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sábado, 30 de enero de 2016

OJO DE CERRADURA

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OJO DE CERRADURA




Hay multitudes a medialuz, allí, en el ojo fijo de la noche. La gota de esperanza
en la sangre del destino, pulsaciones como los dogmas prostituidos del hambre,
disfraces viscosos del desvelo, poluciones del sínodo de la conciencia.
¿Qué abrimos, después de todo? —el barranco apoteósico, el vómito,
los conclaves ilustrados del pesimismo, la locura provocada por los insomnios.
¿Para qué sirven las noticias de primera plana? —en la ensalada periodística,
nadie descree de las paradojas, ni de los enriquecimientos,
ni de la vejez prematura de los juguetes, ni de las utopías políticas, fatídicas,
—por cierto—, a la hora de pasar lista a las obsesiones crípticas de la sequía.
En el umbral del ojo de las inclemencias cualquier poder humea su imaginario.
La cerradura está bien hecha: caben todos los juegos del universo, la risa
y sus exequias, el estiércol y sus colmillos de desatino.
En el hierro se desgasta la voz de la memoria, esa sombra del ojo y la escarcha
de los meses y los jirones de infinito deshabitados en la garganta.
Alguien ve en el ojo, su propio regazo, acaso la salvación después de tanto cavar
en la herida de la sombra del paraíso.
Pero aquí ya dejaron de existir las escaleras. Existen, por si acaso, solo olvidos.
De ciertas cerraduras, únicamente la muerte y la anemia de la hoguera.
Tal vez se abra de golpe la profundidad de los rincones, el continente fiero
de la certezas, o se ejerciten los dedos del desvelo.
A través del ojo de la cerradura, el aliento sobre el pecho de los semejantes…
Barataria, 11.I.2016

miércoles, 27 de enero de 2016

REPETICIÓN DE LA NOCHE

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REPETICIÓN DE LA NOCHE




Cae la noche en el humo enroscado de los caminos: cada recuerdo
extravía el horizonte: uno no duerme caminando en medio de sábanas
de ceniza y relojes de lentos fósforos y resortes.
Hacia el nicho de las linternas, tosco el cruzar la sombra del eucaliptus.
Allí, alguna pobre evocación de los silencios, del plomo helado de las mañanas.
Allí los insectos, como una muralla de losas verticales.
Mientras el aliento repite las noches, las ventanas manchan la boca de grises;
en el fondo, las mochetas apaciguan el incendio de los ojos, las hojas de papel
periódico, mordidas por el desmayo de tantas fotografías, relojes de cualquier
manera, inciertos de pájaros y flautas.
Hay un violín tenaz de moscas alrededor del orégano del porvenir.
Mea el espejo sobre el trocito de memoria que retiene el petate del aliento.
Siempre es así: la noche flota y atraviesa el telón de fondo de la conciencia.
A veces es necesario caminar a la par de la gota de luz de la rosa afilada.
Pienso en los ataúdes deshilvanados de la saliva y los trapos que cubren
a los caracoles, en la otra mejilla y en la mudanza de las alas:
en la alcancía oscura del purgatorio, siempre es un lío el manojo de ocote.
Sobre tantos arañazos retorcidos, más de algún campanario para sepultureros.
En la solapa de alguna bisagra, de seguro existen otras noches
como en los cuentos de hadas, donde hay escaleras para que los niños ahorquen luciérnagas, o derriben las paredes salpicadas de oleaje…
Barataria, 09.I.2016

