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martes, 5 de enero de 2016

TERRITORIO CONTINUO

Imagen cogida de la red




TERRITORIO CONTINUO




Ya salido de estas calles de continuos abanicos, cajas, cartones, sombras,
me adentro en las grietas, o en el simple adoquín nacido de las sombras;
en la creciente caja de la noche, el amaranto del pez devorando el calendario.
(Existen intemperies con nombre y apellido, incesante goteo de muchedumbre
en este territorio de peltre, o arcilla.
Nadie sale ileso de las fantasías propiciadas por los periódicos: todas nos conducen,
 por supuesto, a distintas alas, a los flujos de rocío de la saliva,
a la piedra que estalla en los ojos como una campánula siniestra.
Hay quienes van evocando los caballitos de madera de las fiestas patronales;
otros seguramente el desierto de Nevada y California,
y otros los tantos vestigios que han dejado las palabras al albedrío.
Y otros, quizá en las telarañas acumuladas en los zapatos.
Y otros, cuando menos, en las catacumbas y en los pozos de la muerte.)
Apenas puedo con mi sombra desvanecida en el polvo.
Tal vez porque me acostumbré —desde la infancia— a triturar mi edad
entre las piedras y los astringentes: me doy cuenta, pasadas ciertas paredes
carcomidas por la tristeza, que todos los estandartes son mortíferos.
Ni siquiera el silencio es fiable en la gruta de las calvicies.
Uno tiene tantas vidas según se puedan contar las costillas de la audacia.
En este continuo segar telarañas, son innecesarias las profecías.
Y hasta esa inofensiva hoja de papel curtida en las cunetas, como nudo ciego.
Barataria, 22.XII.2015

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