaje es demasiado oscuro 
en el ojo ciego de los rincones del luto.)
¿Cuántos rostros sepultados nos hablan? ¿En cuántas ciudades es de noche siempre? ─Juro que todo infinito es ciego cuando está debajo del mausoleo
de la noche. Por supuesto hay que seguir caminando sobre el fuego…
Barataria, 09.IV.2016.

martes, 10 de mayo de 2016

PALABRAS CON AGUJEROS

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PALABRAS CON AGUJEROS




¿Hasta dónde llega el agujero de las palabras, ese hueco con múltiples aglomeraciones, honda calle de los hacinamientos del cansancio, pútrida saliva
sobre los huesos negros de los murciélagos?
Dejo que todo el luto atraviese mi angustia; escupo sobre la opacidad
de la intemperie; sangran las rodillas quebradas de las aceras: rota la sed,
nos muerden los sopores y la orina oscura de la pólvora.
(En el cansancio uno pierde los ojos viendo catálogos de psiquiatras, cebollas
al por menor, lámparas de noche. Me imagino un montón de cosas pegajosas.
Cada vez me despiertan menos las atrocidades: las palabras enajenadas colgando 
de caballetes, trípodes que de pronto desaparecen de la vista.
Todas las palabras se desmoronan en mi cabeza, algo así como la piedra pómez. 
Algo así como objetos lanzados al vacío.)
Avanzo, sí, pero no puedo entender el pétalo roto de las palabras: su gran lengua 
de olfato roto, los fósforos de la ira detrás de la ropa, el semen en la boca de la ceniza,
las ratas mordiendo la ternura. Ícaro me cosquillea.
Invernan en el ahogo los tobillos.
No es ventisca este largo túnel de dolencias, sino la puerta al vómito.
Siempre es un día como todos los días: de bruces las palabras, arraigada
la violencia, enmudecidas siempre las infancias.
En el tropezón de los lenguajes cotidianos, es casi certero el exterminio.
A la altura de la noche, abierto el río disímil de los zapatos y las cobijas…
Barataria, 08.IV.2016.

domingo, 8 de mayo de 2016

RAMAS DEL GRITO .

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RAMAS DEL GRITO




Hasta aquí esas ramas del grito, hendida de culpas la garganta o la historia.
No hay duda de todas las ojeras y su consecuente incensario de niebla.
La ceniza confirma todas las afonías de los inquisidores y desdice la luz posible 
de los candiles en el surco de los absolutos.
Tenemos que huir siempre, siempre deshabitados en el sopor de la herrumbre,
la zarza cubre toda la tormenta, todas las distancias y la nostalgia.
Muerden como sombras los trenes del zodíaco y la carne viva.
Duelen los fósiles de las palabras y los objetos sin nombre, con fatiga,  que dejan 
los incendios: en ese punto uno empieza a preguntarse si es el tiempo
el que tuerce los pensamientos o sólo es cuestión de aprender a leer junto
a los sordos, las erratas que alguien deja explicitas en las paredes.
(En lo más íntimo, siempre se despiertan los demonios, los dobles de las campanas, 
ese ojo del suicida en la almohada, los pensamientos martillados
como una eternidad de cajas para muertos.
En la solapa del aliento, uno ve próximas las mortajas desenterradas.
A fin de cuentas los sueños son fecundados por las leyes del mercado: la gota
de sudor fermenta el grito hasta el punto de violentas convulsiones.
En los slogans del paraíso no se habla de muertos ni de injusticia, ni de verdugos, 
ni de pasamontañas ni de dentelladas sobre la sonrisa.)
─¿Cuántas noches completas hemos dormido desde entonces, en ese éxtasis
de lápidas? Juro que veo rostros en medio del fuego como insólitas sentencias.
Barataria, 06.IV.2016.