domingo, 24 de enero de 2016

JUEGO DE LA VIGILIA

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JUEGO DE LA VIGILIA




Blues de tarde esta descolorida grieta en la tipografía de los balcones. Luz, sola,
el tiempo y sus miedos, la edad colgando de los apéndices de las lápidas.
La vigilia suena a una cámara de relojes desordenados, sin más péndulo
que el postigo de saliva, o algún barquito de papel en blanco y negro.
Caminan los antifaces tiznados por el zigzag roto de las ventanas.
(Patinan las pelucas, el retrete de los poros del dolor y el tiempo en este horizonte 
donde hay una nueva generación de granito. Retumban los vientres y el paisaje
de las tragedias familiares, los párpados cosidos por lentas arrugas de sal.
Junto al acantilado del sueño, son claros los minutos de las defunciones.
Sobre las alambradas las sombras disecadas como la hoja de lo imperdurable.)
En cada hueso del paraguas sangra la mano: siempre resultan extrañas
las distancias, el prólogo del día para confinar todos los maleficios.
Uno se siente desterrado aun dentro de las ventanas.
El regazo atardecido de mañana es incierto.
Abro los ojos para aquilatar el infinito; encima, el picapedrero de la realidad,
los días enroscados en la polilla, o los cuervos ciegos de candelabros.
Algo muerde el sexo purgado de la ceniza: los enredos de la niebla, los surcos
de oscuridad debajo de los eucaliptus llenos de aflicción.
Desde el duelo sin riendas en el horizonte, uno aprende el álgebra de la tristeza
como se hace con las noticias de los telediarios, o simplemente entre hedores.
A través del mapa de la vigilia, vislumbro después de todo, mi propia mortaja.
Barataria, 08.I.2016

viernes, 22 de enero de 2016

MATORRAL RESUCITADO

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MATORRAL RESUCITADO




Sobre la superficie del aliento,  los trasiegos de cada una de las quemaduras.
Respira el presente de las ventanas, aquí en el tosco aliento de la breña.
Uno sobrevive a las luciérnagas y a la hoja seca que atraviesa el aliento desde
el suelo hasta los espectros de la garganta.
Sobre la escalera de piedra del metal ebrio de las trompetas, ese instante
de esperma alrededor del ojo de la memoria: nos amarramos a la pulsación
del horizonte mientras los días dejan de ser simplemente sombras.
Junto al cuervo del estío, los recortes indemnes de los periódicos, los ecos oscuros 
de los impíos, el alto grado de nicotina de los despeñaderos.
(En realidad, uno se siente extraño bajo la hipnosis de la memoria. Se siente extraño 
el idioma de las mareas, las piernas sueltas de las consonantes,
el murmullo de polvo de las vocales, las aguas polvorientas de cuerpos inciertos.
Se siente extraña la luz que sube como el granito hasta las sienes.)
Pero nada es tan liviano como los kilómetros de niebla dentro del aliento,
o la espuma que cubre los dientes y cruza la respiración.
Al parecer hay espacio para los matorrales y para esos apetitos profundos
del vuelo: cualquier sombra nos amenaza, o asfixia los sombreros, o los meses donde cuelgan los autorretratos.
Por si acaso, encarno ese extraño universo de mis vísceras: la ternura siempre
tiene sus agónicas extrañezas; de vuelta a las palabras, la zozobra y su pálpito.
Sobre los objetos calcinados en las manos, las conversaciones ineludibles
del cuerpo y la noche  de lo efímero y el discurso de las ventanas…
Barataria, 05.I.2016

martes, 19 de enero de 2016

ABSURDOS INEVITABLES

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ABSURDOS INEVITABLES




Allí en la gota del espejo, el perro y su oasis inefable, quizá algún hueso de luz
en medio de la sombra: todos los pálpitos saltan a través de la ventana,
aun las bocas impuras que reverberan alrededor de la tormenta, el reino
de nalgas de las hostias, o el ataúd de algún ídolo. (Siempre estamos a merced del absoluto de los periódicos; parados, sin renunciar jamás al humo, perennes
como la ropa de los sótanos con una fiebre de insomnios.)
Caen los rebaños y las alas rotas del día sobre la poza abierta del tiempo.
(La historia suele ser un remanso entre dos cuerpos apretados por el sollozo);
después, cae todo el polvo sobre las sienes hasta tocar la solapa
de la inclemencia: veo cómo levita el humo de los ataúdes, el filo agrio
de la embriaguez, la sombra diaria y su bifurcación, el sucio candil del tabanco.
Tantas y tantas cortinas de lo absurdo, los jardines corpóreos de la putrefacto.
En la calle de lo inevitable, los gérmenes del engrudo y su pantomima,
los guacales y sus ortopedias al borde de las aceras, el aliento viscoso
de los predios baldíos incluyendo la ropa sucia tapando genitales siniestros.
Sobre la piedra de la neblina, la mesa oscura del combate.
En las cuatro esquinas de la carne hacinada, el brutal agolpamiento de ciertos
nombres: la falsa puerta del día, el canon de lo absurdo al costado del sueños.
A veces caminamos sobre los añicos del polvo, sobre las regiones oscuras
del césped, devolviendo las calles a la memoria.
Mientras avanza el tráfico, pienso en los objetos inusitados del horizonte…
Barataria, 04.I.2016

