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miércoles, 27 de diciembre de 2023

CUERPOS CIEGOS

 

©Pintura de Jane Graverol


CUERPOS CIEGOS

 

Mientras cae la noche ondea el sinfín: aquí, tu mirada ciega de existir

y la fruta desnuda entre mis manos. Bracean los pensamientos

y las pulsaciones al límite de lo inexplicable: cantan tus pechos

íntegros en el sol de la sed. Un suave litoral de saliva,

moja los cuerpos, en tanto la sangre virgen se vuelve tormenta.

(Sé, que edad y tiempo se nutren de esta savia unánime que emerge

del tronco de dos cuerpos. En la rosa derramada sobre la tierra

tiembla el mar hasta desvanecerse.)

La estupidez sigue perdurable al igual que los geranios atrapados

por algún filósofo, un cangrejo en una botella de mar desconocida.

Es inútil la realidad y su anacronía.

Es inútil, al mismo tiempo vivir con las contaminaciones de tantas

interjecciones apuntalando el horizonte, la ventana en el traspatio

de la sed desmoronándose en cuerpos ciegos.

 

«¡Y saber que donde no hay un Padrenuestro, el Amor es un Cristo

pecador!» saber que la zozobra es el tísico fulgor que aniquila

todo cuanto los años han construido.

Hoy es difusa aquella inocencia que transitaba anhelante

y sin pañuelos.

 

Nosotros pecadores, recayendo a cada rato y cargando sin suspicacia

las dolencias de un amor proscrito con el temor de los paréntesis

y los amuletos.

 

Por eso están los recuerdos que asumen la supervivencia nuestra.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


lunes, 18 de diciembre de 2023

MIRADA INTERIOR

 

©Pintura de Jane Graverol


MIRADA INTERIOR

 

Aquí en lo hondo del pecho, el invierno y sus dicotomías líquidas,

lo ígneo de las heridas. Uno sabe que, en el tallo de la sangre,

crecen lluvias de mimbre y yute, y remotas cobijas que arropan

el subconsciente de historias que comparecen en el presente.

Es natural que nos muerdan armaduras en desuso y ríos apenas

vividos y gotas como ornamento de una desnudez fenecida.

A ratos uno queda cercenado de fiebres y desintegrado tal un espejo

hecho añicos por manos ásperas.

En la historia más reciente, el remedo, la hediondez esquizofrénica

de la publicidad y su maquiavélica bonanza.

Si algo hay de cierto en los abanicos del paladar, es la boca

de herrumbre de los ecos de algún monólogo amenazante.

Ya nada importa y no nos debemos de preocupar de vivir fugaces

en discursitos petrificados que hacen perder la calma, apacentar

la marcha de lengua ante mis ojos que advierten piedrecillas.

Aquellas inclemencias asomándose obscenamente al cortejo dejaron

su marca y su miseria; ahora el tiempo cobra su precio, mientras

nadie acude a la casa con magnanimidad.

 

Era mansamente fiera en mis brazos, cárdeno cobijo en la botella

de mar de mis desnudos laberintos.

 

Después del desove nunca más compartimos aguas.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


miércoles, 13 de diciembre de 2023

ENTENDIENDO LAS DISTANCIAS

 

©Pintura de Pierre-Louis Flouquet


ENTENDIENDO LAS DISTANCIAS

 

… Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!

CÉSAR VALLEJO

 

 

Quizás he vuelto a las calles desprotegidas de siempre o al cuarto

con paredes manchadas de abandono: aquí hay cabida y remos

para la comicidad de un manicomio con sus resonancias,

al útero del desorden de mis sentidos, a lo mejor a un diálogo

con los albañales del porvenir.

Camino entre histeria y coraje, sin esa luz irresistible de tus pezones,

sin el olor a la carne prendido en la saliva.

Cuelgo mis tripas en los fantasmas del horizonte; de un lado a otro,

el esmeril del tedio en las axilas corrompe la exudación.

