DESPUÉS DE
LAS DEPREDACIONES
Si pudiera atravesar la espuma,
libre de la cotidianidad,
contarte a solas un sueño verdadero.
MAYLÉN
RODRÍGUEZ MONDEJA
He dispuesto caminar sobre las estatuas, tirar la
sábana encima de los huesos de este mapamundi de niebla, caminar simplemente
sin pronunciar palabras, fuego o niebla en las manos del horizonte, eclipses
lunares sobre la memoria: a menudo la diáspora se vuelve posesa de mis
vísceras, me inundan pesadillas de sal, una tras otra, la sombra en desuso, los
himnos de ceniza alargados, el limo a regañadientes en la saliva. No faltan los
estrépitos en la cortina de soledad donde habita el infierno, no falta el
mueble desvencijado de las telarañas, el trance de la camisa del miedo, los
titulares de neblina como un cíclope. Las semanas se detienen sin voz en el
mercado de pulgas; yo, miope al amanecer junto a las berenjenas, yo miope quemo
barriletes, hurto la memoria de las ventanas, enhebro cornisas de agua. Siempre
estoy así. lamo los adoquines del cataclismo, los timbales turbios de mi pecho;
no obstante, desempolvo un diccionario de relámpagos, el humo levemente despeinado
alrededor de mis costillas. Salgo a la calle a tirar todo el desuso de mis
días: ahora duermo tranquilo después de tantas depredaciones. Pero nunca es
fácil «un sollozo o el olvido de mí mismo.»
.
Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022
© André Cruchaga