Imagen cogida de la red
SENDEROS DEGOLLADOS
En los
astros amurallados de los puntos cardinales, aquellas viejas consignas
de la
hoguera con sus manteles clausurados.
Tal vez
queden caminos para dibujarlos en la paciencia del follaje de la tinta;
el
calendario se desmorona en su propia lengua de penumbras,
sobra la
caducidad irremediable en los peces desesperados de las paredes,
─siempre
pensé en este tiempo de asedios y abyecciones, de incontenibles despojos
y
polvaredas, de continuos litorales sajados,
de cadáveres
y camuflaje.
Supongo que
aun dentro del coágulo del calendario, existen otros itinerarios
sin
máscaras, acaso sombras o agujeros donde se pueda enterrar la tristeza.
Sé que en
las estrías del vértigo, están apostadas esos fuegos áridos
de las
sombras, la ronca ceniza en el fango de la locura.
─No olvido
esta piedra de sollozos, ni el tren oscuro de la lejanía,
ni esos
senderos calcinados y degollados, ni la posta ácida del peñasco oscuro.
Llevamos
ojales inenarrables de luto.
Llevamos en
los hombros tombillas con inviernos de huesos.
Ahora veo
las ventanas hacia habitaciones oscuras, hacia el pájaro gris
de la ceniza
como el plato devastado por el hambre.
Uno no sabe
si la miseria forma parte ya del orgullo nacional.
Entre tantos
platos vacíos, el paroxismo abrasador de los guijarros.
Por doquier,
el territorio siniestro de la ternura y su evangelio de pantomimas.
Uno se
acostumbra a ver esta forma apelativa de la noche.
Barataria,
12.IV.2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario