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lunes, 8 de enero de 2018

COTTONWOOD WEST

Imagen de la red






COTTONWOOD WEST




Las mañanas se van en somnolencia.
El sol tardíamente nos alumbra…
Silvia Plath




Gélida la claridad anudada alma.
Gélidos los pilares del jardín.
Gélidas las vocales
yuxtapuestas en la danza difusa de los poros.

Tengo la memoria llena de aguas derretidas,
esparcidas
por todos los hilos de la sangre.

Las mañanas giran en las alas
revueltas de las hojas quemadas por la tristeza,
la emoción es mayúscula sobre esta sábana de aguas congeladas.
Debo caminar devorado por mis recuerdos:
libros, estatuas
prolongaciones grises,
ciudades entumecidas hasta los dientes;
la almohada me sirve de ventana,
embozado,
para atesorar lo que hay afuera:
transeúntes envueltos en los cuatro
costados, árboles renuentes a las hojas,
endurecido aire para los pájaros que tiritan
en su opacidad verbal.
Cambia su filo de colores el arcoíris;
el alfabeto gris muerde
mis facciones de consumado zigzag.
Lo cierto es que en los parques se ahogan los zapatos,
—se ahoga
esta ansia de consumar el centelleo en el cuerpo
que me muerde los presentimientos.

Menos mal que soy asiduo lector de estos manteles
y nunca dejan de volar;
pese a todo, las horas en los cuervos
y hasta otros pájaros de esquinas gélidas.
Y hasta otras aguas
de piel glacial por el abotonado cierzo de las escaleras.
Me cuesta no verme al espejo sin pensar en el pecado:
el fuego adentro de mis vísceras es un brutal crujido,
—crepita
la sábana manchada de mundo,
gesticula la caverna en su brasa pulsante;
sangra el minuto de tentación de las semillas,
el sueño me arrima
a los alambres de los carámbanos,
al pálpito del pétalo sobre la nieve.

Los ojos abren el tafetán blanco del horizonte;
amanece el labio
encarnado a la blancura;
la nieve es una cobija inefable en cuyas
manos se levanta Wildflower restaurant and lounge,
(aquí, al pie de la montaña,
beso el corpiño en un plato de hielo).

Desde luego salimos a caminar
con la piel olvidada del trópico,
envueltos por la racha que cae sobre las palabras.

Hay un río a borbollones
sobre la carretera de Little Cottonwood,
casas espectrales en las laderas,
platos de armónico brillo,
bocas detenidas en las góndolas,
esquíes de intrépido abismo,
nostalgias y pupilas de pronto convocadas por la sangre.

Sucede que ahora,
se me quiebran las palabras sin paracaídas;
Sucede que ahora, las mariposas son granizos pegajosos,
me sucede que ahora,
debo reinventar mis sueños…

Wildflower restaurant and lounge, UTAH, 25.XI.2010
Del libro “CUADERNO DE SALT LAKE CITY”, 2010 (Inédito) 170 pp
© André Cruchaga


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