domingo, 17 de enero de 2016

POR UN MAR DE MEMORIAS

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POR UN MAR DE MEMORIAS




Todas las vidas al encuentro de los relámpagos, el mar hacia las calles,
entre alas y silencios oscuros, entre ojeras ardidas de aullidos:
ahora la melancolía necesita de otros follajes, o si se quiere de otras demencias.
A menudo la lucidez nos conduce al exterminio, a los estrechos puentes
donde la peste muerde las rodillas y deja colgando de las axilas los epitafios.
Sobre la piel y la piedra escribimos todos los días. (Las consecuencias son terribles cuando abrimos los ojos; entran las semillas feroces del tiempo,
la noche y sus anaqueles astillados, los huesos y su desánimo sombrío.)
Dentro de un tiempo de puertas malolientes, nos hará falta la memoria.
Todas las semanas se alzan frenéticas sobre nuestras sienes.
La desnudez, unánime, se enredada en la sed de las manos, en la ávida palabra
que habita el pecho: al borde de los ojos gritan las aguas del tiempo.
Al borde de  los relámpagos resucitados el dolmen de las sombras, la entraña
inmemorial de los pájaros, los oleajes inauditos de la saliva.
Alucina el aire enredado de las enredaderas, las aguas se deslizan intensas
sobre los abanicos de la humedad.
La memoria siempre resulta indeleble en el haz de trementina de las sombras.
De todos los días de la ausencia, ignoro las promesas, el café, los cigarros,
y los besos que murieron resquebrajados en la niebla.
Recobro o queda en suspenso, el animal que me sangra en el colibrí del cierzo,
todos los pasados con vocación de granito, esta mitología de caracol…
Barataria, 01.I.2016

viernes, 15 de enero de 2016

RESPIRACIÓN SITIADA

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RESPIRACIÓN SITIADA




En el fermento tal vez de la salmuera, la deshojación del árbol de la respiración.
Junto a la línea ferroviaria de la espera, sitiada la arcilla: es un dolor donde
caigo todos los días, un dolor frío de pañuelos. La hojarasca traiciona la luz,
hasta hacer medialuz del rocío: junto a los remordimientos,
los ataúdes inevitables y la manada de ojeras, casi con ojos trashumantes.
En la calle los dientes hostiles de las miradas y el ala rígida de la palidez.
A ratos uno piensa en el mar mientras camina,
o en los charcos que muerde el recuerdo, o en los mausoleos amargos
de la tarde, o en el búho que arruga el entrecejo entre sombras diversas.
Dentro de las cuatro paredes del tiempo, encuentro los pedazos verticales
del luto y la palabra retorcida de los tantos firmamentos del aliento.
Uno sangra todos los fuegos póstumos de la luz.
Nada aquieta a la pupila con la esquirla adentro. Muerde el aguacero de espejos.
La sal se ahoga en la sombra negra del aliento: hay memoria en el pálpito
zurcido de la tristeza, y amarillos en la carcoma de los brazos.
Uno carga el escapulario en el pecho, como el arado para abrir el surco.
Por muchos años me he resistido a la concavidad de símbolos y altares:
yo miro desde la transparencia de la llaga.
La vigilia me hace contar los días sin quitar la vista de las llaves. (A veces 
en la sombra del grafiti, la respiración se torna epopéyica.
En este pulso del desatino, la pupila duele como una gota rota de quebrantos.)
Barataria, 30.XII.2015

