SOMBRAS
INVERTEBRADAS
En el ojo de la
sombra las tantas aguas invertebradas de los sueños.
⎼⎼Siempre
me decís que el tiempo es un juego inasible en las manos.
Y que, en el
garabateo del lenguaje, hay un chorro creciente
de sombras, bocas
apretadas de espinas,
lavatorios de
abundantes ojos, hojas con pedacitos de gusanos,
desbandadas de
esquinas como el pulso desbordado de la locura.
Todas las sombras,
moribundas, atraviesan inexplicablemente
mi pecho y
anuncian su envés de horas.
(No hay una forma
exacta para quitarle las estridencias al pecho);
siempre sorprende
el paisaje del éter gutural de la catástrofe,
y los cachivaches
para la prosperidad de los montepíos
y esa costumbre
venenosa de los dientes sobre el desvelo dromedario
y ese duro fruto
de la tristeza en tiempos de hambre.
⎼⎼Siempre
me decís que la lluvia sobre la tierra es desigual.
Tanto como la
herida secular de la flor de las once.
Tanto como el raro
paisaje de miel en unos pezones núbiles,
tímidos, verdes.
(Yo te pienso en
medio de todos los chiriviscos:
la rosa de la
memoria golpea las paredes del aliento hasta deshacer
la hinchazón del
cuerpo).
Las sombras, a
menudo, las ando como racimos sobre mis hombros.
Por cierto, en el
troncón de la mañana,
respiran las
calles de polvo y todos los espacios callosos del miedo;
de la gota de
humedad, la pelambre tetelque de los pétalos,
la nube dentro del
guacal secreto de los ojos, los viejos chunches
del aire en los
altares.
Juro que la sombra
de claridad trastorna todos los renglones
de fiebre material
e inconsciente del enredo.
Del libro:
«Paraíso de la demencia», Barataria, 2016
©André Cruchaga
Imagen tomada de
Pinterest
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