Imagen cogida de la red
PERIPECIAS DE MI SOMBRA
Cosidos
los costados del aliento, las ojeras de la letra encima del pelaje.
Es
preciso, hacer caso omiso, y no cometer prevaricato contra el mimetismo.
Sólo así
es posible la distracción absoluta, la sombra, la luz, o la altura.
Ignoro si
sirve para algo esa sombra que uno anda detrás de las palabras:
en medio
del bahareque, inmóviles sombras como
bocas cicatrizadas;
entre la
noche y el día, juega en la piel de la memoria y los olvidos.
A veces
aparece al filo de los andenes donde descalza mide los absolutos.
En algún
sitio el viento se encarga de darle equilibrio a sus huesos,
aunque al
final crezca la monotonía en la madera,
y los
ecos bailen al compás de las gotas afiladas del crepúsculo.
Es alma
desasida en el tránsito de mis recuerdos, es escombro, ─me dirán─
donde se
esconden bocas imposibles, ciegos ritos del estrépito.
De
pronto, es como el trabajo áspero del aullido, el lenguaje vertical
en el que
hurgan los veranos arrepentidos de la ceniza.
(Las ventanas me salpican ─imposible
detenerlo─ la espesura muerde
la tormenta de mis sienes, hay abismos negros
en los ojos arrodillados,
por donde se pierden las viejas almohadas de
los espectros, entre ellos mi sombra
y la conciencia voraz de los dientes.
Desde las imágenes oscuras del vacío las
paredes y su vocación de mutismo.
Ya por hoy, es suficiente cargar con mi
propio fósil.
Dejo, para otro día, la multitud de
encarnaciones que padecen los pájaros.)
Siempre
es extraño un país de sombras: son incontables los ojos de la noche.
Barataria,
02.IV.2016
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