EMBARCADERO
En racimos, calendario de los puertos, los días
intensos de oleaje.
(Llevamos en la piel, todavía, trompetas de fuego de
los ayeres);
en cada escalera, sueños inevitables y franelas
destempladas en la risa:
cada quien pasó de largo la ebriedad de las palabras,
cada quien fue cómplice de los dedos del frío, —el
tiempo fue el único
que confabuló contra el surco y las semillas, las
aguas sutiles
del juego: entonces sonaron las vísceras ante el
fogonazo,
(extrañas tintas y espejos, extraña plenitud alada de
la premura):
nadie se detuvo a escuchar el jadeo monocorde del
búho,
ni a ocultar los azotes que producen las rendijas del
aliento
en su trance de afilado mar decapitado por los
acantilados.
Sobre el delantal de espuma, el viento desancla la
garganta impura
tras el relampagueo de navíos en el firmamento de un
litoral sin reposo.
San Francisco, CA, 2013
Del libro: Primavera de arcilla
©André Cruchaga
Imagen Pinterest
No hay comentarios:
Publicar un comentario