En el ojo que se deslumbra frente a la ventana, el extraño color

de los pájaros, las razones en medio de la extravagancia.

Luego el sollozo en los desfiladeros de las guillotinas,

saltando entre suciedades idílicas, mordiendo

esta realidad que me deja sin palabras. Alrededor de calles

y viviendas extrañas, la historia que reacomoda sus tiliches:

la gente amenaza con rígidos pinceles; no sólo se puede nadar

en aguas en blanco y negro sino en brasas rojas y azules.

 

También en el libro de la fatiga con todas sus grietas.

 

Todo me lo quitaste: la música, el arrullo, las caricias, tu cuerpo febril;

me ahoga el tedio y la falta de camino, el sueño inacabado,

apertrechado en la melancolía.

 

A veces quiero romper el alba y despertarme en tu boca.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga

sábado, 9 de diciembre de 2023

MISERIAS

 

©Pintura de Pierre-Louis Flouquet


MISERIAS

 

Ahí, «la cocina a oscuras, la miseria del amor» y su fetichismo

desesperado y su siempre triunfante destrozo.

Me toca expoliar la argamasa de las sepultadas tormentas.

Ante el nudo ciego de la hiel, un minuto puede ser el absoluto:

Después de la ficción, me quedan las migajas,

y la porosidad gótica de los desollamientos.

En el reparto de los miedos, los secretos audibles de un país

marginal, o el disfraz que de pronto se vuelve gregaria brasa.

En realidad, no hay lugar para rostros nuevos,

en el sordo jazmín de la aurora «a deshora, en los cadáveres.»

Tampoco para el descalzo, entumecido de quemaduras y dolor.

Tampoco se puede renacer respirando vísceras ajenas.

Desde el interior del gentío lo que veo es la misma herrumbre,

y ciertos inviernos que sólo vislumbran niebla.

Sí, por cierto, sangra el anhelo y duelen las disidencias

y su estampido de espejismos. Duele la ofensa mucho más acá.

Sí, por cierto, estoy empapado de miseria y mazmorras de azufre,

y ahuecados manuscritos y gangrenas de baba.

 

Traemos desde la orfandad, esa noche aterradora de uñas.

Y el paladar ilegible por tantos despojos.

 

Alrededor de mí, merodea el harapo con su acongojante injusticia.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


miércoles, 6 de diciembre de 2023

AGUACEROS DISFRAZADOS

 

©Pintura de Marcelle Loubchansky


AGUACEROS DISFRAZADOS

 

La vida es lo único que importa, pero qué precio debemos pagar

para vivirla, qué topografías erosionadas nos circundan, qué grietas

masturban el aliento, qué semen brota del tobillo de los parpadeos,

qué huéspedes entran como una mujer linda a nuestra casa:

un fardo de herejías se abre como prodigioso fonógrafo.

Después de todo, aquí inhalamos cualquier dureza y bebemos

los mismos viejos aguaceros disfrazados de vanguardia.

Y sin devolución los elevamos a culto.

 

He vuelto a los silencios del pretérito y hablo de cansancios yacentes

y musito los recuerdos vértigo igual que la vida en libertad.

En mi poquedad el amor al prójimo, el nosotros que se ha vuelto

blanco o negro, sin matices.

Usted en un armario pensando en la castidad, incólume

con sus oraciones; yo, mudando de infancias incumplidas.

 

(En lo oculto, asesta el terror su constelación de puñales y codicia.)

 

¿Sirven las meretrices para sobrevivir a los declives alevosos

de la autocomplacencia y a su macabro aguacero?

El oleaje es un pulpo que se desliza a través de múltiples espejos.

Nadie ve el soplo hechizado del harapo girando aferrado

a su maldición de pretextos engañosos.

En mis ojos persisten las máscaras y sus aterradores caballos

cercenados y sus cráteres de rostros oscuros.

Sobre mis trapos indecisos, el horror tan actual en el espejo.

 Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga

viernes, 1 de diciembre de 2023

ANDO A PIE CON UN BASTÓN DE MOSCAS

 

©Pintura de Marcelle Loubchansky


ANDO A PIE CON UN BASTÓN DE MOSCAS

 

Por ellos va mi corazón a pie.

CÉSAR VALLEJO

 

Ando a pie y a solas desde mi bautismo, entre moscas ardorosas

que devoran los sueños y andenes que depredan,

y aserraderos descomunales de camisas: ningún milagro aquí,

allá en la respiración de orquídeas deshabitadas.

Ni una pared limpia, ni bocas que desnuden sus labios,

ni rosas que latan en las rosas del aire,

sólo un remiendo largo que aprieta la piel hasta mojarla de sangre.

 

Ando sobre las escorias, a veces ocultas de las jaulas.

 

Alrededor las moscas reencontrándose conmigo.

 

Y es duro y horrendo cada imposible; y es triste ser humano

y ser transparente, hermano del dolor constante que oscurece.

Ignoro hacia dónde va la brisa, ni quien derriba las montañas

cuando caigo ciego. Crujen como el mar, los brazos.

 

El futuro nadie lo sabe cuando se afinca en la tierra lo informe.

Nadie sabe el final de lo apenas entrevisto,

«"El país del maná" tiene un millón de personas en hambre y "el país

de la libertad" es ese en el que uno de cada 165 habitantes está preso

y en el que a miles de personas inocentes les fabricaron perfil

de pandilleras para saciar la gula de presos de la propaganda» …

aunque el corazón que va a pie sospecha de los caminos residuales

y los detergentes para limpiar esta tierra nuestra.

Hoy en día hay tantas semánticas en las suciedades sepulcrales

de la boca que uno ya no entiende los domingos

ni las extravagancias que fluctúan en la danza de las prisiones.

 

Ando a pie, y así, deshecho, cruzo la calle: es lo único perdurable

que tengo. Morirá la luz quemándonos, mientras persista la garra.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


viernes, 24 de noviembre de 2023

HUELLAS DEL PRETÉRITO

 

©Pintura de Jane Graverol


HUELLAS DEL PRETÉRITO

 

Asumo las idas y regresos, las señales dejadas por el pretérito.

Innumerables veces he caminado hacia la nada:

ahí el mundo al revés enteramente. Enteramente falaz.

Incierto como una dádiva de preservativos

en el charco de jungla de una sombra de trenes amarillos.

Confuso todo sin resucitar según la profecía bíblica.

La misma mudanza todos los días que dan ganas de suicidarse:

nunca es fácil sobrevivir a los términos que impone lo hosco.

La perplejidad desenvaina su impavidez, el mismo infierno

de los frigoríficos, el de las herrerías, o de las bocas desatadas.

A ratos prefiero la equidistancia, sin desaparecer.

Vender golosinas en el atrio de cualquier iglesia,

golpear mi aliento con los cánticos de las feligresías consumadas,

enredarme en el tumulto de las voces disonantes, agudas, ásperas;

en fin, perderme en lo humano del alboroto.

Esperar el siguiente golpe de una serpiente en el asfalto.

Siempre resulta extraño escuchar o recordar los onomásticos.

Y enmudecer de duda frente a los que cantan.

Pensar que la historia es un traje oscuro y que se repite de diferente

manera sobre esta tierra sin presunción de inocencia.

Pensar, sí, que aún la luz es difusa enrocada en el bullicio y será

cadáver pulverizado en medio de la maleza del conocimiento.

 

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


lunes, 20 de noviembre de 2023

AQUÍ Y ALLÁ

 

©Pintura de Jane Graverol



AQUÍ Y ALLÁ

 


No hay límites, salvo el engaño que germina en todas partes.

La luz siempre nos vuelca a lo inenarrable de los vacíos,

o a ese viejo tanteo entre penumbras.

Tampoco existen templos inocentes, con vitrales de peces, salvo

la salubridad de maniquíes y el continuo desprecio.

