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domingo, 1 de enero de 2023

SOMOS AYER

©Obra pictórica de Joan Mitchell


SOMOS AYER

 

  En el vestíbulo del presente de la hojarasca, somos esbozo,

pero también sombra del pasado e incierta tormenta.

Somos la respiración de ayer en cuyo aliento suena la flecha

del conjuro. Para hoy, el desvivirse en los candiles.

Vive el antifaz como pétalo candente: en cada fuego,

el fuego invisible del reloj, el césped horizontal, ciego del sexo.

La piel ofrecida al deseo en el reverso del sueño.

«Es ojo la llama por la cual se devora el cuerpo,

idéntico el peligro de la memoria.» Es piedra el pan sobre la mesa.

(De pronto, hay despedidas latentes en cada recuerdo,

objetos desechados, cucharas trizadas en el espejo, retrocesos

de último minuto, ausencias como los días que jamás resucitan.)

En un instante somos ayer y certidumbre. Somos nadie.

Lo que fue en cada muerte de la lluvia. Los cascos de salmuera.

Siempre es cortejo la disparidad de lo efímero: en los güishtes

dispersos de la melancolía, la realidad y sus ubicuidades,

los contornos de sal en el firmamento de los ojos.

En la piedra pómez de la dádiva, nadie puede elevar a acuarela

el sesgo afilado de las fotografías en sepia.

Las mismas rodillas del país son las de la sombra en la garganta.

Igual que el cansancio los taburetes aburridos de los parques.

 

Del libro: «Se han roto tantas cosas con el viento», Barataria, 2014, 2015

©André Cruchaga


 

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