Páginas

martes, 22 de noviembre de 2022

VIVIR PARA NO VIVIR

 

Obra pictórica de Joan Mitchell

VIVIR PARA NO VIVIR

 

Y todos estos huecos del cielo en la tierra en forma de sangre,

despellejan las oxidadas bóvedas de la conciencia, lenguas de filo

que nos separan, duros rastros que dejan los incendios.

Negras mandíbulas atraviesan la densidad de aves nocturnas.

Ahogos más allá de los que suponen las tumbas transformadas

en memoria, piedras aquello que comienza a ser horizonte,

mundo cada instante enredado en los ojos, largos ríos de ojos ciegos,

acaso forma perpetua de un tiempo que imita otros tiempos.

Despertamos, agolpados, excavando recuerdos, sueños postergados,

por desgracia, todo ha enmudecido, casi todo al unísono.

Justo en las calles, nos guían bostezos de sombras y se repiten

como huella de un destino que solo muestra suplicio.

El país se ha vuelto un paraíso del absurdo de perturbadoras conjeturas,

un lugar que ni siquiera se puede guardar en el bolsillo.

Entonces estamos signados a espejos de adustos espectros

a soñar con los muertos propios y ajenos, abrir solamente el agujero

del sexo bajo una historia de candelabros.

Cada vez la libertad tiene la tonalidad de las espinas, de lámparas

inmóviles en cuya flama hay un hastío de muros y matapalos.

Adormecidos el rocío se vuelve olvido, un mal cuento de flechas

de ceniza, una masa en círculos de la sombra.

Durante la noche, sin embargo, el sabor de la tristeza y la zozobra.

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


lunes, 21 de noviembre de 2022

EXUDACIÓN DEL ESPEJISMO

Obra pictórica de Joan Mitchell

EXUDACIÓN DEL ESPEJISMO

 

Dentro de los espasmos del cuerpo de las roturas abruptas y falseadas,

el río de las venas con su hilo rojo de toxinas fulminantes;

en el resplandor de las revelaciones convocadas la marcha en la lengua

de fuego de la entraña, el bostezo retorcido en los dientes,

la luz apenas en la superficie del ojo de la sombra de la tierra.

«Me violento para conservar, a pesar de mi humor, la voz de tinta»,

aquella certidumbre atrapada por el verdugo.

Ante el tumulto de los absolutos, un puntapiés a la sombra de carbón

que se hace en el albañal de los eclipses del pájaro socavado

en el pecho, en el que flotan como barquitos de papel el bien y el mal.

Usted gira en medio de los sedimentos del arado y piensa, seguramente,

en los tanteos de lo real imaginario del ojo en el jardín del sahumerio.

Piensa en los estados oscuros de la ternura en los arcos del subsuelo,

piensa en el hormigueo que produce el firmamento cuando se abren

las bisagras de la exudación. La lengua sobre la página de huesos.

Cada cual está hecho de incoherencias y solo espera encallar si se puede

en la muerte total, premeditado el renacimiento en la ceniza.

Alrededor de nuestras propias agonías, gravitan las osamentas

de la miseria, el absurdo que nos desabriga en plena noche de piel

multiplicada, cuerpos vaciados alrededor de una pipa de espejismos.

Desde las formas discernidas, el pez coagulado en el vientre

de las aguas en círculos del sol naciente…

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

jueves, 17 de noviembre de 2022

SOFISMA DEL PARAÍSO

Obra pictórica de Joan Mitchell

SOFISMA DEL PARAÍSO

 

Sobre el desván de piedra, la lengua que consume los sofismas.

Aquella alambrada endurecida por el tiempo no es la mueca

sino la prueba fehaciente de las bocinas grabadas en el pecho.

Arden los ojos sobre una lágrima de granito, la iguana de amor

que sale de su guarida, debajo de la cripta de la angustia,

nos muerde el espectáculo de la lombriz de tierra o la oruga,

los poros gesticulantes de lo abrupto, las reliquias del sueño

de nuestros ancestros, el justo juez de la noche de las idolatrías,

a veces un arco de servidumbre apuntando a la ventana,

una estatua herida confinada al silencio como los débiles.