Fluvial la espina que se nos revela en los costados, como un riel

desplomado que empieza a beber el cuerpo.

—Juro que a menudo me toco para saber si estoy vivo.

Me olvido fácilmente de mi cuando oigo la medianoche

a través de la campana del más allá.

(Uno libra batallas disímiles en el ámbito del recuerdo;

por ello, doy vueltas alrededor de las esquinas del presente.)

 

Procuro estar liviano para levantarme de la oquedad del aquí.

 

Mañana será otro cuento frente a los que parten y nunca regresan.

Acaso porque todo me impulsa a lo difuso y así lo asumo.

A la sangre profunda de todo lo que nombro, sea fugaz o perenne

realidad. Sea la luz o la oscuridad en mi cuerpo.

 

Sea, pues, el espanto que producen los gusanos mi compañía

más cierta en este aquí y allá inundado de úlceras espléndidas.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga

©Pintura de Jane Graverol





viernes, 17 de noviembre de 2023

JARDÍN DE PÚAS

©Pintura de Paul Delvaux


JARDÍN DE PÚAS

 

Nada más el bostezo mientras camino junto al duelo de la razón.

Allí, nadie reposa, ni ríe frente a una puerta invadida de ceniza.

Hay banderas de impaciencia y destrozadas lenguas en los miedos

inminentes de las palabras rotas, huérfanos los horcones

infantiles, fermentados por la fetidez.

Bajo un réquiem de sombras, el tedio hunde sus manos muertas.

El ave feroz de las calles no perdona los escombros de aquí,

ni esta ternura que a ratos parece extraña en mi alforja.

Confusa la luz de las estaciones, es evidente el charco difuso

de las ventanas y la caries del paraíso.

Como una cresta de piel abofeteada, el largo cuchillo de nupcias

tardías en medio de los terrones de la respiración,

los himnos extraños debajo de las cobijas de lo acontecido,

o aquellos zapatos desclavados, como sordos lavabos.

 

Siempre la miseria nos envuelve con su carne de ave herética.

(Claro, es un acto puro, como el instante de la eucaristía.)

 

Alguien habrá de atestiguarlo en el futuro hurgando en su conciencia,

o en algún rostro alcohólico, cansado de buscarse.

 

Sueño certidumbre de hormigas en mi remanso de esqueleto.

 

Del libro: «Mesón Vallejo», 2020

© André Cruchaga


 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

TODAS LAS MUECAS POSIBLES

 

©Pintura de Joan Mitchell


TODAS LAS MUECAS POSIBLES

 

Allá en la forma del ave, sanadas las cenizas del mar muerto

de los jardines, tu cuerpo claro sobre la losa que cala los poros.

Demasiado espasmo para sortear este mundo poco inocente.

Algo parece irresuelto en los aturdimientos y la oscuridad estática.

Sobre la mesa, la sombra inocua de los días de constante ahogo:

(el celofán del aire sobre las hojas artificiales del vendaje.)

Para ser libre, el tiempo sin alcantarillas y los peldaños absolutos

de la escalera sin nicotina, ni agónicos sollozos:

al final uno sabe que las alas funcionan como un vilano de sueños,

que el camino del pan es angosto como los túneles.

A los fuegos de la sangre hay necesidad de quitarle lo agridulce,

desarrugar los guantes y coger al vuelo las mariposas.

En la punta del placer memorable, la lengua del fuego acaba siendo

un agolpamiento de saliva de irrevocables peces,

la red salina de los litorales, la plena herida que subyace en la brizna.

O la siempre agreste desnudez del otro lado de la entraña.

A nuestras espaldas, el puente como un centinela trocado por pájaros.

Nunca pudimos preservar la felicidad para liberarnos

no de la infinitud del placer, sino de las cortinas resbaladizas

de los muelles apoltronados en la herrumbre.

Entre lo tortuoso y hostil solo nos queda la tiranía de la esperma

desasida sobre la piel de humo de la ciudad.

