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lunes, 4 de diciembre de 2017

INVENTARIO ÍNTIMO

Fotografía: Pinterest






INVENTARIO ÍNTIMO




with night approaching
we all become vulnerable
everything seems to move slower
as time drifts apathetically…
A life once lost




Sobre la rama de los pinos, la sed de los armarios:
el tallo arrancado del subsuelo, la piedra desmoronándose
en los dedos del cielo.

Cada gesto es una hondonada en la memoria,
—el camino de las raíces
tiene fuegos inciertos, repisas encalladas en el agua
de los párpados: campanas líquidas donde la memoria
se alimenta del desecho de las sombras.

A menudo hay necesidad de etiquetar los sueños:
masticar ciertas espesuras,
deshacer las palabras en las baldosas,
triturar la apariencia de las ventanas,
repensar el pudor del césped.

De pronto uno queda desarmado frente
a las aguas de la idiotez:

—el ventarrón de los espejos con sus antiguas desgarraduras,
la jaula decadente de los ojos,
la incoherencia de las puertas en su tránsito suicida,
el escalofrío de los suspiros en guacales de lunas:
el tiempo muerde el aroma de los encajes profanados,
—la noche diurna sostenida en las encías,
el sudor sediento de polillas.

Todo el tiempo ha sido de recoger la ropa acumulada
en el hueso insomne del polen,
armar compulsivamente el desatino del zodíaco,
quitar las piltrafas que quedan en la cobija,
guardar silencio, frente a las alas oxidadas,
de las paredes plurales del pánico.
(O de la desnudez muerta del grito.)

Entre hacer y deshacer el desvelo y sus secuelas,
el aliento desteñido del aserrín.

Pienso en lo  irrestañable de los crucigramas,
en medio de toda mi anemia acumulada:
el polvo desprendido de la desventura,
el invernadero de la alacena sin dientes,
la taza de café olvidada en las hormigas,
los dientes imprevisibles de la claridad,
feroz azúcar del semen aglutinado,
en el inventario de las escaleras
con sus peldaños oscuros, a punto de ser,
odio deshojado, simple ceja invadida
por los desajustes del espejismo:

(cuando estoy próximo a tus brazos,
también viene la piedra visceral de las sombras,
el derroche de la inclemencia, las aguas sin rumbo,
arraigados espejos sin cábalas, escarnios.
Todo se vuelve pastosa arena en los ojos:
sillas de hiriente espera,
taburetes de errática orina,
monólogos de húmedas estampillas,
semanas en frascos de nitroglicerina,
inodoros de lejana respiración. Muerte incesante.
Al final, nada queda en el olvido:
la hoguera desollada como un duende en bicicleta;
los archivos, recónditos en el alma:
áspera urbanidad
para acariciar los despertadores, extensos, en el aliento.)

Ahora, en mi haber, el país de granito que escucho en mi fiebre.
Y tus ojos de infinito muriéndose en mí.

Del libro “TRASTIENDA”, 2011 (Inédito) 120 pp
© André Cruchaga

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