viernes, 6 de mayo de 2016

VENTANAS INASIBLES

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VENTANAS INASIBLES




Hay ventanas salidas de la espuma como las manos de una gota de cierzo.
Camino sobre el césped, llevando en mis bolsillos, los mundos pedregosos
y vacilantes de la memoria y las semillas del estertor.
Uno cavila sobre ciertas fábulas, roncan las bacinicas desde el juego del peltre,
No sé en qué punto las ventanas se tornan inasibles o sólo es mera figuración
de un apagarse la vista frente al horizonte.
Uno mira las paredes mientras crece el miedo en fila india.
Miro sobre las piedras las mochetas de antaño, las rugosas escalinatas
y el pedazo de niebla mortuoria desde sus aristas.
(¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Acaso se perdieron también los vestigios
de la espuma, la lejanía desde aquí, infinita?
¿Huimos o nos quedamos junto a estos espejos deshabitados? ─Uno no sabe si,
alguna centella deviene del campanario magnético de la niebla,
o si en los puertos uno palpa la lluvia de los muelles, el tiempo todo recostado
en nuestras sienes, la intensidad que rasguña nuestra sombra, el yo tal vez, duplicado 
y sin asirse.
A menudo todo excede a los propios ensimismamientos. Así lo parece.
¿Se olvida aquella ventana que nos recuerda en la sombra, una palabra detenida 
en medio de la calle, las raíces que no hecho el cuerpo?)
Entre el tiempo de ayer y el presente, las ventanas no tienen punto fijo
en la noche: ni siquiera uno puede corporizar los absolutos, ni jugar a la luz íntima 
de un nido. Salvo los abandonos, que están allí, desnudos…
Barataria, 2016.

martes, 3 de mayo de 2016

PERIPECIAS DE MI SOMBRA

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PERIPECIAS DE MI SOMBRA




Cosidos los costados del aliento, las ojeras de la letra encima del pelaje.
Es preciso, hacer caso omiso, y no cometer prevaricato contra el mimetismo.
Sólo así es posible la distracción absoluta, la sombra, la luz, o la altura.
Ignoro si sirve para algo esa sombra que uno anda detrás de las palabras:
en medio del bahareque, inmóviles  sombras como bocas cicatrizadas;
entre la noche y el día, juega en la piel de la memoria y los olvidos.
A veces aparece al filo de los andenes donde descalza mide los absolutos.
En algún sitio el viento se encarga de darle equilibrio a sus huesos,
aunque al final crezca la monotonía en la madera,
y los ecos bailen al compás de las gotas afiladas del crepúsculo.
Es alma desasida en el tránsito de mis recuerdos, es escombro, ─me dirán─
donde se esconden bocas imposibles, ciegos ritos del estrépito.
De pronto, es como el trabajo áspero del aullido, el lenguaje vertical 
en el que hurgan los veranos arrepentidos de la ceniza.
(Las ventanas me salpican ─imposible detenerlo─ la espesura muerde
la tormenta de mis sienes, hay abismos negros en los ojos arrodillados,
por donde se pierden las viejas almohadas de los espectros, entre ellos mi sombra 
y la conciencia voraz de los dientes.
Desde las imágenes oscuras del vacío las paredes y su vocación de mutismo.
Ya por hoy, es suficiente cargar con mi propio fósil.
Dejo, para otro día, la multitud de encarnaciones que padecen los pájaros.)
Siempre es extraño un país de sombras: son incontables los ojos de la noche.
Barataria, 02.IV.2016

domingo, 1 de mayo de 2016

ANILLOS CONCÉNTRICOS


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ANILLOS CONCÉNTRICOS




Era el ojo en el ojo del ojo del mar en movimiento, del mar sólido dentro de otro mar 
en lo profundo del aliento. La luz descamisada, el reloj seco como raja repetida 
                                                                                                                                  [de rescoldos.
Es menester que el soplido del viento apague los pensamientos: uno no fía golpes, muchos de ellos los proveen gratis ciertas legiones de ángeles.
Sangran acurrucados todos los miedos. Sangra, allí, el deletreo de la boca,
el polvo abollado de la sombra y el petate íntimo, sin cobija de la desesperanza.
(Me temo que los pies no parecen ser eternos, despiertan sus propias fatigas
al punto de librar oscuros pavimentos, de arrancarle los párpados a los héroes nacionales, relamer el grito de los golpes, recoger los pedacitos de moscas maltrechos en la cajita 
de fósforos de los suspiros.
Me temo que en los espejos quebrados aparecen esquinas espiando el poco extravío 
que nos queda: a uno se lo lleva putas cuando quiere juntar todos
los colores descoloridos de los tabancos donde duermen los chuchos.
Sí, susurran las voces a mansalva y no entiendo ninguna: uno en vez de desenvainar esperanzas, lo hace con cadáveres, con el trastabillar de los dientes
con calles semidesnudas de oficio,   con anillos concéntricos en sus esquinas.
─¡Vos sabés contar las horas detrás de la paciencia!
Suena en los oídos el tintineo de la misa.)
Un amigo de desvelos fúnebres, se culturiza con el lenguaje del más allá.
Cuando acabe el mal de ojo, declararemos día nacional al polvorín
de las luciérnagas. Y también a los balcones de la concurrencia.
Barataria, 31.III.2016