INSTANTES
DEL SOPOR
Uno inventa ventanas parta desarmar la niebla en los
ojos.
Aquí, sobre el pecho, hago memoria de todos los
sudores:
una palabra de agua refresca la cara,
un vilano roza el límite de los párpados del
relámpago.
Siempre aquí, como antes, la sombra de tu nombre en el
muro
del alma, en ese ir y venir del mercado, las calles,
los bejucos altos de las veraneras, los insectos
ahogados
en el pavimento, las hierbas altas del murmullo.
Reverbera el olor a pino en el seno del tranvía de mi
brújula;
tras las mañanas frías, la fiera dócil de mis
incendios,
las sombras que carraspean en mis costados, a veces
remotas
como esa alegría que se nos fue perdiendo
en la puerta mojada por la lluvia.
Cuando la sombra subió como un resorte a la garganta,
dejó el búho de reptar a esas zonas de quebranto del
insomnio.
Y claro, resultó insuficiente el lenguaje de los
peces, confuso,
para discurrir en esta lenta espera, lacerada por el
moho.
Agotadas todas las posibilidades, un dardo de
abandonos,
gira en el designio, como un plato vacío de sobremesa.
Del
libro: “Invención de la espera”, 2020
©André
Cruchaga
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