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martes, 22 de febrero de 2011

REMANSO DE LA TERNURA


Un día no habrá necesidad de bolsillos para alojar la ternura,
ni los sueños se mostrarán en las vitrinas: quizá en las manos
ya no quepan los suicidas y el rostro deje los clavos de la noche
para ser, sólo, íntegra luz en la sonrisa.
Fotografía Paolo Neo


REMANSO DE LA TERNURA




y creció por mis venas y se fue deslizando
con temblor de caricias al llegar a mis manos.
MARUJA VIEIRA




Un día no habrá necesidad de bolsillos para alojar la ternura,
ni los sueños se mostrarán en las vitrinas: quizá en las manos
ya no quepan los suicidas y el rostro deje los clavos de la noche
para ser, sólo, íntegra luz en la sonrisa.
Sólo quiero una larga tajada de luz: una boca ávida de cierzo
donde no tenga cabida la noche,
ni la hojarasca reemplace al césped. Me es necesaria la luz
para continuar en los párpados; debo celebrar los muslos sin envejecer,
Las cejas juntas del aire,
la respiración creciente de las lámparas en la respiración,
El ojo terrestre de la sed en su remanso.
(Ahora seamos la permanencia en la mesa: la boca desnuda
del sonido, la semejanza mojada de la sábana, el clímax con su cascada
de pubis, la boca donde nada sobre,
ni la larga sombra de la noche.)
Siempre se puede comenzar y llegar hasta el fondo de la vida:
pensaría que los tejados son invisibles toboganes, pájaros donde
la claridad jamás se debilita, —siempre en la puerta hay pequeños
encajes de bosque, pezones de sonrientes gotas,
y alas para fertilizar el arco iris.
En el nido, la ternura, es instrumento de los almácigos, el cuaderno
de la risa, hace memorable todos los verbos;
la llama vital vigila cada pétalo como un vigía que atraviesa el misterio,
montaña de la poesía que ahora es rocío derramado
en la sien insoslayable del aire.
En cada confín salta la cocina de los poros con su inclinada placenta
de escaleras, —el espejo es intrépido en la memoria,
las luciérnagas que gotean en el eco,
la raíz húmeda de las estrellas en el tallo de la arcilla.
(Me detengo aquí, camino inevitable de los sueños: camino de la noche
inefable, refugio, remanso de la historia que se escribe, cada día,
con el hilo tensado de la sed.
Navego en las aguas de la ventana: los peces de la ráfaga apuntalan
las corrientes inéditas de los sinónimos o esas aliteraciones
propicias de las onomatopeyas en el bosque.
En los pañuelos palpitan, ahora, los nudos del azúcar: el río
converso de no ser ínfimo tragaluz, ranura vulnerable, sino, esa
vocación milenaria del alba,
el espejo sin monotonías, la savia de la túnica que arropa la garganta,
el ciempiés de la intimidad, subiendo a la piedra del relámpago,
como un día donde todos los sentidos son el ala encarnada
de la almohada en las estrofas del aire.)

Barataria, 19.II.2011

2 comentarios:

  1. Un honor un privilegio... humildemente me pose desde mis tardes cuando el viento aun cabia en mis bolsillos... me siento ave que hace un descanso en tus palabras... me permites pasar a tu bello rincon y disfrutar de lo intenso que es leerte... te dejo saludos respetuosos y cordiales desde mi Chile....

    Ledeska

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  2. Gracias por tu gratificante comentario. El honor es mío al darte una ojeada a este cielo a caballo. Un abrazo y te espero de nuevo.
    Con entera gratitud,

    André Cruchaga

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