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sábado, 13 de marzo de 2021

LEJANÍA DEL PAÍS

 

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LEJANÍA DEL PAÍS

 

 

Como el árbol deshojado en los arriates, desvanecida la piel con esparadrapos, los crímenes a la orden del día, ese infierno cronometrado y confeso, en el que se juegan todas las palpitaciones. Uno no tiene la esperanza ni siquiera de una muerte digna. Cada vez te respiro como un arlequín país de mierda. País al que sólo unos pocos se lo quieren robar al crédito o de contado. Sólo la risa en cascada hace su propia historia, máscaras y túnicas y algunos inusuales alquimistas connaturales del insomnio. Bajo el rictus granulado de la llovizna, la piedra de la barbarie siempre ilesa, como aquellos trazos indelebles de la agonía. Toda la caligrafía del miedo está aquí con sus bolsillos inveterados. Severos los rostros, plagados de baches indisolubles, de bautizos desmemoriados, y soñolientas ranuras de contrafiguras oscuras. Desplumadas sus dos únicas vocales, sólo queda el tabique de las consonantes y su roto raudal de gorjeos. Y su espina del tamaño del cielo. Levitan las sombras sobre las paredes del eco. Sobre la cobija de viuda negra. A ver si algún día le podemos dar escarmientos al terror. Sin duda, muchos se complacen en darle vigencia al hambre, estirar el umbral de la mesa vacía, fundar más desengaños y excrementos. Me quedo absorto frente a la convulsión de las lágrimas del cierzo. (En algún lugar del país, es preferible cavar la propia tumba y dejarla ahí que repose fría y desnuda como la pala amarilla del aliento al momento del trance. En el júbilo, el estrépito de los pájaros)…

Barataria, 2014


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