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lunes, 1 de julio de 2024

INVENTARIO DEL OLVIDO

 

Imagen tomada de Pinterest


INVENTARIO DEL OLVIDO

 

En el armario, la luna plena y sobre el estrépito, un candil

de sombras. El libro del calendario y su caligrafía ahogada.

Erguidos en la piel, los cajones de las semanas cubiertos de olvidos.

En los muelles de la noche, la bocanada de recuerdos,

crepitantes las mollejas del sinsentido, bohemia la crónica del ansia

en los círculos patológicos de las fechas: la claridad se burla de todas 

estas miserias inagotables. De las pobres cosas en mis sienes.

¿Podemos hartos de todo, olvidar cuanto de barbarie

y miserable tiene la vida, husmear en la desmesura del pasado?

 

¿Hay cierta mitología inmutable en el olvido, en cada folio del delirio,

en cada madera indemne de este monólogo? —Los armarios 

son ciertas arqueologías, depósitos sedientos de la hoja y la rama

y el árbol: allí subyacen los folios de lo póstumo

y aquella boca cansada de pavimentos.

Todo es así al final de la tarde.

Ante lo inminente deliran los cansancios del verdugo y el infortunio.

Algún sitio habrá para guardar todas las migajas desde el diluvio

hasta nuestros días, desde los semáforos irrecobrables del sollozo,

a esta suerte de aniquilar los trenes en plena desnudez del hambre.

 

(Entre los tantos olvidos, usted, desasida por mis poros,

desterritorializada de la estrofa de mi aliento, catártica en la épica

de mis Hefestos: martilla y fluye justamente

en esa absurda severidad de lo demiurgo. Absurdo el orden

y la alegoría inmerecida de los asedios. Absurda la indulgencia

sobre la página suprimida. Simbólico el paisaje movedizo.

Desglosados los renglones del viento en las extremidades,

usted y la puerta estrecha de la moral. Lo humano de la roca).

Todo lo acontecido, desvaído el musgo adentro del féretro

de los girasoles. El olvido de telas oscuras muestra sus dedos.

Sucios y desencajados, los borbotones de ceniza

en el costado extremo de los desasimientos de la carne.

«Un hombre sólo posee lo que no puede perder en un naufragio».

La bruma y el agua se rompen en ese inventario de la nada.

De qué nos olvidamos cuando el cataclismo se desmorona

en el barro

perenne

de la borrasca.

En las esquinas del horizonte todo se reduce a escoria también

en los ojos mueren los espejos y la mirada y el cuerpo ciego

en las indeterminaciones de la sombra los abanicos sordos del colibrí 

fenecido 

si algo queda en el aliento es el horror enamorado 

de las tumbas o el escarabajo excesivo de la angustia o la hiriente 

abeja del amargor con su golpe de herradura.

Como el náufrago en el cuerpo de un niño solo quería jugar 

con los cartones de espuma del mar y no con la soga de sal en la garganta: 

solo soy un náufrago en los escenarios de la tierra, 

a veces de ausencias y hogueras; otras veces Nadie una hilacha fúnebre 

en el abismo de un país vacío.

 

Del libro: «Ámbito del náufrago», 2015

©André Cruchaga

Imagen tomada de Pinterest


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