En cada gota de agua, el destello invisible del sonido,
el litoral de la respiración, el libro de lecturas a media luz,
la hoja de la brasa que alumbra la cortina de los poros,
la ventana con madera de salivas ancestrales, —vértigo tras vértigo,
la alegoría dispara arrecifes, palabras de metal en los muros:
Imagen de André Cruchaga
LLUEVE A CANTARADAS
Quién nos quita lo vivido?
en el seno del olvido…
MIGUEL DE UNAMUNO
En cada gota de agua, el destello invisible del sonido,
el litoral de la respiración, el libro de lecturas a media luz,
la hoja de la brasa que alumbra la cortina de los poros,
la ventana con madera de salivas ancestrales, —vértigo tras vértigo,
la alegoría dispara arrecifes, palabras de metal en los muros:
la historia de ayer y hoy, aspas de alambrada en el silabario
de la viga que sostiene los aleros adustos de las tejas.
De vez en cuando el moho despabila los insectos;
el pájaro prendido en la rama de ciprés, la astrología
de los dedos en la tormenta de costura de las nubes;
el cántaro derrama la brama del rocío, los goterones del paisaje
en las pupilas, los caballos que pastan en el calendario de los poros:
me afirmo en la caverna, sin mástiles, sin armas, sólo esta pulsación
de la madrugada que recoge el soplo,
los estertores de las palabras, este vivir quitando el telón de circo
todos los días. A menudo amanecen plomizas las banderas,
la esquirla sorda de los analgésicos, el rascacielos de la piedra
a la orilla de los fósforos, el anzuelo curvado de la tinta,
la lija de la edad mordiendo los talones: es inútil el filo
del pedernal en la rama del eucalipto; no hay ajuares
en el terrón del badajo, ni gallardetes salvados en la piel quemada
de las calles. En la saturación del agua, muerde el cieno
en los brazos, corroe o derrumba los tiliches, moja el tabaco
de los claveles, nubla el enjuague en el lavatorio de los pies.
Por cierto que no me sirve ningún paraguas para andar estos lupanares;
respiro entre monedas líquidas, el cáñamo de los colores dejó de ser vitrina;
ahora es un riesgo caminar entre las guas.
(Después de todo, he sido hecho a la usanza de los líquidos,
sólo que ahora la placenta es un laberinto perverso,
donde no cabe el torrente del postigo, esa manera de cazar zopilotes
en plena hambruna. Conforme llueve, despeino los jardines invisibles
en la respiración: hago una sola sombra de las carretas en el musgo
que pervive en la penumbra.)
No hay aquí resurrección de claridades, ni armaduras de orégano,
ni hornadas de canela, ni levadura, ni anís, ni zapuyulo.
Hay cántaros como el mar y la espuma, quebradas aguas en la boca,
ramas desgajadas por el azogue, ombligos en un País de salmuera,
cuadernos borrados en la máquina Singer del pespunte,
dunas en el pergamino de la piel, hojas sin zaguanes de aire,
relámpagos que resplandezcan en las pupilas.
Sé que llueve a cantaradas en la antigua alegoría del deseo;
sé que también oscurece en el perro flaco de las pupilas, en el piano
de los techos donde sin duda también se dibuja el musgo…
Barataria, junio de 2011
Se me ha vuelto calendario tu cuaderno -Andre-, una hoja desprendida de algun árbol, que llega hasta mis manos, un diario, un periódico con nosticias, una masa de palpitaciones y una enredadera para ocultarme... cada una de tus desdichas -Poeta- son luminosidades de luciérnaga que vuelan entre la oscuridad, sí, esa oscuridad que te construyes en el mediodía y que en la madrugada se filtra por la ventana del poema....
ResponderEliminarUn beso, Poeta.
Marina Centeno.
Se me ha vuelto calendario tu cuaderno -Andre-, una hoja desprendida de algun árbol, que llega hasta mis manos, un diario, un periódico con nosticias, una masa de palpitaciones y una enredadera para ocultarme... cada una de tus desdichas -Poeta- son luminosidades de luciérnaga que vuelan entre la oscuridad, sí, esa oscuridad que te construyes en el mediodía y que en la madrugada se filtra por la ventana del poema....
ResponderEliminarUn beso, Poeta.
Marina Centeno.
Siempre llueve a cantaradas en el árbol de la vida. Cada gota es una antorcha de cielos y escarcha, una migración de umbrales transparentes.
ResponderEliminarGracias, por tu comentario.
André Cruchaga
Me gusta la lluvia, tal vez porque nací triste...casigris. Así que tu lluvia es espasmo y sosiego, calor y humedad.
ResponderEliminarBesos, Poeta.
Marina Centeno.
Es otro mundo éste, en el que muy pocos entran: su belleza alucina como la luz.
ResponderEliminarGracias, de nuevo, por tus comentarios.
André Cruchaga