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miércoles, 8 de noviembre de 2017

MUERTE O MALDICIÓN DEL AMOR

Fotografía: Pinterest





MUERTE O MALDICIÓN DEL AMOR






 Me conduce así lejos de la mirada de Dios, jadeante y rendido de fatiga, en medio de las llanuras del Hastío, profundas y desiertas, y lanza a mis ojos llenos de confusión ¡vestidos manchados, heridas abiertas y el parto sangriento de la Destrucción!
Charles Baudelaire

(¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre las cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos?)
Julio Cortázar






desacralizo ante  el ojo la sangre innumerable del azúcar: es una maldición la fruta del telar de la suspicacia frente a los húmedos sofocos de las locomotoras sólo hay días invisibles y cóncavos he dejado de vivir he dejado de existir si puedo decirlo de otra manera esto es un juego de abstracciones el amor siempre es una suerte de epitafios lo más agreste de las caricaturas el no existir en el estira y encoge de los nudos del agua nunca se aprende la lección en una sola página en blanco siempre está presente la metáfora oblicua los estrechos de la trastienda de la excentricidad y hasta las vetas  relativas del espejo  es una maldición no vivir a plena luz del día es una maldición este juego de palabras apretando las entrelíneas del aliento es una maldición subrayar cualquier arbitrariedad no contar con la propia voz vaciar la última tinta que quedaba y siempre llegar a las esferas de la neutralidad en el caso de los brazos de esa arremolinada trama de las negaciones la piedra hace grietas fúnebres y aunque gira y cede a ratos en su desnivel la señal del suicidio las locas aguas del corazón que nunca aprendieron a nadar seguras en la concentricidad de las horas —duelen ya los ojos y el aliento los resúmenes metafísicos de la saliva cierta hipnosis trastocando la realidad: hasta los sueños se han vuelto malditos en medio de alfileres entre palabras sin destinario a fin de cuentas (nada tiene de promisorio el ombligo cuando se ha roto el gozne del telar todo es incierto cuando se clausura la avidez cuando elocuencia y paladar pierden su ternura: al filo de las fauces de la brasa todo queda como un cráter de fallidas aguas ahora lo sé: voy a deshabitarme de esta tristeza sin esperar milagros tomaré antibióticos y analgésicos  el río sin cauce deja de ser río aquella mesa carece de mantel y ebanistas) ¿a cuántos años luz las aspas del espejo me devoran? ¿cuántas veces el trasluz del paisaje de la dulzura desconocida el galope de las culpas y esta acumulación de relojes sin sentido? llevamos días atravesando calles y ciudades perdidos en el hallazgo con diálogos de oscura beligerancia con palabras que nos remiten al tropiezo  sé que dos bocas requieren de fiesta y aprendizaje pero nosotros a menudo desarticulamos la escritura y encendemos los silencios: es una maldición este muro sin brújula siempre un pie adentro y el otro afuera sin puntos intermedios sólo equivocaciones objeto de las sombras ante la enajenación de las palabras el mimetismo amarra los sentidos se deja de ser y uno se torna destrucción permanente hoy quizás es tiempo de descifrar los jeroglíficos de esas persianas de grafito y unir todos los fragmentos del discurso tanto vacío vuelve errático el territorio del aliento sólo lo inminente deja de ser una maldición ahora puedo afirmarlo cuando la alegría precede a la tristeza inexorablemente cuando el poema recoge la cotidianeidad de los cementerios cuando lo que creíamos firme era solo la versión de lo efímero en los días venideros desprenderé las mortajas de mis pupilas (la muerte es la que nos queda junto a los pañuelos arrugados del sepulcro)
Del libro “MOTEL”, 2012 (Inédito)
© Andréb Cruchaga

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