En la alacena de los montepíos, un marimbero muerto entre el polvo

de desasidas especias del antiguo oriente.

En un santiamén nos roban la historia de amor que nunca tuvimos

en esta aldea donde los esfínteres salen por los pómulos.

Hemos domesticado el hambre para el hambre, mientras usted

iza bandera y campana sobre una hojuela de llagas y polilla.

Vivimos en las manos de hierro del déspota, somos sin más la escoria

que nos deja la aldaba de la respiración, el tributo de niebla

de los cementerios que se yerguen sin anestesia en la carne.

Entre el coro de atavismos, el perro que lame sus paranoias.

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

lunes, 14 de noviembre de 2022

A PESAR DE TODO

Obra pictórica de Cristian López,
pintor salvadoreño

A PESAR DE TODO

 

No hay límites para la melancolía humana

Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la pirámide

de las lágrimas…

LOUIS ARAGON

 

Volvamos a la casa junto a aquel río que conocimos de luna confiada.

Volvamos a la noche a tejer los rasguños de la niebla, a la sed tibia,

roja de los navíos antes que amanezca el pez de la nostalgia.

O nos venza el trajín de la brasa y nos lance en ceniza al agua.

En el horizonte una enredadera de nubes, unos pájaros que nacen

del aire con meteoros en las plumas sobre los propios harapos.

Nuestros pies están impregnados del barro envejecido de tambores,

algunos perros de ciprés lamen el ijillo en el claustro del espejo,

nos alimentamos de cruces ciegas, torturantes, sin reparo al óxido

y a la tiza de hierro que recorre la vida atada a pasiones truculentas.

Pero volver también nos ata el cuerpo a ciertos ataúdes.

A través del ojal de la tortura, el pespunte demencial de los salmos,

los suplicios retenidos en la lengua, el nomadismo que nos vence

en la duda sin puerta ni fecha, salvo un paraguas roto sobre la arena.

Volvamos aunque luego haya que enhebrar la flama de los relámpagos

chamuscados por las cuñas de madera del carraspeo.

Nos espera un nido hinchado de relojes mutilados, un tintero

hipotético donde las axilas cambian su estado de gracia.

A través de los perdigones de las palabras, la escritura del grito,

y esa rara leche roja que brota de las peluquerías y se pierde

en los respiraderos subterráneos del extravío.

Sobre la fruta de los ijares, el hongo ancestral de los trapecios.

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

EBRIO DE ESCOMBROS

Obra pictórica de Joan Mitchell

EBRIO DE ESCOMBROS

 

Sólo los ojos son todavía capaces de emitir un grito.

RENÉ CHAR

 

Desde siempre morder los calcañales del perro callejo que bosteza

su hambre burlándose del mundo cada vez que le estropean

la esperanza de un hueso. Sobre la losa de piedra su esqueleto.

Vallejo y Baudelaire miran de reojo apoyándose en la muerte.

Al parecer no cesa un ebrio entre los escombros del bien y el mal,

las mentiras piadosas con las que se engaña la vida.

A veces solo hace falta un candil moribundo para atravesar

la eternidad de un mendrugo, atrapar en el cedazo de miel

el dolor, la página de vida de una jaula, el remolino de los deseos

en el cuentagotas de la felicidad. «La oscuridad es un camino

y la luz un lugar / el cielo que no existió ni existirá».

Siempre vamos tupidos de maleza, somos fetos en aguas agolpadas,

seres en el abismo que soñamos, vástagos de granito procaz.

Antes que se bifurque el gusano en la carne, le hacemos cosquillas

al destino, e irrumpimos en el «reino final»

                                             de las oscuridades más aviesas.

