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jueves, 23 de mayo de 2024

CASA DONDE ANIDA EL PONIENTE

 

©Pintura -Oswaldo Guayasamín


CASA DONDE ANIDA EL PONIENTE

 

Hice sin saberlo mi propia casa, mi casa donde no hay dilemas

irreparables ni tristezas rotundas: el poema que cada día abre

la ventana y, entre las aldabas del aliento, hace resaltar el tiempo.

Cuanto se abre la vena del conjuro, el destello cotidiano

de las mochetas, la viga colmada de arcanos.

—Siempre tuve la suerte de leer entre las sombras, aquellas paredes

de monólogos fugitivos,

los días derribados por la noche, el vasto pájaro

de la razón con sus versos.

 

Alrededor de mí, los centímetros salpicados de madera y rocío,

la desnudez llovida de la eterna campana del césped.

(La casa mía en medio del caserío, hecha de adobe y habitada

por la melancolía y yerbas prendidas en los zapatos,

siempre en mis ojos como la imagen de un perro herido).

 

Igual que la respiración de la brasa, las corrientes del viento

en las sienes, el aleteo siempre tibio de lo inédito.

Cerradas las puertas es otro universo el que nos mira y retrata.

Recurrente la oscuridad, los periplos borrosos del país que tenemos,

Los topónimos eufemísticos de la inseguridad y manipulación.

 

Nunca muere la audacia si el aliento florece en el rocío;

nunca el poema deja de ser ascua, cuando éste es casa de vida

y alumbramientos.

 

 

Del libro: «Final de espantapájaros», 2013

©Pintura -Oswaldo Guayasamín

©André Cruchaga


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