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domingo, 5 de septiembre de 2010

KAFKIANO

A menudo me despierto como un gran escarabajo en medio
De la noche. En la garganta los insectos clavan sus cuchillos,
El poema que se vuelve sombra del firmamento.
Debajo de la piel hay eternos miedos que esconden la lluvia,
Espían el gris de la ceniza hasta que sale la noche con su lengua
De siniestro espectro.
Imagen tomada de la red







KAFKIANO






A Marina Centeno







el ojo a velocidad reducida
mastica fragmentos de sueño
mastica dientes de sol dientes cargados de sueño
TRISTAN TZARA








A menudo me despierto como un gran escarabajo en medio
De la noche. En la garganta los insectos clavan sus cuchillos,
El poema que se vuelve sombra del firmamento.
Debajo de la piel hay eternos miedos que esconden la lluvia,
Espían el gris de la ceniza hasta que sale la noche con su lengua
De siniestro espectro.
La habitación del poema tiene una sola ventana: el alfabeto donde pasa
El tiempo y se disipan todos los miedos.
A menudo somos el gusano samsiano de los esqueletos, el espectro
Amartillo de la memoria, el lecho sucio de la ceniza,
El ojo roto sobre la rodilla del abismo.
Un día mordemos la piedra filosofal de los caballos; otro, los crisantemos
Azules de las monedas en las corcholatas del suicidio.
En la sábana impune de lo maloliente,
El olvido llega hasta la boca como estiércol de peces furibundos.
—El cuerpo juega a los viejos dolores de la náusea:
Al chillido de la saliva en los armarios,
A la siempre piedra del dibujo reptando en el mal de ojo de la pesadilla.
No es nuevo festejar las cuatro patas de la cruz,
El antes y el después donde grita el semen, el atroz pies del pánico,
La incubación in vitro de las campanas,
La célula madre de los faroles encendida de hombres araña.
Debajo de la luz están las flautas de las estatuas.
Están los pájaros de piedra al acecho, los condenados en el retrete
De la oscuridad, la escarcha agónica de las lámparas.
Saltan a la vista limusinas de heces. Balcones de sarro. Bichos cabalgando
De los pies al cuello,
Del insomnio a los recuerdos, del hueso a la carne, del fuego
A la escoria de los bolsillos, del humor al horror del sexo chamuscado
De las moscas, del espejo al ciervo disecado en las pupilas,
De la posta de la caricia, al acordeón facial de ciertas parálisis.
Un día invoco el lupanar de las diademas y el seno tatuado por cantos
Gregorianos, por abadías oscuras de cabellos y camellos.
Espero caminar con mis ilusiones junto a los hombres.
Junto al codo del susurro incesante, jugando a los insectos.
De pronto despertamos de la barra show del manicomio con rocolas
Ardientes de aullidos, jadeos desconocidos del estrépito.
Nos muerde el cuello la pulga de los muebles rotos, el patio aterido
De la desnudez, todos los nombres de la baba:
Jericó en la noche gris del miedo, la somnolencia reptando al espejo,
El castillo del crepúsculo rodeado de risas viscosas.
De cierto, he acumulado candelabros en el agujero paciente de la piedra,
En este cielo con espaldas de cocodrilo…
Barataria, 05.IX.2010

5 comentarios:

  1. A menudo somos sólo eso -André- una palabra rompiéndose en la piedra -el poema-. Y somos polvo, volátiles, fragmentados en el aire y el sonido. Porque la poesía llega y se nos cuela entre los poros.... "en este cielo con espaldas de cocodrilo"

    Gracias desde mi habitación de sombras, donde "a menudo" me invento ser perenne y no lo consigo -André-... no lo consigo..


    Marina Centeno

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  2. Tu perennidad está, poeta, en el poema, en la luz de las palabras. Ya somos dos que vivimos en la sombra; yo, en medio de la sombra bestial, hirsuta del calendario tratando de ser perenne en el omblido del alfabeto.

    André Cruchaga

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  3. Para mí ya lo eres -André- porque llegas y me abarcas los espacios que me impongo con tu poesía..

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  4. El destino junta las brújulas perfectas del auxilio. Sólo así es posible inventar los días para vivir el alba. El día con su musgo repartido: jardín resurrecto.

    Abrazos,

    André Cruchaga

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  5. Cómo será el destino, a veces, apático, otras veces irremediable y otras tantas acometido.... ¡¡pero abramos las puertas -André-!! y barramos el polvo de las escarpas para la lluvia nos caiga pura....

    Salud.

    Marina Centeno.

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