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jueves, 16 de mayo de 2024

HUELLAS DEL RASTROJO

 

©Pintura -Oswaldo Guayasamín


HUELLAS DEL RASTROJO

 

El horizonte a punto de ser mar. Sólo mar en la flor del aliento.

Al límite el ápice de la espuma sobre la piedra huye el infinito:

solo es cuestión de tiempo para que la duda se disuelva,

para que la sombra abra su cuaderno sordo de rastrojos perdurables.

Cada golpe ha endurecido los rieles de los trenes, arden

las concavidades de la neblina tras el barceo absurdo del desgarro.

 

(A veces solo recuperamos pedazos de historia, un hueso, una mano,

entrañas despedazadas, cráneos vaciados de memoria, negaciones

y soledades, destinos que se perpetúan en lo subterráneo).

 

¿Hasta cuándo se hace visible la desnudez de la sospecha?

Innumerables voces suenan a tragedia en este universo paralelo.

—Siempre la terca manía de caminar sobre pantanos,

casi al borde de las bocanas del infierno, entre alas de avejentados

crepúsculos, entre ruidos errantes y vespertinos.

En los cuerpos clausurados, sólo la huella de los rastrojos, el cielo

descalzo de las aguas y el luto como pálida campana sujeta a la piel

de las calles, calles, calles donde uno huele la tristeza.

 

En el tiempo venidero estaremos atados a otro lenguaje siniestro,

caerán persianas y baldosas para instaurar un nuevo pódium,

el país estará bajo las botas, cara sobre pared, masticando hambre.

 

Del libro: «Final de espantapájaros», 2013

©Pintura -Oswaldo Guayasamín

©André Cruchaga


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