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lunes, 15 de enero de 2018

AL OTRO LADO DE LA SOMBRA

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AL OTRO LADO DE LA SOMBRA





Al otro lado de la sombra, no la luz, sino la guadaña del tiempo:
—espejo sin fin del vacío en los ojos;
el pétalo de la utopía sangrando en su fuego.
Estatuas de sal o de ceniza que nombran los ojos.
La palabra consume los rescoldos del fuego,
la medida del filo en los collares del veneno,
en el tragaluz de la trementina, 
en la cábala de los timbales,
en la sonrisa siniestra de la lengua:
lasciva certidumbre que teje la saliva
en la gruta profunda de las grietas.
Atrás de los focos, persianas de baños, gallardetes, cacerolas:
un mundo nocturno convive con el albedrío.

Un mundo de sigilosas cornisas lame las criptas de los deseos
o la caverna donde los sueños amontonan gemidos o ceniza.

Todo es subliminal cuando los candiles apagan la herrumbre
de su dócil línea de fuego.
Cuando el esplendor “muere sin nacer”,
y los espejos quedan mudos,
cuando el reverso arde en hosco abismo.

Entre consignas de áspera zarza,  la oscuridad se vuelve norte
de la bruma,
norte de fronteras cuya sal veo reflejada en las pupilas.

El sueño sin vencidos es adviento,
es arma de potente abolición.
La usura no debe caber en su misteriosa estela encendida.
No debe ser la duna breve del pabilo,
ni el inequívoco rictus del arquero,
el slogan oficiante de la liturgia,
sino el lecho convocado del pájaro,
la suma exacta donde los celajes consuman su designio,
el aire sin malicia,
el aire solar de los solsticios con un pedestal de brazos
que los espejos reivindican con su húmeda transparencia…

Al paso donde la vida esgrime sus encrucijadas
—su vocativa historia de símbolos,
el mundo se deshace lentamente en ceñido humo.
Noches o piedras hay en el tul de los labios,
en los ríos cósmicos
de las sinfonías,
en la memoria que cede al corazón, 
desvelados balcones
—oscuros sigilos de una claridad ritual.
Éter de voraces líneas
dibujan el destino; 
la verdad como preludio de la memoria aún no desvela
su cavidad vertical.

Señuelos pululan frente a los ojos,
allí donde la raíz debería escribir páginas de cierzo  y terso azogue…

Pero no es así.
Para el triunfo de la luz, todavía faltan “hostiles
certidumbres”  y noches que arriar como banderas desvaídas.

Al otro lado de cualquier inventario,
siempre hay “viejas nostalgias”.
Los vitrales en su premonitoria luz,
urden imágenes trenzadas de sudarios, 
como la vida, de vahos e inciertos párpados.
Pero aún así entre los ahogos de la niebla,
es necesario reivindicar
el territorio de los ojos y los sueños como una marea que absorba
las pestañas en el celofán del aire,
en su habitada trama de rieles.
Será la irreversible luz del calendario la que reclame el pensamiento,
la toalla sobre los poros,
el hilo del destello en la hierba sedienta,
el engaño saliendo de la máscara,
la propia luz en escenario, la espuma sobre la ola,
—arte del mar, liviana materia del sueño.

Al otro lado de la sombra, el oscuro palpitar de los sueños,
la desnudez plena y no la luz.

El inventario de la hojarasca
y no la claridad  en su pañuelo mineral.
Al otro lado de la sombra, otras sombras
en húmeda premonición tirando la luz “en un señuelo de espejos”.

Del libro “INTIMIDAD DEL DESARRAIGO”, 2008 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga


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