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lunes, 8 de marzo de 2021

ZAGA DEL TIEMPO

 

©Obra de Willem de Kooning



ZAGA DEL TIEMPO

 

 

Detrás de cada cual, los brotes solos de  luz y el aullido de la tarde,

en su vasto ensimismamiento. (En lo profundo, la sombra invasora),

y la sed como un columpio lento de espejos al azar de la gratuidad

de los vacíos que oscilan omnipotentes en las miradas.

Las sombras con su forma de pupila atraviesan la memoria;

la arcilla asciende hasta las vértebras con su intemperie de garganta:

atrás la aridez que desangra la ternura, en su desventura invariable;

la orquesta de las aguas inunda los sentidos hasta el punto de volver

imposible las pupilas. Pienso en los espejos a discreción de los ojos.

(Siempre, al final del laberinto, la nada: origen de la pira.)

Vendrá después el mar del rescoldo, la flama posesa de la hoguera.

En la parte posterior de los relojes, el cuerpo que amaba del océano,

y las palabras de sal en la boca y las calles siempre despiadadas.

Cada dolor se nutre de las múltiples heridas del sueño: nada retorna,

ni siquiera la luz acobardada de un candil en medio del entrecejo.

Nada vuelve al corazón ahogado, sino el cuchillo de la náusea o, acaso,

la agonía bestial de la propia miseria que ladra en la deshora.

Después de todo, también la voluntad calla como un funeral…

Barataria, 2014

 

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga


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