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

lunes, 7 de noviembre de 2022

LESIÓN VENIAL EN EL ROCÍO

Obra pictórica de Joan Mitchell


LESIÓN VENIAL EN EL ROCÍO

 

En medio de los dóciles hilos de pájaros de papel, el sueño de conquistar la nada, esa grama sórdida de las nubes frente a nuestros ojos. A veces me resulta gratificante e irresistible la bisutería de los fósiles, una lágrima filosa en la basura del tercer día sangrante de esperanza. A decir verdad nunca tuve mayores pretensiones a la inocencia de un mordisco de muslos, a la breña hirsuta de la flama subiendo desde los pies. Usted sabe que a cierta altura de su cuerpo hay un oasis, una rosa degollada en la fiereza, una lengua común que toleramos mientras llega el naufragio. En la hipnosis del viento sobre la piedra avanza la sombra del Ave Fénix casi nupcial en la rama del veneno del vestigio. En esta congoja negra y venial, le hago un guiño al escote del agua que fluye en dicción líquida.

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

martes, 1 de noviembre de 2022

MONÓLOGO

Obra pictórica de Joan MItchell


MONÓLOGO

 

 

(Ah, doliente vuelo de querencias despobladas:

amargos cauces del gusano en la sangre,

batallas de quemante sollozo y zurcidas ropas,

ser la ceniza en estos fuegos recónditos, sombra del hartazgo,

duradera muerte en mi aliento, ciego apego a la hoguera;

ser el estrecho cauce de la lengua, la cuita dolorosa del sueño,

el alimento fúnebre de la carcoma.

El confundido rastro arrancado a las mordazas.

Camino junto al desdén, junto a la luz débil

de las cuatro paredes del vuelo: llevo sin merecer esta herida

que me ha nacido de tanto desvelo;

en el insomnio toda mi sed se ha vuelto postrera, toda mi sed

ante la presencia «frágil de la vida»; el limo de la lengua gime,

tierra adentro, donde se oculta la espina.

 

Me subyuga el árbol de la noche, «mi latido en su piel»

la resequedad plena en mi garganta, la dulzura menguada

a falta de ternura: atravieso los ríos invisibles del olfato,

cada campanazo, amedrenta, este gusano que llevo dentro,

la voz rugosa de las piedras, la porfía del arcano hacia el abandono.

 

¿En qué sosiego puedo advertir estos arcanos, sin escupitajos,

después de bajar sin compañía a la perennidad,

al centro de mi cuerpo soterrado entonces de una mirada?

El follaje de la noche tiene arenas movedizas, ayeres de hojarasca,

equipajes que siempre amarraron la sal con nudo enmudecidos,

ternuras que nunca adiviné con mis ojos ciegos.

Cuando miro el sueño que pasa a oscuras junto al olvido,

la fugacidad, toda,  se vuelve eterna reverencia en mi aliento;

cuando la brisa llega, cegada por mis quemaduras diarias,

la espina salta del costado, el polvo del letargo se hace cierto.

Ahora me rindo al mutismo de mi insomnio aprendido en soledad:

a oscuras la memoria trasiega los desatinos doctrinales

de mis pesadillas, faena que vuelve sumisa mi porfía.

 

A oscuras llego a la sangre sumergida de los pájaros;

es tanto el desvelo, que se vuelven cárcel mis fantasmas.

A oscuras este gemido de la pena, barcos y trenes destrozados,

la claridad enterrada de mis sueños,

esta tortura que hace más grande la herida, prolongada

bufanda del escombro, atroz rincón de mis anhelos.

Casi a la medianoche, no conservo nada de este mundo:

se ha ido toda luz; y aparece, siempre, el afán del moho,

las Siete Cabritas a cuentagotas, el polvo insondable del delirio,

la espiga muerta de la respiración.

 

Nada es más cierto que la semilla plantada de esta herida;

¡cuánto latido aletargado en los párpados, cuánto frío,

cuánta lengua en derredor de mi hospedaje,

dientes oscuros del alfabeto, mi propio firmamento!

 

Mi sed torva, a oscuras como un grito ensangrentado.

A oscuras la frazada de la llovizna, los demonios interiores

las cornisas medievales de mi réquiem,

o ese cumplido vencimiento del cuerpo y su rumbo de último reloj.)

A oscuras, «la grieta que arrasa y corrompe la esperanza.»

 

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga