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viernes, 19 de mayo de 2017

TRAVESÍAS SUMERGIDAS

Imagen cogida de la red





TRAVESÍAS SUMERGIDAS




Mientras le quitamos los ronquidos a la memoria, el ojo lee los agujeros
de las sombras, la estación que nos arrulla los brazos.
Siempre son idénticos los zambullidos del respiro, al agobio de los mareos
que producen los objetos cuando piensa en lejanías o el incienso.

Sobre la ventana de los desembarcos, adentro, la tirantez de lo asqueado,
los rastros agrios de la perversidad, las muecas extendidas de las pócimas.

Allí, en las manchas de lápices de las aceras, los variados trajes
de los espectros, quizá algún alarido de silencios,
quizá el alfabeto de los clavos atenazando las palabras del cielo.

A través de travesías sumergidas, la respiración de la distancias me da
el horror de mi itinerario extraviado, o el retrato fenecido de las ventanas.

Aúllan los minutos sacudidos por el hambre y las feligresías despobladas.

Hay quien desea tener de reliquia un vagón de telarañas.

(Yo me conformo, apenas, con la mueca de tu ombligo, con existir
entre lenguas de ceniza, atragantado de demonios.)

Todo avanza en las profundidades del jengibre, la lengua de los naipes boca
abajo, los desiertos de rapiña, las ojeras puntudas de los simulacros.

Ante lo inmenso de cualquier porvenir, avanzan legiones de alquimistas.
Además de las sombras enroscadas de los recuerdos, el cielo raso
de los féretros, la ubre de los muertos, la hojas torcidas de la mudez.
Ya al punto de saltar la travesía, me ahogan los pespuntes de lo incierto.
Barataria, 2017

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