miércoles, 13 de enero de 2016

FOLLAJE PRETÉRITO

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FOLLAJE PRETÉRITO




En la antorcha doliente de la memoria, el tiempo inexpugnable de la hojarasca.
Es la muerte del tiempo. Es la muerte del vuelo: es el pretérito y su retorno.
En medio de  la palabra agrietada entre las manos, la nostalgia y su implacable
melancolía, el vacío que nos dejan los umbrales, los muertos que perdieron
su guerra en los talleres diarios de la ceniza.
A la altura, —por cierto—,  del caos y las parábolas, el profundo imperio
de las tentaciones, o los dobles balcones de una respiración al mediodía.
Entre las multitudes, tus manos ordeñan el hambre de las aceras de concreto;
(A veces necesito sentirme humano en medio de tantos espejos y sonidos.
Hay algo íntimo en ese tacto turquesa de las ventanas.
Necesito repartirme en las páginas del agua, cerca del grito y las distancias.)
Necesito escuchar las voces extrañas del silencio, tal como las dicta el follaje,
sin más luz que esta luz que brilla y se apaga.
Todo me incita a la cumbre de lo ya dejado, pero también hay algo que vacila
a la hora de asir, serenamente, esos fuegos de sangre en la ventana.
Nunca es tal el sosiego cuando los pretéritos se devanan debajo de la piel,
míseras aguas en el cáliz del espejismo.
Nunca olvido la oscuridad que me niega: todo, al final,  cualquier designio,
es el tiempo discurriendo sobre el río de fotografías de la memoria.
Todo morirá alguna vez, hasta la fe de conciencia. Por hoy, he regresado               a algunas fotografías; mientras  una mosca vuela alrededor de mis sienes.
Barataria, 29.XII.2015

lunes, 11 de enero de 2016

PAUSA

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PAUSA




Llenos de ligeras auroras, los puertos y los transeúntes, van o vienen con fiebre
en los ojos, circundantes al pez que bracea en la memoria los días incandescentes, 
el arrebato inédito del minuto.
—Vos, audible en la tapicería de mis poros, en el lenguaje que emana del ojo,
en el retumbo de la carne del cierzo.
Tan cierta como el jardín imaginario de calles carentes de cansancios.
En el fragor de nuestros miembros, el cuaderno clandestino consume la brasa
apretada de la hoguera: la única facción es el agua sobre los espejos.
El destino, —supongo—, es esta forma de inventar ficciones ininterrumpidas;
conspirar, junto a la alegría, crepitar en el torrente de las fumarolas.
Sobre el musgo insomne, el humus reinstalado del origen, los gozos ahogados
del infinito y la cuesta arriba de las absoluciones.
El tiempo por suerte es redondo: la sombra vertical entre tus manos, bebe
los vientos y sus distancias, el vino quemado en la faena. El loco hocico del ala
y el hambre de insurrección sin borrar huellas.
—Vos tan cierta que terminás siendo mi congoja. Tan cierta como este cariño
que le tengo a las ramas de la noche, pero también al aire, a los pájaros
cálidos que compartimos en este vivir desde los ojos…
En el hervor erguido del aliento, la vasta sombra envolviendo los límites.
Hablamos siempre de la sed, mientras trazamos las líneas de la geometría: 
después del diluvio cualquier quemadura es un libro con índice onomástico.
Barataria, 28.XII.2015

sábado, 9 de enero de 2016

PRESENTE ONÍRICO

Cogida de klimtbalan.wordpress.com




PRESENTE ONÍRICO




Caminamos sobre un bosque incendiado de paranoias: siempre supe que la luz
es cosa extraña, y que los sentidos a menudo se pierden en su propia indigencia;
 pronto lo despierta a uno, —a cualquiera—, la varita mágica
del mercado, (bueno uno se sirve de la libertad, aunque no se crea en ella),
—esto me lo dice, claro, el dogma que deviene del aliento de las sombras;
y que, carece de fantasías.
La alborada de los nuevos vientos, quizá no tenga sabor de nada: para leer
los tiempos, hay necesidad de deshacer los nudos de la salmuera,
y darle ciudadanía a las aves de rapiña,
y deshacer los tragaluces de la desesperación, y la monotonía a los cipreses.
Para sentirle el peso a los calcañales, una taza de café sobre esa indefinible mesa 
del infinito: la noche es intensa recién salida de las axilas.
Todo el alfabeto se dispersa en el presente, aquí uno bota el pelaje,
y muerde la piedra exhausta de los días endurecidos.
¿Qué vientos soplan o caen en los cristales quebrados de los sueños?
Hay un mundo de palabras rotas y de zapatos envejecidos, escalofrío vacilante 
de ratas y perros, y conciencias licuadas y calles impalpables.
Siempre camino aquí, en medio de ese olor inconfundible de los prostíbulos.
(Hay, en todo esto, formas ondulantes y putrefactas, corpóreas, carcomidas,
como los incendios que descarnan la madera.)
A la altura de la medianoche, la intemperie amarilla de las sombras quemadas.
Barataria, 26.XII.2015

