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domingo, 27 de diciembre de 2015

UNIVERSO ÚLTIMO

Imagen cogida de la red




UNIVERSO ÚLTIMO




Quizá aunque avance ya no exista. El cuerpo en los vagones amarillos
de las campanas, la mirada rota en medio de unos brazos: el universo mío
es el silencio último que propalan las tormentas, o la brasa irreparable.
La tierra hendida en bóvedas de tizne, desnudo el poro sobre el cemento.
El filo entre las manos mordiendo el litoral de la tinta, la arruga del relámpago,
la letra absoluta de otros universos:
una piedra muerde cada uno de los horcones que sostienen el pensamiento.
Es simple cuando llegamos al límite de la huida, al borde abatido
de las mochetas, al cofre donde se guardan las ramas del absoluto.
Un espejo de colmillos duplica las noches, llueve a la orilla de la deshora.
Espumoso el delirio donde la ciudad desamarra fatiga y hedores, crines, niños
que juegan a las carcajadas y los incendios.
Ahora tocamos burdeles mortíferos, tristes caballos que doblan la sequía;
no solo descendemos al zapato que yace al ras del suelo, sino a la truculencia
del mercado y la avaricia, a los dramas que suscita el silencio y la melancolía.
Hay trenes que reclaman vagones para celebrar los funerales del tiempo:
cuando se retorna de la ruina dejan de gotear las cucharas del frío,
los peces oscuros de la soñolencia, las alas sedientas de ramas…
Junto a la estación o calle de los emplazamientos, musita el pescuezo
de lo maltrecho, la caverna y su desfile de horrores.
Algunos piensan en los cementerios y en el polvillo del duelo: nosotros, claro,
solo en esta vieja soledad de ojos, en esta larga fatiga de la tarde…
Barataria, 15.XII.2015

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