 

San Francisco, California, 2013

Del libro: «Bahía St. y otros poemas», 2013-2014

© André Cruchaga


viernes, 13 de octubre de 2023

IMPOSTURA DE LOS AÑOS VOLCADOS EN SUEÑOS

 


©Pintura de Joan Mitchell


IMPOSTURA DE LOS AÑOS VOLCADOS EN SUEÑOS

 

 

He puesto a remojar la barba de las falsedades: vacío los ojos

en la desfachatez apremiante de la camisa de fuerza

de los enmascaramientos. Aquí confuso de días e inclemencias.

(Ahora sé que ninguna palabra es inocua y menos la bóveda

de júbilos hechos sombra), ni los pájaros son estrategas de turismo.

En el ínterin de la lectura, la fonética tiene su propia demencia,

(me permito decirlo, previo a rasgar mis vísceras de hastío),

y ver las relojerías en catálogos desprendidos de establos

y los párpados mordidos por una herida dulcemente distante.

De pronto la malicia, la farsa y el engaño cogen vida propia:

la escritura es magma o solo tutelado equilibrio de espantapájaros.

Yo me quedo sin ofertar mis otredades, mis olvidos de páramo

intenso. La noche se impone entre sueños y asaltos.

Aquí en este pájaro circular, el hígado de la escarcha

como otros objetos ávidos de analgésicos, de albas en el aliento.

Supongo que hay todavía espacio en el subsuelo para las vacas flacas

de la masturbación. O, al menos para simular cualquier silencio.

(Después de todo ya me acostumbré al almanaque de los ratones

y a las entrepiernas disecadas de los relámpagos en una deshonrosa

aldaba de moho. Huele a estanque de embutidos.)

Cuanto veo es el eco del abandono el que me obliga

a reclamarle a los labios, al paisaje de la modorra la permeabilidad

de tanto destrozo: avanza la locura sobre la razón, entonces sé

que se oxida el paisaje en estos arañazos del azogue.

 

San Francisco, California, 2013

 

Del libro: «Burdel Bahía St.», 2013

© André Cruchaga


domingo, 1 de octubre de 2023

DISFRAZ CON ESTRÍAS COMO DIRÍA KEATS

 

©Pintura de Joan Mitchell


DISFRAZ CON ESTRÍAS COMO DIRÍA KEATS

 

 

¿Cuántos rostros caben en un solo disfraz? ¿Cuántas apoplejías

inundan la risa? Oscurece el espejo cuando asciende el aliento,

nos muerde el viento con su desafiante clandestinidad:

de alguna manera la historia no cabe en un solo rostro acostumbrado

a la lógica letal del tiempo; buscamos el comienzo de todo mientras

la vida transcurre en la bestia. Las palabras visten la desnudez.

Deambulo entre calles «satinadas de humedad y doblajes absurdos.»

Siempre somos ese clown que ríe y llora el drama del vuelo,

callamos ante el domo del tiempo, lloramos en el árbol de ceniza:

(siempre el espejo nos habla de lo indecible más allá del lenguaje

y los pensamientos. Mordemos las crueldades del mundo.)

De pronto, somos tantas vidas en el fango que es locura

todo lo que el ojo incendia en medio de las sombras.

Desde los sueños somos siempre el disfraz que reinventa la moldura

de cada momento de asedios y lóbregas coyundas de catecismo.

Entre la cruz inminente de la gota del alba, un cristal de niebla,

habita la horqueta doble de los ijares, el césped que soporta

los destellos. Somos la nomenclatura del asalariado entre profusas

pistolas forjadas para hoscos museos de libertad.

Todo acaba siendo degradado a mueca, no a simple pasatiempo.

No sé si valga la pena seguir buscando un alambique de monedas sucias

en la respiración de lo insólito, o guardar silencio en el motín

de los hacinamientos del tótem arrancado a los sueños de animal herido.

 

San Francisco, California, 2013

 

Del libro: «Burdel Bahía St.», 2013

© André Cruchaga