jueves, 7 de enero de 2016

IMPUREZA DE LOS LÍMITES

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IMPUREZA DE LOS LÍMITES



A Teresa Moncayo



He olvidado ciertos nombres: al amanecer bajo las ventanas desaparecen
los abismos, y el cáustico silencio de los ardimientos nocturnos.
Luego de detenerme en las astillas de las cunetas, vuelvo a mis párpados negros
y a ciertas heridas húmedas del pensamiento.
Mi memoria es sólo una sucesión de cuchillos abandonados, vacíos de luz
y húmedos de herrumbre: siempre acabo de extraviarme cuando me arrimo
a los nombres despiertos del frío y los ojos. En la calle me despierta el gran
cementerio en que se ha convertido la ciudad,
el amor desconocido por sus impurezas, el cuerpo oscuro de la mujer quemada
sin que se escuche su espíritu, los trenes calcificados, el país de la huida.
Supongo que en algún lugar todavía existe luz, el sonido de la hierba en medio
de las axilas y hasta la sospecha que vuelve impuros todos los límites.
La vida nos cierra ventanas, puertas y zaguanes, semanas enteras de tortura.
Nos persigue la ira como una bandera ardida en la desdicha.
En mi silencio, las palabras, —una a una—, han sido sustituidas por lápidas.
La tormenta no nos deja un ámbito limpio de purezas, sino esta lepra
de podridos sarcófagos, este abandono donde es patente el quejido.
Llevamos un luto de cántaros y de rocío.
¿Quién excava donde fueron enterradas las ventanas y el tiempo extenuado?
En mi soledad toda la almádana de la mordaza, la piel machacada, adentro
de los nichos. Sueño en silencio como una página de sombras.
Barataria, 24.XII.2015

martes, 5 de enero de 2016

TERRITORIO CONTINUO

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TERRITORIO CONTINUO




Ya salido de estas calles de continuos abanicos, cajas, cartones, sombras,
me adentro en las grietas, o en el simple adoquín nacido de las sombras;
en la creciente caja de la noche, el amaranto del pez devorando el calendario.
(Existen intemperies con nombre y apellido, incesante goteo de muchedumbre
en este territorio de peltre, o arcilla.
Nadie sale ileso de las fantasías propiciadas por los periódicos: todas nos conducen,
 por supuesto, a distintas alas, a los flujos de rocío de la saliva,
a la piedra que estalla en los ojos como una campánula siniestra.
Hay quienes van evocando los caballitos de madera de las fiestas patronales;
otros seguramente el desierto de Nevada y California,
y otros los tantos vestigios que han dejado las palabras al albedrío.
Y otros, quizá en las telarañas acumuladas en los zapatos.
Y otros, cuando menos, en las catacumbas y en los pozos de la muerte.)
Apenas puedo con mi sombra desvanecida en el polvo.
Tal vez porque me acostumbré —desde la infancia— a triturar mi edad
entre las piedras y los astringentes: me doy cuenta, pasadas ciertas paredes
carcomidas por la tristeza, que todos los estandartes son mortíferos.
Ni siquiera el silencio es fiable en la gruta de las calvicies.
Uno tiene tantas vidas según se puedan contar las costillas de la audacia.
En este continuo segar telarañas, son innecesarias las profecías.
Y hasta esa inofensiva hoja de papel curtida en las cunetas, como nudo ciego.
Barataria, 22.XII.2015