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domingo, 11 de junio de 2017

ARCO DE PIEDRA

Imagen cogida de la red




ARCO DE PIEDRA




Sobre el arco de la piedra, la escarcha de luz del sollozo.
Frente al ojo galopa el entretiempo del dolmen adánico del relámpago.
Es tal la avidez que la boca consume todos los parajes, las monedas
redondas de las horas, los senderos mudos y sin respuestas a mis palabras.

Pinto largos trenes con estatuas degolladas, se desmoronan las alas,
un día, indeclinables: queda la memoria lacerada de pájaros
y dura de aberturas, igual a la carcoma de una boca desterrada.

El cordel de la respiración se unifica en el espejo hasta el absoluto.

En la fulguración del vértigo arde el enredo de los ojos y la quema del sueño,
aquellas aguas de chasquidos y murmullos.

Aquellas ráfagas de fiebres y pupilas coaguladas en máscaras,
aquellas fauces de distancias ciegas, ciegas y ahogadas en la sangre.
Descienden a su matriz todos los engendros respirados: la viscosidad múltiple
del solo nombre de una mirada,
las palabras siniestras que cuelgan de las solapas de las ojeras,
la forma única en extremo de la respiración y su día de caducidad.

No miro sino el tacto que guarda la sombra de sal sumergida en el pecho.
No toco sino el latido de todas las poluciones concentradas en las ingles.

Sobre esta desrazón del granito, la furia del hambre y sus desamparos,
la garganta y sus entrañas náufragas.

(Caminamos doloridos de fe sobre la cruz o el llanto de los desgarramientos;
todavía los mártires están por definirse en medio del ardid y la desesperanza,
entre el breve sueño de la vida y el largo camino de la muerte.
No hay elevación sino en las almas abatidas)…

En la transparente oscuridad del deseo, el lugar de donde deviene el cierzo,
vívido como el espacio que ocupa tu cuerpo en mis ojos.
Barataria, 2017

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